Perspectivismo o doctrina del punto de vista
Según Ortega, la Modernidad opone la cultura a la vida creando una tergiversación de la cultura. Podríamos decir que acontece un proceso de desvitalización de la cultura. Ortega sostiene que en esta contraposición, la vida aparece como poder inmanente, es decir, lo vital es inherente al ser humano, al yo. Para explicar nuestra conducta es necesario contar con la vida. La vida será para Ortega la realidad radical.
Por otra parte, considera que el poder de la cultura es transcendente, en el sentido de que trasciende al yo, pervive y se transmite. Aquí se está oponiendo también individuo y colectividad, naturaleza y artificio.
En la Modernidad estas oposiciones se manifiestan en dos corrientes: el Racionalismo que niega la vida y afirma la cultura y el relativismo, que operará con la misión contraria.
El litigio entre ambas posiciones lo único que consigue es ceguera. Además de reducir o bien la cultura o bien la vida. Estas posiciones también litigan en torno a la verdad. El dogmatismo racionalista afirma que existe una verdad objetiva, su criterio de verdad es una evidencia. Por otro lado, el relativismo mantiene que no existe la verdad objetiva, la verdad depende de cada grupo cultural al igual que el resto de los valores.
Ortega dice que el Racionalismo sostiene que la verdad es objetiva puesto que el sujeto cognoscente es un puro receptor de la realidad exterior. El objeto conocido y el objeto exterior coinciden, son idénticos. Es decir, mantiene una teoría de la verdad como adecuación. Esta teoría del conocimiento considera al ser humano como un sujeto puro, un yo abstracto, sin circunstancias, sin deseos, ancado de la vida, de su biografía y de la historia. El relativismo por su parte al negar la verdad objetiva considera que cada grupo cultural o cada yo tiene su verdad, sostiene que no existe una adecuación entre objeto conocido y objeto exterior. Ortega sostiene que ni el yo es un “yo puro”, receptor pasivo de la realidad exterior, ni es un sujeto cuyo conocimiento del mundo es deformado e incluso ilusorio. El sujeto cognoscente es selectivo, es como una malla o retícula que deja pasar ciertos fenómenos o acontecimientos y otros no. Esto es algo perfectamente admisible si nos detenemos en la selección que experimentamos al conocer mediante los sentidos. Esta malla o retícula puede tener dos naturalezas: un principio individual, puesto que seleccionamos en función de “nuestras circunstancias”. En segundo lugar, tiene una naturaleza socio-histórica. Nuestra pertenencia a un grupo social y nuestro horizonte histórico condiciona que conozcamos de una manera u otra, y que prestemos atención a ciertos fenómenos o acontecimientos y nos mantengamos ciegos ante otros. Por esta razón, Ortega niega el yo como ente abstracto propio del Racionalismo.
Este razonamiento, resolverá la oposición entre el racionamiento dogmático y el relativismo así como la oposición entre cultura y vida; y será la base del perspectivismo de Ortega. El perspectivismo es explicado por Ortega con una imagen visual. Afirma que dos hombres al mirar el mismo paisaje no ven lo mismo dependiendo de su posición y de sus criterios selectivos tanto personales como culturales.
En este ejemplo se presenta nuevamente el sujeto cognoscente como un “yo y sus circunstancias”. La posición especial se interpreta como su posición espacial (pertenencia a una sociedad, cultura, religión), el paisaje no va a ser percibido de la misma manera debido a la selección que realicen en función de su retícula social y personal. Ahora bien, Ortega no incurre en un relativismo o subjetivismo, puesto que no admite que cada uno tenga su verdad. El perspectivismo lo que sostiene es que la verdad es complementariedad de distintas perspectivas, naturalmente que sean verdaderas, no ilusorias.
Con esta teoría el sujeto puro cognoscente es sustituido por el sujeto vital, la realidad por el mundo de la vida que es concebido por Ortega como “realidad radical”. Por ello, entender la realidad como un conjunto de objetos estáticos como hace el Racionalismo es una utopía, de la misma forma que sostener que el sujeto recibe pasivamente la realidad exterior, siendo el conocimiento de todos los sujetos idéntica.
El Racionalismo despoja la realidad de algo intrínseco a ella misma: el dinamismo, y presenta la razón como capacidad meramente receptora y transformadora de conceptos universales, esencias estáticas.
La diferencia entre razón pura y razón vital es ilustrada por Ortega con un ejemplo: la razón es ilustrada con el pintor primitivo que pinta el mundo desde su perspectiva.
El Quattrocento es para Ortega un ejemplo de ello. Lo que ocurre es que olvida introducir en su obra su personalidad. Esto es lo que ocurre en las filosofías del pasado y el último siglo, las teorías de los filósofos no eran más que sus perspectivas, por eso eran verdad en el horizonte de sus autores, pero no en el mundo. El horizonte de cada filósofo , es decir, su perspectiva, no es el mundo. En esta crítica habría que entender mundo como realidad en el sentido estático que le daban estos autores. Lo que ocurre es que tanto la perspectiva como mundo son dinámicos. Realidad es realidad vital, por eso el mundo termina convertido en horizonte, porque no existe una realidad inamovible, estática y eterna.
En relación al perspectivismo, Ortega habla de Dios como “razón absoluta”, a pesar de que no es creyente. Entiéndase que se trata de un concepto muy peculiar, la razón absoluta de Dios es la suma de las distintas perspectivas de los humanos. Si no tiene una perspectiva diferente Dios. Ese Dios de los filósofos es explicado por Ortega como un torrente vital puesto que en él convergen todas las perspectivas vitales de los seres humanos, perspectivas impregnadas de vida.
Pero no confundamos, no es la vida de Dios la que impregna a los hombres. No es el conocimiento de Dios quien ilumina el conocimiento humano. El torrente que describe Ortega estaría pues invertido: es Dios quien conoce a través de los hombres.
Ortega concluye la obra con un mensaje al lector: tenemos que hacernos cargo del “tema de nuestro tiempo”, es decir, vivimos en un momento histórico, según unas circunstancias.