2. IMÁGENES DEL PAISAJE EN OCCIDENTE
Trataremos de recomponer algunos hitos en la historia de la pintura de paisaje en occidente, a los efectos de hacer la genealogía, es decir buscar los “orígenes” de la sensibilidad respecto al término paisaje de las sociedades occidentales.
Es decir, hacer la historia de nuestra propia sensibilidad a través de imágenes que representan porciones de terreno, del mundo.
Desde época romana se vienen representando lo que hoy podemos considerar “paisaje”, aunque con ejemplos muy escasos. Los historiadores iconográficos suponen que debe haber algún mandato, supremo o tácito que impidiesen la continuación de creación de iconografía paisajista. Sin embargo a finales del siglo XIV, principios del XV, comienzan a aparecer algunas imágenes de paisajes, muy tímidas.
Son imágenes inventadas, sin componente naturalista, que no representan ningún paisaje en concreto, no son retratos de terrenos, y que tienen una función de acompañamiento o escenificación de algunas imágenes básicamente religiosas; cierto es que muy “elegidas” en función de la representación.
Es decir se eligen con cuidado las escenas que permiten, sino exigen, la representación de un espacio abierto, con presencia de rocas, con presencia de agua, en algunos de los casos. Como si en esos primeros momentos de la recuperación de las representaciones paisajísticas, tuviesen que buscarse una justificación para aparecer, como si no fuese legítimo representar un paisaje por sí solo. No se consideraba un asunto de representación iconográfica y se encontrase al servicio de la religión (todavía sin relaciones mitológicas) y al servicio de representaciones agrarias, de paisajes agrarios.
Este es el origen, veremos a partir de aquí la evolución en la representación de imágenes de paisaje en occidente. Evolución que se desarrollará a partir de dos grandes ejes artísticos, escuelas artísticas, fundamentales. Por un lado, la tradición italiana, y por otro lado, una tradición, considerada de segunda fila, la flamenca (Holanda siglo XVII). Aunque también es cierto que será desde esta tradición peor considerada desde donde se desarrollo realmente el paisaje, que ya no deberá acompañarse de disculpas para ser representado como entero protagonista por sí solo.
Aunque ambos proceden de preocupaciones, estéticas y practica artística sustancialmente diversa. En el mundo italiano, priman con mucho, las consideraciones perspectivas (perspectiva de punto de fuga único). Consideraciones que van a ser analizadas y teorizadas por matemáticos y pintores italianos del siglo XIV. Y rompiendo por tanto con la perspectiva medieval, romance y gótica. La pintura italiana es básicamente heredera o utiliza las practicas de perspectiva analizadas por Piero. Mientras que la tradición flamenca o de países bajos no procede de un mundo estrictamente matemático, estrictamente perspectivo, sino que procede de otra tradición técnica. Procede de la tradición de construcción de mapas.
Hay que tener en consideración que a partir del siglo XVI, las grandes escuelas de cartografía (árabes, mallorquina, catalana,…) comienzan a eclipsarse en beneficio de la nueva y gran cartografía nórdica (holandesa). Coincide además con unos hechos sociales, económicos y políticos a considerar. Primera polderización. Independencia. Holanda comienza a configurarse como una gran potencia económica a través del comercio con colonias asiáticas. Sin una visión religiosa.
En la tradición italiana, la que podemos considerar como menos paisajista encontramos autores como Piero de la Francesca, uno de los autores que inicia la pintura renacentista. Paisajes aún influenciados por la religión en algunos casos o como mera composición de fondo para adornar un retrato (desarrollado fundamentalmente a partir del siglo XV). Hasta entonces los pocos retratos que habían aparecido eran de fondo dorado o negro. En Italia comienzan a aparecer en los fondos. Y además son paisajes no inventados, como en los retratos de los Duques de Montefeltro. A pesar de estar aún en un segundo plano, es una representación paisajística ya abierta y en la que se reconocen algunos de los elementos de lo que hoy conocemos como paisaje, es decir, naturaleza, lámina de agua, montañas, etc.
O, también de Piero la pintura de San Jerónimo, figura que se distingue con claridad pues siempre se representa cerca de un roquedo, con libros, un sombrero episcopal y un león tumbado. Esta figura exige en su representación la presencia de un espacio abierto y de un roquedo o unas montañas que lo doten de una mayor verosimilitud, es decir se convierte en una estupenda disculpa para la representación de un paisaje y se utiliza recurrentemente tanto en la tradición italiana como en la holandesa. (Prácticamente coetáneo otro autor Messina, siglo XVI, además de otros como Mantegna, Giorgione, Tiziano, Leonardo durante los siglos XV, XVI y XVII en Italia).
El paisaje poco a poco se va desprendiendo de la disculpa. La sensibilidad particular de esos pintores, a través de los apuntes de sus cuadernos personales, en materia de paisaje se adelantaba, con mucho a la demanda de su tiempo.
En el mundo nórdico (norte de Europa), autores como Durero (pintura mitológica y religiosa), y sus representaciones de paisajes reproducibles a través de grabados. Y de sus cuadernos de apuntes de uso privado se desprende también el interés por el paisaje de los autores flamencos. Como decíamos antes, técnicamente hablando esta tradición parte de la edición de mapas. Autores holandeses como Vermeer utilizaban de manera recurrente grandes mapas como fondos para sus retratos. Mapas que además son conocidos, es decir que existieron en la realidad. A partir de los cuales se irá modificando la vista progresivamente hasta convertirse en paisaje. Van Eyck; Pero en general bastante parecida a la tradición italiana hasta la llegada de Patinir (segunda mitad del siglo XVI), que es el primer pintor que se conozca que logra vivir de pintar paisajes, es decir que ya existe una demanda específica (con algo de apoyo en asuntos mitológico o religiosos, “El paso de la laguna estigia”); Brueghel.
Desde final del siglo XVI y muy claramente a lo largo del siglo XVII, el mundo de la pintura de paisaje experimenta un renacer, a través de dos linajes distintos: por un lado el modelo, mediterráneo muy centrado en el gran modelo de la pintura del renacimiento y barroco, modelo italiano; y por otro lado, el modelo nórdico, más específicamente el modelo holandés.
Esas dos grandes corrientes de pintura paisajista arrancan de tradiciones técnicas distintas, en el caso italiano desde una consideración esencialmente perspectiva (modelo matemáticos de construcción perspectiva); el mundo nórdico proviene de otra tradición técnica distinta, desde la cartografía expresada como tal con un mapa. Tradiciones muy diferentes que, sin embargo tienen un elemento en común, ambos son modelos matemáticos completamente irreales. No existen, son construcciones mentales, construcciones matemáticas (abstractas).
Es conocido Rembrandt por sus retratos, y aunque vivía de esas pinturas, no son menos conocidos sus dibujos de paisajes y sus grabados de paisajes, algo importante desde el punto de vista de que se convierten en imágenes fácilmente reproducibles. Y en los que se pueden identificar algunos de los principales elementos que se han identificado como paisaje (agua, naturaleza,…).
Rubens supone un caso intermedio entre el mundo nórdico y el mundo italiano. Y en sus dibujos destaca la presencia del paisaje como objeto fundamental en sus cuadernos de trabajo.
Durante el siglo XVIII, se producen hechos que nos interesan especialmente. Primero, la pintura de paisaje pasa a configurarse como un genero pictórico, demandado socialmente y que demuestra una cierta sensibilización sobre aspectos de paisaje. En segundo lugar, aparecen en distintos países científicos (Kant y Burke, filósofos) que intentarán categorizar, taxonomizar distintos elementos, teorizando acerca del paisaje, sin conocerse entre ellos. A pesar de eso, la teorización para ambos es similar, identificando tres tipos de belleza en la representación del paisaje. Por un lado el paisaje clásico, por otro el paisaje pintoresco y por otro el paisaje sublime.
Estos tipos de paisaje no son rangos, son modos de percepción del paisaje. De modo que lo bello clásico seria aquello que representa un paisaje real o inventado y que produce determinados efectos en el contemplador (subjetividades, percepciones), serenidad, calma, equilibrio y que coloca al contemplador en una situación tal que ni él domina el paisaje ni se siente dominado por el paisaje (especie de situación intermedia). Ejemplos de este tipo de paisajes, los trabajos de Claudio de Lorena (tradición italiana).
Lo bello pintoresco, aquí se busca que el contemplador esté muy por encima de aquello que contempla (cierta superioridad). Se tratan asuntos del tipo costumbristas, con atención a los motivos de detalle y distintos elementos (lo que es pequeño y lo que es distinto al mundo civilizado conocido). Buenos ejemplos de este tipo de paisajes los encontramos en la obra de Jenaro Pérez Villamil.
Lo bello sublime, sería el otro extremo, el contemplador se deja abrumar por aquello contemplado.
Paisaje impresionante, enormemente grande (cataratas, tormentas,…). Existen buenos ejemplos de pintura de paisajes sublimes en la obra del pintor alemán Caspar David Friedrich. En Estados Unidos, el pintor Frederic Edwin Church o Thomas Cole.
En el mundo moderno de la sensibilidad del paisaje, es decir del siglo XVIII en adelante, la aparición del paisaje pintoresco y del paisaje sublime permite ampliar el catálogo de paisajes cada vez más demandados por la sociedad.
Desde finales del XIX y principios del siglo XX, existe los que se conoce como la pintura realista de paisaje. Ejemplos de estos paisajes en la obra de Carlos de Haes, cuyas características difieren notablemente de las obras de los pintores sublimes aunque los motivos son los mismos.