Tema 4: Las Vanguardias.
I. INTRODUCCIÓN. El periodo entre las dos guerras mundiales (1918-1939) es el más fértil del siglo en innovaciones artísticas, en experimentación e investigación de nuevos caminos estéticos. De esta búsqueda surgen en Europa los movimientos de vanguardia, también llamados “ismos”. Son experimentos artísticos que proponen un arte radicalmente distinto al anterior y muy original. Se presentaron como movimientos rupturistas, de tono provocador y minoritario. Suponen una verdadera ruptura en todos los ámbitos artísticos (pintura, arquitectura, cine, literatura…
), ruptura que también afecta al pensamiento. Algunos de estos “ismos” serán muy efímeros, simples modas, pero otros –como el Surrealismo en literatura o el Cubismo en pintura- marcarán pautas muy eficaces para la evolución del arte en el Siglo XX. El espíritu que subyace en los “ismos” hay que buscarlo en el panorama de la Europa de entreguerras: la ruina total, el rencor, las crisis sociales y los conflictos espirituales se reflejan en las nuevas formas artísticas. Lo que cambia es sustancialmente el modo de comunicar artísticamente. Aunque los “ismos” son muy diversos, comparten dos notas comunes: la ruptura con la realidad y la lógica (el afán de desvincular el arte de la realidad) y la búsqueda y la exploración continuas de formas nuevas y sorprendentes. El arte se concibe como experimentación y juego y el artista puede actuar con total libertad.
II. LAS VANGUARDIAS EUROPEAS
Las vanguardias europeas de mayor influjo son las siguientes: Futurismo. Surge en Italia con un Manifiesto firmado por Filippo Marinetti en 1909, en el que se declara su antirromanticismo. Su grito de guerra es: ¡Matemos el claro de luna!, un grito decididamente antirromántico y anteclásico, ya que los futuristas rechazan el pasado y las actitudes nostálgicas y melancólicas. Por el contrario, exalta el progreso técnico y los conceptos que de él se derivan: la máquina, la velocidad, los nuevos inventos, y llega a generar incluso actitudes belicistas. Literariamente defiende una “escritura en libertad”, no sujeta a las normas de la lógica sintáctica, pero son más determinantes los conceptos que exalta, ya que aparecen en la literatura temas hasta entonces inéditos y considerados antipoéticos: en el grupo del 27 Pedro Salinas toma a la bombilla eléctrica o a la máquina de escribir como motivos poéticos. El Cubismo tiene mayor rendimiento en la pintura que en la literatura. Su “manifiesto” no es verbal, sino pictórico: el cuadro “Las señoritas de Avignon”, de Picasso, expuesto por primera vez en París en 1907. La pintura cubista descompone la realidad y la recompone después con una óptica diferente, fuera de toda lógica, con un desorden voluntario para manifestar lo caótico de esa realidad de la quiere desvincularse. Esta perspectiva tiene también sus repercusiones en literatura, con la aparición de la poesía de carácter visual (los caligramas, los collages…), en la que la disposición especial y tipográfica del texto es lo más significativo. En literatura su máximo representante fue Guillaume Apollinaire, con su obra titulada Caligramas, donde crea imágenes a partir de una disposición especial de los versos y del collage. El DADAÍSMO tiene su manifiesto en 1916 y lo firma el artista húngaro Tristan Tzara. Es el movimiento de vanguardia más iconoclasta y también más efímero. Se define como el anti-arte y la anti-literatura. Protesta y se burla de todas las convenciones literarias y también de las sociales: “Contra el sentido común. Viva la incoherencia y la fantasía”. Reivindica el mundo infantil, carente de lógica, ingenuo, lúdico, espontáneo y divertido, al margen de las preocupaciones sociales y morales. Su importancia radica en que prepara el camino para la aparición del Surrealismo. El Surrealismo (o Superrealismo) surge derivado del movimiento Dadá y explota literaria y artísticamente un nuevo campo: el de los sueños, acogíéndose a las teorías de Freud. En su primer Manifiesto firmado en 1924 por André Bretón, se explica que la vida tal como la entendemos no sirve como materia artística. Se impone buscar una superrealidad que se encuentra en el mundo onírico, el mundo de los sueños. En este mundo, según Freud, aflora el subconsciente y los impulsos reprimidos se liberan, puesto que en la realidad se hallan sometidos a las convenciones morales y sociales. El Surrealismo pretende liberar la expresión y su cauce más idóneo es el de la poesía: el artista debe crear al margen del pensamiento lógico, que está contaminado por la razón; debe practicar la “escritura automática”, sin reflexión ni plan, combinando azarosamente las palabras. El resultado de esta propuesta es un lenguaje no sometido a las normas lógicas, asociaciones inéditas e inesperadas de palabras, creación de imágenes irracionales y oníricas. Por otra parte, el Surrealismo supone una rehumanización del arte, puesto que el lenguaje tendrá una gran carga emotiva. III. LAS VANGUARDIAS EN ESPAÑA En la literatura española –sobre todo en la poesía- la influencia mayor será la del Surrealismo. Su influjo se debe a varias figuras: el poetaJuan Larrea, que conocíó a André Bretón y Louis Aragón en París; la inmediata adhesión de Salvador Dalí y Luis Buñuel a esta corriente, quienes contagiaron a algunos poetas del 27; la labor de la Residencia de Estudiantes, que invitó a los surrealistas franceses a dar conferencias… Todo ello tiene como consecuencia que algunos poetas del grupo del 27 reorienten en algún momento su poesía hacia el Surrealismo. Sin embargo, el Surrealismo español no es puro ni ortodoxo, pues no llega a la escritura automática ni a la asociación arbitraria de las palabras. La expresión de los poetas españoles se libera y su lenguaje poético se enriquece con dos aportaciones: la imagen, irracional e inexplicable, y el uso del verso libre o versículo. Estos elementos aparecen en los libros de los poetas del 27 editados en torno a 1930: Sobre los ángeles, de Alberti; Poeta en Nueva York, de García Lorca; Espadas como labios y La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre. Por
otra parte, surge un “ismo” de raíz hispánica: el ULTRAÍSMO, que se inicia en 1918 como una propuesta de Guillermo de Torre que aglutina rasgos de varios movimientos: la exaltación maquinista, el antirromanticismo y la poesía visual de los caligramas. Esta síntesis de varias vanguardias puede verse en Hélices, una de las obras de Guillermo de Torre, quien también resultó ser una importante figura a la hora de difundir los movimientos europeos en España. Sus carácterísticas principales fueron: a) La desaparición de la anécdota. El poema no tiene un “tema” ni transmite un “mensaje”: es una creación libre que no debe ajustarse a la realidad, ni a la lógica. B) El instrumento poético fundamental es la metáfora. El poema consiste en una sucesión de imágenes y metáforas irracionales. C) Los poemas se componen en verso libre y su disposición tipográfica suele representar una imagen determinada, al modo de los caligramas cubistas. D) Aparecen los avances técnicos de la vida moderna (cine, electricidad, aviación, deportes), como símbolos de un nuevo mundo y de un nuevo concepto de la belleza Por último, el poeta chileno Vicente Huidobro da a conocer en 1918 en España el CREACIONISMO, cuyo lema es “Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”. Los poetas españoles más destacados de este movimiento fueron Juan Larrea y Gerardo Diego. El Creacionismo propone crear absolutamente al margen de la realidad, que el objeto artístico sea totalmente autónomo. Algunas de las novedades que el Creacionismo aportó a la literatura son las siguientes: a) El arte no debe imitar la realidad ni la Naturaleza, sino actuar como actúa esta, es decir, creando: “El poeta es un pequeño Dios”, dirá Huidobro. B) El poema se explica por sí mismo, no por referencia al mundo exterior; el poema es bello en sí mismo, no por comparación con otras realidades. C) En la forma, la poesía creacionista prescinde de los signos de puntuación y yuxtapone imágenes al azar, por asociaciones ilógicas o por afinidades arbitrarias entrevistas por el poeta. Una figura que contribuye decisivamente a la difusión de las vanguardias en España es RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA (1888-1963), con la publicación en 1931 de su obra Ismos. Las inquietudes renovadoras europeas se conocieron casi inmediatamente en España gracias a su labor difusora. En su revista Prometeo aparecieron los primeros manifiestos vanguardistas. En 1910 incluyó la Proclama futurista a los españoles, en la que animaba a practicar una ruptura radical. Aunque no cultivó la poesía, los atrevimientos metafóricos de sus greguerías (frases breves e ingeniosas) y su concepción de la literatura como arte autónomo ejercieron una gran influencia en la poesía de los ismos hispanos y de la Generación del 27. Además, las tertulias literarias más inquietas – la del propio Ramón Gómez de la Serna en el Café Pombo, por ejemplo- se hacían eco del nuevo espíritu artístico. Y las revistas literarias, por otro lado, como la Revista de Occidente, y ensayos como La deshumanización del arte (1925) de Ortega y Gasset, darán carta de naturaleza a las corrientes renovadoras. El eje de la obra de Ramón Gómez de la Serna son las Greguerías, género inventado por él mismo en 1910, y definido como un apunte breve compuesto de metáfora + humor. El resultado suele ser un juego de conceptos o una metáfora insospechada que, en su momento, hay que vincular a la libertad imaginativa de las vanguardias, que busca las relaciones insospechadas entre los objetos. Las greguerías se publicaron en distintos volúMenes a partir de 1917, y salpican, además, muchos otros libros de su autor, con lo que se convierten en ingrediente básico de la prosa de Gómez de la Serna, quien, al contemplar la realidad desde ángulos inéditos e introducir un humor jovial, cumple con el propósito de las vanguardias de eliminar el patetismo ROMántico y dar rienda suelta a la imaginación expresiva: Muy interesantes son también las novelas de Ramón Gómez de la Serna, que no siguen fielmente los cánones del género y a veces son difíciles de separar de sus ensayos, en los que también abundan los elementos novelescos. Como es carácterístico del Vanguardismo, la acción es muy leve y es sustituida por múltiples situaciones, divagaciones, sartas de greguerías, rasgos de ingenio y humor, etc. Algunos títulos de sus novelas son: La viuda blanca y negra, El incongruente, Cinelandia, El torero Caracho, etc