Racionalismo y Empirismo: Dos Corrientes Filosóficas Clave
El racionalismo y el empirismo son dos corrientes filosóficas fundamentales que marcaron el siglo XVII y posteriores. A continuación, se presenta una breve descripción de cada una:
Racionalismo
El racionalismo es una corriente filosófica del siglo XVII que sostiene que el conocimiento verdadero proviene de la razón y las ideas innatas, utilizando el método deductivo. Sus principales representantes, como Descartes, Leibniz y Spinoza, creían que la experiencia sensible es confusa e incierta, por lo que la base del conocimiento reside en el entendimiento mismo.
Empirismo
El empirismo, por otro lado, es una corriente filosófica que afirma que todo conocimiento deriva de la experiencia sensible, apoyándose en el método inductivo propio de las ciencias experimentales. Filósofos como Locke y Hume rechazaban la existencia de ideas innatas y consideraban la experiencia como la fuente fundamental del saber.
Descartes: Racionalismo y Método
Descartes, considerado el padre de la filosofía moderna y principal exponente del racionalismo, sostenía que la razón es la única vía para alcanzar el conocimiento verdadero. Propuso un método deductivo, basado en ideas innatas y principios evidentes que no provienen de la experiencia, sino del propio entendimiento. Su modelo de ciencia era la matemática, por su capacidad de deducir verdades claras y necesarias.
Método Cartesiano
El método cartesiano establece cuatro reglas fundamentales para guiar el pensamiento:
- Evidencia: Aceptar solo lo que sea claro y distinto, sin posibilidad de duda.
- Análisis: Dividir los problemas en partes simples para comprender mejor.
- Síntesis: Reconstruir el conocimiento desde lo simple hasta lo complejo.
- Revisión: Repasar todo el proceso para asegurar su corrección.
Este método busca aplicar la rigurosidad matemática a todas las ciencias, fortaleciendo el uso crítico y autónomo de la razón.
La Duda Metódica y el Descubrimiento del Cogito
Descartes, tras establecer los fundamentos de su método en el Discurso del Método, pone en práctica dicho método para construir su sistema metafísico. En el ámbito práctico, es necesario actuar sin certeza absoluta, ya que de otro modo nada se lograría. Sin embargo, en la verdad teórica, es esencial exigir una seguridad completa. El entendimiento debe hallar, a partir de verdades fundamentales, los cimientos de nuestro conocimiento. Para lograrlo, se debe encontrar una verdad absolutamente cierta, libre de toda duda. Este proceso requiere, primero, eliminar todo lo que se pueda dudar. Descartes empieza con la duda metódica, que sigue la regla de la evidencia: se busca una verdad tan clara y distinta que no sea susceptible de duda.
Pasos de la Duda Metódica
- Dudar de los sentidos: Los sentidos pueden engañar, y aunque la mayoría de las personas considere improbable que siempre nos engañen, la probabilidad no es certeza, debemos dudar de ellos.
- Dudar de la realidad percibida: Podría ser un sueño. La imposibilidad de distinguir entre sueño y vigilia es otra razón para dudar de la realidad.
- Dudar de los razonamientos: Los errores lógicos son posibles, por lo que incluso las ciencias y la deducción pueden ser erróneas.
- Dudar de las matemáticas: Si bien se puede dudar de la realidad del mundo físico, Descartes introduce la hipótesis del genio maligno: la posibilidad de que un ser maligno haya creado nuestra mente para que nos equivoquemos incluso en las matemáticas, las cuales generalmente parecen evidentes.
La duda radical, que podría llevar al escepticismo, en realidad conduce a una verdad segura: la existencia del sujeto que duda. Al dudar, el sujeto se da cuenta de que existe, ya que, si duda, es necesario que exista quien duda. Descartes formula la famosa frase Cogito, ergo sum («Pienso, luego existo»). Esta es la primera certeza indudable, que se percibe con claridad y distinción.
El criterio de certeza de Descartes es que lo que percibimos con claridad y distinción es verdaderamente cierto. Esto aplica no solo a la idea de la existencia del sujeto pensante, sino también a cualquier otro conocimiento que sea igualmente claro y distinto. La duda metódica, por lo tanto, no solo refuerza la certeza de la existencia del sujeto pensante, sino que establece las bases de un conocimiento indudable, a partir de principios claros y distintos.
Teoría de las Sustancias en Descartes
La esencia del “yo” pensante
A partir de la primera verdad—“pienso, luego existo”—Descartes indaga en la naturaleza del “yo”. Concluye que su esencia radica en el pensamiento, es decir, en la capacidad de pensar. De esta manera, define al “yo” (o alma) como una sustancia cuya característica esencial es precisamente el pensamiento, distinguiéndola radicalmente del cuerpo, del cual se puede dudar.
La procedencia y clasificación de las ideas
Para demostrar la existencia de una realidad extramental (más allá del pensamiento individual), Descartes analiza los contenidos de la mente y clasifica las ideas en 3 tipos:
- Adventicias: Aquellas que parecen provenir de la experiencia sensorial y del mundo exterior, aunque su fiabilidad es dudosa.
- Facticias: Las ideas que el propio intelecto fabrica a partir de otras ideas, es decir, las invenciones de la imaginación.
- Innatas: Ideas que ya están presentes en la mente, como las de “pensamiento” y “existencia”, las cuales no dependen de la experiencia externa y se consideran fundamentales para construir el conocimiento.
Existencia de Dios en Descartes
La idea de Dios como idea innata: Descartes identifica la idea de Dios como una idea innata, que no puede ser adventicia (proveniente de los sentidos) ni facticia (creada por la mente). La idea de Dios, como una sustancia infinita y perfecta, tiene características que no podrían ser modificadas por el sujeto, lo que confirma su origen innato.
Tres pruebas de la existencia de Dios:
- Primera prueba (a posteriori): La causa de la idea de un ser infinito debe ser también infinita. Como el sujeto pensante no puede ser infinito, debe existir un ser infinito, es decir, Dios, como la causa de esta idea.
- Segunda prueba (a posteriori): El sujeto no puede ser causa de sí mismo, ya que sería un ser finito y imperfecto. Como el sujeto tiene la idea de la perfección, y esa perfección no puede haber venido de él mismo, debe concluirse que un ser perfecto (Dios) es su causa.
- Tercera prueba (a priori): Descartes recurre al argumento ontológico, similar al de San Anselmo. La esencia del Ser perfecto implica la existencia de ese Ser, porque un Ser perfecto no puede ser concebido como no existente, de la misma manera que un triángulo no puede ser concebido sin tres ángulos.
La garantía de la verdad: Tras demostrar la existencia de Dios, Descartes afirma que la existencia de un Ser perfectamente bueno asegura la veracidad de las ideas claras y distintas del sujeto. Esto elimina la posibilidad de un genio maligno que engañara al sujeto, y garantiza que las ideas claras y distintas del sujeto corresponden con la realidad, siendo por tanto verdaderas.
La Res Extensa en Descartes
- Existencia del mundo: Descartes establece que la existencia del mundo es garantizada por la existencia de Dios. Si Dios existe, es infinitamente bueno y veraz, lo que asegura que no me engañaría al creer que el mundo existe. Así, el mundo existe porque puedo percibirlo de manera clara y distinta.
- La Res Extensa: La «res extensa» es la tercera sustancia propuesta por Descartes, cuya característica esencial es la extensión. Esto se refiere a la extensión en un sentido geométrico, lo que implica que las propiedades asociadas a esta extensión son las que podemos percibir de manera clara y distinta.
- Modelo mecanicista del mundo: Descartes describe el mundo como un sistema mecanicista, comparándolo con una máquina. La realidad física está compuesta por cuerpos en movimiento que obedecen a fuerzas dentro de un espacio geométrico que puede ser cuantificado matemáticamente.
- Determinismo y causalidad eficiente: Este modelo mecanicista es determinista, lo que significa que si se conocen adecuadamente los elementos presentes en un momento dado de la materia, se pueden predecir con exactitud los estados futuros. El mecanicismo prescinde de la teleología (finalidad) y se enfoca únicamente en la causalidad eficiente, es decir, en cómo las fuerzas mecánicas producen efectos sin necesidad de recurrir a causas finales o propósitos.
- Reducción de propiedades secundarias: El mecanicismo también implica una reducción de las propiedades de la realidad material. Descartes excluye de la realidad aquellas cualidades secundarias, como el color, el sabor o el olor, ya que no pueden ser expresadas en términos matemáticos. Solo las propiedades que pueden ser cuantificadas o medidas de manera matemática se consideran reales dentro de este modelo.
Del Dualismo al Materialismo Mecanicista
Descartes distingue tres esferas de la realidad: Dios (sustancia infinita), el yo (sustancia pensante) y los cuerpos (sustancia extensa). La sustancia es una cosa que existe por sí misma, sin necesidad de otro ser para existir. Sin embargo, esta definición solo aplica de manera absoluta a Dios, ya que las sustancias finitas (el alma y los cuerpos) dependen de Él para existir.
El objetivo de Descartes al separar el alma (pensamiento) y el cuerpo (extensión) es defender la autonomía del alma frente a la concepción mecanicista del mundo, donde no hay espacio para la libertad. Esta separación resalta la independencia de las dos sustancias, pero plantea el problema de cómo se comunican entre sí, problema que Descartes intenta resolver señalando la glándula pineal, aunque sus críticos consideran que no lo hace adecuadamente.
El monismo panteísta de Baruch Spinoza
Baruch Spinoza, filósofo neerlandés de origen sefardí, intenta resolver el problema planteado por Descartes. Según Spinoza, solo Dios es sustancia, ya que tanto la res cogitans como la res extensa dependen de Él para existir. Su metafísica es monista, ya que reduce toda la realidad a una única sustancia, y es panteísta al identificar a Dios con la naturaleza. Los seres finitos son manifestaciones de la sustancia divina: el pensamiento divino se manifiesta en los sujetos pensantes, y la extensión divina en los cuerpos.
Para Spinoza, Dios es eterno, libre y necesario, ya que su existencia está determinada por su esencia. No existe ninguna realidad contingente; todo es necesario y no podría haber sido de otra manera. En su visión, Dios y el mundo no son entidades separadas, sino que Dios y la naturaleza son la misma realidad, mostrando una mezcla de libertad y necesidad característica de su filosofía.
El corporeísmo de T. Hobbes
Thomas Hobbes reduce la realidad a la sustancia extensa, considerando que todo se compone de cuerpos en movimiento. Acepta el mecanicismo y el determinismo como principios explicativos de la realidad, negando la existencia de una realidad inmaterial. Su filosofía puede considerarse un corporeísmo, ya que abandona el dualismo cartesiano pero no adopta completamente el materialismo.
Newton y el problema de la naturaleza
Isaac Newton, en sus Principios matemáticos de filosofía natural, explica los fenómenos naturales mediante la observación, experimentación y matemáticas. Fuera del ámbito científico, ofrece una visión metafísica en la que la naturaleza es una gran máquina regida por leyes matemáticas. La naturaleza es simple, uniforme y sigue un diseño proyectado por un ser supremo e inteligente, cuya existencia es lo único que se puede conocer.
El Empirismo
El empirismo, junto con el racionalismo, es una de las principales corrientes filosóficas de la modernidad, y se desarrolló principalmente en el mundo británico. John Locke (1632-1704) defendió la idea de que el conocimiento se origina en las ideas simples provenientes de la experiencia sensorial. Para Locke, la única forma de verificar un conocimiento era contrastarlo con la experiencia. Por su parte, David Hume (1711-1776) radicalizó estas ideas, cuestionando la certeza de las percepciones y añadiendo una perspectiva más escéptica sobre lo que se puede conocer a través de los sentidos.
Vida y obras de Hume
David Hume nació en Edimburgo en 1711 y estudió jurisprudencia antes de dedicarse a la literatura y la filosofía en Francia. Su obra más importante, Tratado de la naturaleza humana, fue publicada entre 1739 y 1740, pero no tuvo éxito en su época. A lo largo de su vida, trabajó en diversas funciones, incluidas la de bibliotecario en la Universidad de Edimburgo y secretario personal del general St. Clais. Sus escritos incluyen también Investigaciones sobre el entendimiento humano (1748) y Diálogos sobre la religión natural (1779). Murió en 1776.
Teoría del conocimiento de Hume
Hume desarrolló una teoría del conocimiento basada en las percepciones, distinguiendo entre impresiones (percepciones más intensas) e ideas (menos vivas). Sostenía que todas las ideas provienen de las impresiones correspondientes y que no hay ideas innatas. Además, criticó la validez del principio de causalidad, argumentando que no hay evidencia de una conexión necesaria entre causa y efecto. Según él, nuestras creencias en estas conexiones provienen del hábito, no de la razón. También cuestionó el valor de la inducción, pues no podemos asegurar que futuras observaciones se ajusten a patrones previos.
La realidad según Hume
Hume rechazaba la noción tradicional de sustancia como un sustrato permanente y unificado de las impresiones. Para él, las ideas de sustancia, espacio y tiempo no son más que colecciones de cualidades unidas por la imaginación. Además, negó la posibilidad de probar racionalmente la existencia del mundo exterior, argumentando que solo tenemos acceso a percepciones subjetivas. En cuanto al «yo», Hume sostenía que no existe un «yo» permanente detrás de las percepciones; más bien, este es una colección de percepciones que se suceden sin una identidad constante.