una narración al relato de unos hechos, reales o ficticios, que les suceden a unos personajes, principales y secundarios, en un tiempo y espacio determinados.
Según la intención del autor se clasifican en informativos y literarios.
Los primeros pretenden transmitir un hecho real de modo objetivo y ordenado, utilizando un léxico claro y preciso ya que la finalidad es informar. Es propio, por ejemplo, de la noticia (periodismo), del relato de hechos del pasado (historiador), de un informe judicial (jurista) o científico (investigador), etc.
Los segundos relatan hechos imaginarios (aunque tengan una similitud con la realidad), de forma subjetiva, con un lenguaje especialmente cuidado (utilizan figuras retóricas) y con la finalidad principal de entretener al lector.
Toda narración contiene una serie de elementos propios de esta forma de elocución: son el narrador, los personajes, la acción, el tiempo y el espacio.
El narrador es la voz que nos sale del texto y que nos cuenta la historia. Es una voz imaginaria, no real. Quien es real es el autor: la persona física y real que escribe, materialmente, la historia. De modo que hemos de diferenciar autor y narrador.
Hablamos del punto de vista del narrador cuando nos referimos a quién nos cuenta la historia. Puede estar en 1ª persona si nos lo cuenta la persona a la que le están sucediendo los hechos –protagonista– participa en un segundo plano –personaje secundario–, o simplemente los está observando –testigo–.
Un ejemplo de 1ª persona protagonista es la novela El Lazarillo de Tormes. En cambio, La aventura de la inquilina del velo de Arthur Conan Doyle es un ejemplo de personaje secundario.
El narrador en 2ª persona se dirige directamente al lector. Es una creación literaria relativamente moderna, propia de la literatura experimental, pues es difícil mantenerse esa forma de escritura sin que canse al lector. No obstante, hay algunos ejemplos de cierto nivel literario como Diario de invierno de Paúl Auster. Es frecuente encontrarlo en los blogs personales y, por supuesto, en las narraciones epistolares.
En 3ª persona están escritas la mayoría de las novelas, cuentos y leyendas. Si conoce los pensamientos y sentimientos de los personajes, diremos que es un narrador omnisciente. Si relata simplemente lo externo, lo que se podría ver y oír, es un narrador observador.
Esta es una clasificación sencilla, pues, con el tiempo, se ha ido complicando un poco. En Metamorfosis de Kafka únicamente sabemos lo que pasa en la mente del protagonista, el joven Gregory Samsa. En Rosaura a las diez de Marco Denevi, cada capítulo está contado por un personaje diferente. En el cuento La señorita Cora de Julio Cortázar, vamos pasando de una voz narrativa a otra sin solución de continuidad. Los dos últimos ejemplos se encuadran dentro del perspectivismo múltiple, esto es, cada personaje cuenta desde su punto de vista la misma historia.
El protagonista es aquel personaje que desempeña el principal papel en la historia. Los personajes secundarios son aquellos que influyen en la acción, a veces de modo relevante o decisivo, pero que lo hacen como complemento de la historia principal que es la del protagonista.
La acción es la sucesión de hechos que comprende el argumento del relato. El ritmo de la acción se suele acelerar o ralentizar en función de la intención del autor. En general, la acción se ralentiza con la inclusión de descripciones o monólogos interiores, y se acelera con la sucesión rápida de verbos de acción y en pretérito perfecto simple, con abundancia de oraciones simples, resúMenes narrativos, etc.
El tiempo narrativo clásico es lineal. Se caracteriza por estar ordenado: planteamiento, nudo y desenlace (lo que fijó Lope de Vega para el teatro). Actualmente encontramos múltiples variantes de saltos temporales: analepsis o retrospección (evocar acontecimientos anteriores al momento de la narración) y prolepsis o anticipación (adelantar sucesos posteriores).
También hemos de distinguir el tiempo interno del relato del tiempo o periodo histórico (si fuese el caso) en el que se desarrolla la acción.
El espacio es el lugar o lugares donde se desarrolla la acción. Puede ser real o fantástico; reconocible o no.
En cuanto a las carácterísticas lingüísticas de los textos narrativos podemos destacar los siguientes:
– Utilización de pronombres de 1ª o 3ª persona según el tipo de narrador y el punto de vista que adopte (omnisciente, protagonista, testigo).
– Uso de los verbos de acción, predominio del pretérito perfecto simple (acción puntual y acabada, dinamiza la acción), en menor medida, el pretérito imperfecto (como elemento descriptivo, ralentiza la acción) y, en ocasiones, el presente de indicativo con valor actualizador de hechos pasados.
– Abundancia de oraciones predicativas frente a las copulativas.
– Presencia de palabras y expresiones que indican el tiempo y el lugar de los sucesos. Empleo de recursos deícticos (adverbio de lugar y tiempo; pronombres). Abundancia de oraciones subordinadas temporales.
– La coherencia conseguida por medio de la acción, de los personajes que la desarrollan y por el orden y progresión de los acontecimientos.
– La cohesión basada, principalmente, en el empleo de conectores temporales.
– En cuanto a la sintaxis, si en ella abundan oraciones compuestas y períodos oracionales largos, el ritmo de la narración se hace más lento; si son frecuentes oraciones cortas y precisas, indica un mayor ritmo narrativo.
– Oraciones enunciativas, función representativa del lenguaje.
– Si el texto es literario: utilización de recursos como metáforas, metonimias, antítesis, paradojas, ironías, etc.
– Dentro del texto narrativo pueden encontrarse otros tipos de textos: descripciones, diálogos, reflexiones, etc.
DESCRIPCIÓN
Es un tipo de texto que pretende «pintar con palabras», mostrar las carácterísticas de una persona, animal, objeto, ambiente, paisaje, época, sentimiento, etc. Para que el receptor se haga una idea lo más aproximada posible a su naturaleza.
Desde el punto de vista del emisor se clasifican en objetivas y subjetivas.
Las primeras, también llamadas técnicas o científicas, pretender dar a conocer la realidad tal y como es. Es propia de textos científico-técnicos, donde se utiliza un lenguaje preciso y léxico especializado (por tanto, son frecuentes, según los casos, los tecnicismos, cultismos o neologismos).
Las segundas están asociadas a las descripciones literarias. En ellas predomina la finalidad estética y el punto de vista subjetivo del autor. Según esa intención y su adecuación a la realidad pueden ser realistas, impresionistas, idealizantes o deformantes. Según el objeto descrito pueden ser de personas –se llama prosopografía si describe los rasgos externos; etopeya si hace referencia al carácter, y a la combinación de los dos, retrato; y si la descripción es deformante, caricatura. También puede ser descritos animales (zoografía), objetos (pragmatografía), lugares (topografía), ambientes, procesos temporales (cronografía), etc. Según el dinamismo, las descripciones son estáticas (las más comunes, retratan realidades fijas, como una fotografía que capta un instante) o dinámicas (muestran un proceso temporal).
Las carácterísticas lingüísticas más comunes de los textos descriptivos son:
– Abundancia de sustantivos y de adjetivos calificativos para expresar sus cualidades. En las descripciones realistas predomina el sustantivo concreto sobre el abstracto; no así en aquellas de contenido intelectual. Según sea descripción objetiva o subjetiva el léxico es denotativo o connotativo.
– Predominio del sintagma nominal sobre el verbal. Son frecuentes las enumeraciones.
– El uso de formas verbales del presente atemporal y del pretérito imperfecto de indicativo; verbos copulativos (señalán estados frente a los de acción) y tiempos verbales de aspecto durativo (universalidad).
– El empleo de oraciones enunciativas y copulativas (frente a las predicativas; ya que indican estados, no acciones).
– Predominio de la sintaxis sencilla. Uso de oraciones yuxtapuestas, coordinadas y las subordinadas adjetivas.
– La cohesión se apoya en recursos como la definición, la enumeración y la comparación, y el empleo de organizadores textuales y de conectores (adición, contraste, explicación y ejemplificación).
– Recursos literarios más frecuentes: metáfora, comparación, sinestesia, personificación, etc.
EXPOSICIÓN
La exposición es la explicación clara, ordenada y objetiva de un proceso, de unos conocimientos o de una realidad. Con frecuencia la encontramos junto a la argumentación, cuando pretende dar un orden a los elementos que componen sus razonamientos.
La clasificamos, por una parte, en científicas y divulgativas.
Las primeras van dirigidas a un público especializado en una materia concreta. No las solemos analizar en clase por su dificultad de comprensión, ya que en ellas abunda un lenguaje hermenéutico, es decir, difícil de entender para el profano en la materia. Lleno de tecnicismos, léxico denotativo, adjetivos especificativos, sustantivos con significados precisos y unívocos, etc.
Las exposiciones divulgativas tienen finalidad didáctica, esto es, informar a un público general –de un nivel cultural medio– de una materia científica, en un lenguaje próximo y comprensible, para que adquiera una idea general de la materia, pero sin abordar cuestiones muy técnicas ni utilizar un vocabulario complejo, pues dificultaría su comprensión. Por ello, se utiliza algunos tecnicismos –que con frecuencia se explican–, definiciones, aclaraciones de conceptos o procesos, ejemplos, comparaciones y metáforas, etc.
En función de dónde se encuentre la idea principal, las exposiciones se clasifican en:
– inductiva o sintetizante. Va de lo particular a lo general; la idea principal aparece al final como conclusión.
– deductiva o analizante. Va de lo general a lo particular; se inicia el texto con la idea que desarrollará a continuación.
– encuadrada. El texto se inicia con la idea principal que se repite, a modo de resumen, al final del texto.
Las carácterísticas lingüísticas más comunes de los textos expositivos son:
– Predominio de la función referencial y modalidad enunciativa; tendencia a la objetividad.
– Favorece la precisión: léxico denotativo; presencia de neologismos, tecnicismos, adjetivos especificativos y complementos del nombre; uso de definiciones; enumeraciones; uso de datos y citas de autoridad.
– Verbos en 3ª persona en presente gnómico –o atemporal– (también pretéritos imperfectos). A veces se utiliza la 1ª persona del plural –plural de modestia– («pongamos sobre un recipiente 15 gramos…»).
– Empleo frecuente de oraciones copulativas, construcciones con se (impersonal y pasiva refleja, que imprime apariencia de objetividad), tendencia a la nominalización («la salida del sol», frente a «cuando sale el sol»);
– Abunda las oraciones subordinadas adverbial de relación lógica (causales, finales, condicionales). Entre las coordinadas presenta especial preponderancia la explicativa. Presencia de guiones y paréntesis explicativos.
– La coherencia conseguida con la organización de las ideas del texto en tres partes: introducción, desarrollo y conclusión. Orden expositivo: analizante o deductivo (tesis y demostración), sintetizante o inductivo (pruebas y tesis) o encuadrado (tesis, demostración, conclusión).
– La cohesión basada en recursos de repetición y sustitución.
– Escasean las figuras retóricas: algunas comparaciones y metáforas sencillas que favorecen la explicación.
ARGUMENTACIÓN
La argumentación tiene como finalidad persuadir. Se aportan razones para defender o refutar una opinión. Hemos visto que puede combinarse con la exposición, aunque también podemos encontrar formas narrativas e incluso descriptivas que sirven para reforzar el texto argumentativo.
Pero la principal similitud es con la exposición. La clásica organización en tesis-cuerpo argumentativo-conclusión (estructura analizante o deductiva); las variantes, introducción-argumentación-tesis (estructura sintetizante o inductiva), tesis-argumentación-tesis (estructura encuadrada); tesis1-antítesis1 – tesis2-antítesis2, etc. (estructura en paralelo), etc., suele apoyarse en una estructura expositiva.
Las argumentaciones van desde un estilo pretendidamente objetivo y científico como puede ser el tratado humanístico (filosófico, literario, histórico, sociológico, etc.) y científico (sobre física, matemáticas, geología, etc.), basados en una investigación rigurosa, a otros de carácter más divulgativo. Entre estos últimos destaca el ensayo (un escrito en prosa donde se analiza un tema con cierto rigor y profundidad en el que se sostiene una tesis sustentada por argumentos racionales, de carácter divulgativo y con intención didáctica), el artículo de opinión (un escrito periodístico de longitud media en el que un especialista en un tema de actualidad da un enfoque personal) y la columna periodística (de estilo personal, en el que un colaborador habitual escribe sobre cualquier tema, sea o no actual, aunque de cierto interés general).
No todos los textos argumentativos se apoyan en una estructura expositiva. Los últimos ejemplos vistos, especialmente la columna, suele carecer de tal estructura. En ello prevalece un aspecto muy propio de la argumentación: la subjetividad.
En cuanto a los tipos de argumentos presentan una amplia tipología: experiencia personal (muy persuasivo, por su proximidad al autor, pero poco rigurosa); argumento de autoridad o citas (una persona, revista o libro de renombre); ejemplificaciones (casos que prueban la tesis); generalizaciones (el famoso «todo el mundo lo hace», razonamiento peligroso pues puede caer con facilidad en la falacia); uso de proverbios y refranes (la «sabiduría popular»); hechos probados, estadísticas y datos; razonamiento lógico; oposición de contrarios; etc.
Las carácterísticas lingüísticas de los textos argumentativos varían según el estilo (entre un estilo formal y académico y otro estilo personal e informal hay mucha diferencia). Teniendo ello en cuenta podemos enumerar las siguientes:
– Frecuente léxico connotativo (adjetivos valorativos) y abstracto (verbos de pensamiento, sustantivos abstractos). Empleo de la 1ª persona o de la 3ª que deja patente la subjetividad del texto. Adaptación del léxico según el tipo de argumentación (culto, estándar, coloquial).
– Variedad en las modalidades oracionales: enunciativa (pretende mostrar objetividad, para dar verosimilitud), exclamativa (muestra alto grado de implicación), interrogativa (llamar la atención), exhortativa (captar la atención del lector, hacerle partícipe), dubitativa…
– Predominio de la función apelativa del lenguaje (persuadir), también la referencial (transmitir información), expresiva (según la implicación del autor), sin renunciar a la función poética y fática (llamada de atención).
– Para expresar los argumentos con claridad se tiende a utilizar una sintaxis elaborada con periodos oracionales extensos, predominan las oraciones compuestas, especialmente las subordinadas (comparativas, condicionales, causales y consecutivas), aunque entremezcladas con oraciones coordinadas.
– Los elementos de cohesión más utilizados son las repeticiones léxicas y semánticas, los marcadores textuales que indican orden y relación lógica entre los enunciados (contraste, causa-efecto, etc.).
– Figuras retóricas de pensamiento: metáforas, comparaciones, paradoja, ironía, antítesis, etc.