Recepción medieval de la filosofía aristotélica


Recepción medieval de la filosofía aristotélica

La recepción medieval de la filosofía aristotélica se produce, fundamentalmente, a través de obras de los filósofos árabes Avicena (980-1037) y Averroes (1126-1198).
La obra de Avicena supondrá, en rigor, el primer intento de armonización entre teología y filosofía. Integrará, en su propuesta, elementos propios del neoplatonismo, del aristotelismo y de la religión islámica. Tomás de Aquino tomará de Avicena la distinción entre esencia-existencia y ser necesario-ser contingente.
Averroes, de origen cordobés, reformulará la propuesta de Avicena al prescindir de todo elemento neoplatónico en un intento de armonizar la fe (islámica) con la razón. En este sentido, su obra supone la primera gran síntesis entre teología y aristotelismo. Al mismo tiempo, será el primer gran comentador de las obras de Aristóteles.
Los aspectos más destacados de su propuesta son:
  • No existe una doble verdad, ya que no existe contradicción alguna entre fe y razón, teología y filosofía. En caso de existir una posible contradicción, deberá prevalecer la verdad alcanzada desde la razón. Esto no supone una contradicción. Solo implicará que habrá de profundizarse en una correcta y mejor interpretación del Corán, libro sagrado de la religión musulmana.
  • Afirmará, al igual que Aristóteles, que la materia (prima) es eterna y defenderá, al mismo tiempo, el acto creador de Dios. Esta posible contradicción la solventará al señalar que, dado que Dios es eterno, sus actos (crear) también tendrán que serlo.
  • Finalmente, y siguiendo de nuevo las tesis aristotélicas, defenderá la inmortalidad de ese entendimiento agente común a todos los seres humanos. El alma individual es mortal.
La obra y el pensamiento de Averroes marcará la tarea filosófica de la escolástica en un doble sentido: en primer lugar, por posibilitar la recepción de las obras aristotélicas; en segundo lugar, por proponer una síntesis entre fe y razón que acepta elementos contrarios a la propia fe, no solo de la musulmana, sino también de la cristiana.
Al calor de las tesis de Averroes, se desarrollará en la Universidad de París el denominado averroísmo latino, movimiento filosófico que se erigirá en el defensor de un aristotelismo puro. Aceptará las tesis averroístas y acentuará esa separación entre fe y razón latente, en cierto sentido, en el pensamiento de Averroes.
Siger de Brabante (1235-1282), máximo representante del averroísmo latino, defenderá la teoría de la doble verdad. Teología y filosofía, fe y razón, poseen su propio campo de verdades y pueden darse verdades diametralmente opuestas y sin que ello implique contradicción. De esta forma, se solventan las posibles incongruencias que puedan darse.
Tomás de Aquino, que también propondrá una síntesis entre aristotelismo y teología cristiana (en su caso), superará esa teoría de la doble verdad:
No es posible un conflicto entre la fe y la razón, pues, en última instancia, la verdad depende de Dios. Entre le y razón existe armonía. Esta última se concreta en autonomía y colaboración. La autonomía queda delimitada en la distinción entre artículos de fe y verdades naturales. La colaboración se establece en los preámbulos de la fe.
Los preámbulos de la fe constituyen el terreno donde convergerán teología y filosofía. Así, por ejemplo, la inmortalidad del alma es una verdad a la que se puede acceder tanto desde la fe como desde la razón. Si la razón no llegara a esa verdad, no sería ni por un error de la fe ni por una errónea interpretación de la enseñanza divina. El error residirá en la propia razón, en su proceder y en su modo de argumentar.

Conocimiento y demostración de la existencia de Dios

Tomás de Aquino y Descartes coinciden en concebir a Dios como sustancia infinita y perfecta y como causa final de todo inexistente. Sin embargo, diferirán en el modo de demostrar su existencia y en el porqué de la necesidad de dicha demostración.
Las diferencias demostrativas serán consecuencia de sus propias tesis epistemológicas. Las diferencias en cuanto a tal necesidad demostrativa estribarán en el cimiento propio de cada una de sus propuestas filosóficas

Diferencias demostrativas

Tomás de Aquino, siguiendo la propuesta aristotélica, afirmará que nuestro conocimiento comienza con los datos que nos proporcionan los sentidos. La mente es una tabula rasa y no posee ideas innatas. El conocimiento es a posteriori y no a priori.
Estas premisas epistemológicas influirán notablemente en su propuesta destinada a demostrar la existencia de Dios. Por un lado, dicha existencia no es evidente, por otro, deberá partir de los efectos que observamos en la creación para llegar desde ellos, y aplicando el principio de causalidad, a Dios.
Este modo de proceder supone una demostración a posteriori de la existencia de Dios que queda concretada, en la propuesta tomista, en cinco vías o caminos: movimiento, causalidad, contingencia, grados de perfección, gobierno del mundo.
Descartes, en su propuesta epistemológica racionalista, desecha el testimonio de los sentidos, pues inducen al error. El conocimiento tiene su origen en la razón. La razón es la única fuente válida de conocimiento.
La razón posee unos primeros principios -verdades evidentes por sí mismas que no se extraen de la experiencia de los que, por deducción, puede extraer todos los demás conocimientos. Descartes defiende, en este sentido, la existencia de ideas innatas.
Una de estas ideas innatas es la idea de Dios en cuanto a su infinitud y perfección. Descartes demostrará su existencia a partir de dicha idea. Su demostración, por tanto, es a priori (y no a posteriori como en el caso tomista).

Por qué demostrar la existencia de Dios

Tomás de Aquino necesita demostrar la existencia de Dios dado que toda su propuesta filosófica gira en torno a la necesidad de armonizar la fe con la razón. Si la demostración de Dios no fuera posible desde la razón -cinco vías-, todo su proyecto filosófico carecería de sentido. La necesidad tomista de Dios es ontológica.
Descartes necesita demostrar la existencia de Dios porque necesita que sea el garante de la evidencia, es decir, de un conocimiento cierto e indubitable. La necesidad cartesiana de Dios es epistemológica.

Santo Tomás nunca duda de la existencia de Dios pero considera necesario y posible demostrar su existencia puesto que creer en él es garantía de salvación. Esta idea, así como su formación aristotélica, racional, le va a llevar a demostrar la existencia de Dios. Lo primero que necesita demostrar es que la existencia de Dios no es una verdad evidente, después demostrar que puede ser demostrado y por último demostrarla. En relación a si la existencia de Dios es una verdad evidente se encuentra con tres argumentos que así lo creen: el de San Anselmo, el de Juan Damasceno y el propio evangelio de S. Juan. Los cuales los rebate. Una vez demostrado que la existencia de Dios no es una verdad evidente, pasa a probar si puede demostrarse para lo cual recurre demostraciones (?) a la definición y distinción entre varias. Por último lo demuestra recurriendo a cinco vías:

El concepto de ‘vía’ no es originario de Sto. Tomás, ya fue utilizado por otros autores. Sto Tomás tampoco pretende apropiarse del concepto. Las pruebas tomistas son pruebas basadas en el principio de causalidad y esencialmente metafísicas, en tanto que la primera causa a la que conducen está más allá de la naturaleza. Las cinco vías tienen una estructura similar:
  • Constatación de un hecho experimental.
  • Aplicación del principio de causalidad.
  • Afirmación de la imposibilidad de una sucesión infinita de causas.
  • Conclusión de la necesidad de una causa primera que identifica con Dios.

Primera: vía del movimiento.

Es innegable que en el mundo existe el movimiento. Todo movimiento tiene una causa exterior a él mismo ya que algo no puede ser a la vez motor que mueve y cosa movida. Pero se necesita un motor que mueva a otro para justificar el movimiento y entonces tendríamos que remitirnos a una cadena infinita de motores, lo cual es imposible puesto que no habría un primer motor. Es necesario un primer motor inmóvil que no sea movido por nadie, y éste es al que todos llamamos Dios.

Segunda: Vía de la causa eficiente.

La causa es anterior al efecto, por este motivo nada puede ser causa y efecto de sí mismo. Toda causa está causada, pero no es posible una cadena infinita de causas eficientes, pues si no hay una primera causa eficiente no existen las demás. Así pues es necesaria una primera causa eficiente, que es a la que llamamos Dios.

Tercera: La vía de lo posible.

Todos los seres de la realidad existen pero podrían no existir, pues son contingentes. Puesto que lo contingente no tiene en sí mismo la explicación de su existencia, si todos los seres fueran contingentes, no existiría nada. Es pues necesario que exista un ser necesario: Dios. Esta vía puede tener su origen en Maimonides y Avicena.

Cuarta: Vía de los grados de perfección.

En la naturaleza hay seres buenos, nobles, verdaderos. Para que pueda hablarse de un más o un menos en la perfección de los seres es necesario que haya un ser perfecto que haga posible la comparación: Dios. Éste se convierte en criterio de valoración. El fundamento de esta vía es más platónico que aristotélico.

Quinta: Vía del gobierno del mundo.

Todos los seres irracionales tienden a un fin. Esto sólo es posible si alguien los dirige, a la manera como un arquero dirige la flecha. Luego tiene que existir un ser inteligente que dirija todas las cosas: Dios. Esta vía El propio Sto. Tomás la sitúa en Juan Damasceno, aunque había sido usada por los estoicos y era muy común entre los cristianos.

Para la escolástica cada ciencia tiene su propio objeto. Descartes pretende la unificación de todas las ciencias ya que considera que es un solo espíritu pensante quien ha de abarcarlas, esto supone la creación de un único método. Esto sólo puede conseguirse por medio del proceder matemático. Para conseguir esto es necesario:
  • Formular unas normas de moral provisional.
  • Formular un método.
  • Desarrollar diferentes ciencias comenzando por la metafísica y siguiendo con la física y las demás ciencias.
La definición que da de método es la siguiente: ‘Entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará munca nada falso como verdadero, y no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de lo que es capaz’. Este método permitirá a Descartes progresar ordenadamente en la adquisición de la verdad y fundamentar la unidad de la ciencia.
El método consta de cuatro preceptos inspirados en la forma de demostración matemática. El orden de las reglas se basa en las principales operaciones de la mente. Intuición, deducción (analítica y sintética) e inducción lógica.

Primera regla: regla de la evidencia.

Esta regla establece el criterio de evidencia como criterio de verdad. Una verdad evidente es aquella que se presenta a la mente con claridad y distinción. Una idea es clara cuando se presenta de un modo presente y manifiesto a un espíritu atento. Una idea es distinta cuando no puede confundirse con ninguna otra. Mediante las ideas claras y distintas el entendimiento, por medio de la intuición, capta los elementos más simples de los que se componen todos los objetos. A estas partes simples Descartes las llama naturalezas simples. La evidencia es una intuición intelectual y no admite grados por lo que se rechaza todo lo probable. Excluye la precipitación ya que supondría admitir como evidente algo que en principio nos resultase confuso.

Segunda regla: Regla del análisis.

Consiste en la descomposición de una idea compleja en sus elementos más simples. Es un procedimiento que va de lo desconocido a lo conocido. Permite llegar a las naturalezas simples y a comprenderlas al observar cómo dependen unas de otras.

Tercera regla: regla de síntesis o composición.

Esta regla consiste en establecer un orden lógico en la deducción partiendo de las naturalezas simples y alcanzando lo complejo.

Cuarta regla: regla de la enumeración.

Es la comprobación y revisión de todo el proceso a fin de no omitir nada.

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