Recorrido Histórico por España: Prehistoria, Al-Ándalus y Reinos Cristianos


Historia de España: Desde la Prehistoria hasta los Borbones

Prehistoria en la Península Ibérica

1.1: La Prehistoria abarca desde el origen del ser humano hasta la aparición de la escritura. Comienza con el Paleolítico, un periodo marcado por las glaciaciones que afectaron el clima de la península Ibérica. En Atapuerca (Burgos) se han encontrado restos importantes: en la Sima del Elefante, una especie sin catalogar de hace 1.250.000 años; en la Gran Dolina, el Homo antecessor (900.000 años); y en la Sima de los Huesos, preneandertales (500.000 años). Hace 200.000 años, el Homo neanderthalensis desarrolló la cultura musteriense, siendo nómadas con una economía de caza, pesca y recolección. Hace 40.000 años, el Homo sapiens llegó a Europa, destacándose en el arte rupestre franco-cantábrico, como en Altamira, con figuras polícromas de animales. Tras la última glaciación, el Mesolítico (10.000 a.C.) trajo el arte levantino, con figuras esquemáticas. En el Neolítico (5500-3000 a.C.) se produjo la sedentarización gracias a la agricultura y ganadería, junto con la aparición de la cerámica y el tejido. Esto dio paso al desarrollo de la metalurgia, que marca el Calcolítico (3000-2000 a.C.), la Edad del Bronce (2000-800 a.C.) y la Edad del Hierro (800-218 a.C.).

Al-Ándalus: El Legado Musulmán en la Península Ibérica

2.1: Al-Ándalus fue el estado musulmán que se estableció en la península Ibérica tras la victoria en Guadalete (711) sobre el último rey visigodo, Rodrigo. Sus fronteras quedaron definidas tras las derrotas musulmanas en Covadonga (722) frente a los astures y en Poitiers (732) frente a los francos. Al principio, fue un emirato dependiente del califato omeya de Damasco, pero en 756 Abderramán I, tras escapar de la matanza de su familia en Oriente, proclamó un emirato independiente que consolidó el poder musulmán. En 929, Abderramán III se declaró califa, iniciando el Califato de Córdoba, que alcanzó su esplendor cultural y político bajo Al-Hakam II. A su muerte, Almanzor tomó el poder de forma dictatorial, pero tras su fallecimiento en 1002 comenzó una etapa de inestabilidad que llevó a la desintegración del califato en 1031, dando lugar a los reinos de taifas. Pese a su riqueza cultural, los taifas eran débiles militarmente, lo que permitió a Alfonso VI conquistar Toledo en 1085. Los taifas pidieron ayuda a los almorávides, que derrotaron a Alfonso VI en Sagrajas (1086) e incorporaron Al-Ándalus a su imperio. Sin embargo, los almorávides no consolidaron su poder y fueron reemplazados por los almohades en 1146, quienes unificaron nuevamente Al-Ándalus y lograron victorias como la de Alarcos (1195). No obstante, fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) por una coalición cristiana. Tras la caída del poder almohade, solo sobrevivió el reino Nazarí de Granada, que permaneció como vasallo de Castilla hasta su conquista final en 1492 por los Reyes Católicos.

2.2: La economía de Al-Ándalus se basaba principalmente en una próspera agricultura, con nuevos cultivos como arroz y cítricos, y avanzadas técnicas de regadío. También se desarrollaron la ganadería, la minería y una artesanía destacada en textiles, cuero, alfarería y vidrio, junto a un activo comercio en zocos y puertos. Se acuñaron monedas como el dinar de oro y el dirham de plata. Socialmente, se diferenciaban la nobleza (Jassa) y el pueblo (Amma). Con el tiempo, una parte de la población cristiana, los muladíes, se convirtió al Islam, aunque los cristianos mozárabes estaban menos integrados que los judíos. La cultura estaba influida por el Corán y la sharía, y Córdoba se convirtió en un importante centro intelectual durante el emirato y califato. Destacan figuras como Ibn Hazn y monumentos como la mezquita de Córdoba y Medina Azahara. Durante los reinos de taifas, continuó el esplendor cultural en ciudades como Sevilla (poesía), Zaragoza (astronomía) y Toledo (ciencia), donde Al-Zarqali perfeccionó el astrolabio. A pesar de la posterior intolerancia de los almorávides y almohades, surgieron grandes filósofos como Abentofail y Averroes. El reino nazarí de Granada mantuvo este legado, con su esplendor artístico reflejado en la Alhambra. Los judíos también contribuyeron al desarrollo en áreas como la medicina, la filosofía y la ciencia, destacando Maimónides. Tras la conquista cristiana, jugaron un papel clave como traductores, especialmente en Toledo bajo Alfonso X. Su legado cultural se puede ver en el urbanismo, la gastronomía y en palabras y expresiones del español, además de en sinagogas como Santa María la Blanca y El Tránsito en Toledo. Aunque fueron expulsados en 1492 por los Reyes Católicos, su herencia aún perdura.

Los Reinos Cristianos: Reconquista y Expansión

2.3: Tras la derrota visigoda en Guadalete (711), solo las zonas montañosas del norte quedaron fuera del control musulmán, dando lugar a los primeros núcleos de resistencia cristianos. En la primera etapa (siglos VIII-X), la victoria de Pelayo en Covadonga (722) permitió la creación del reino de Asturias, que se expandió hasta el Duero bajo Alfonso III. Tras su muerte en 910, León asumió el liderazgo y el condado de Castilla fue ganando autonomía. En los Pirineos surgieron estados como Pamplona y los condados de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Barcelona, que alcanzaron su independencia a finales del siglo X. En la segunda etapa (siglos XI-mediados del XII), la expansión cristiana hacia el Tajo y el Ebro fue favorecida por la caída del Califato de Córdoba (1031), aunque frenada temporalmente por almorávides (1086) y almohades (1146). La derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212) aceleró el avance cristiano. Castilla, unida a León desde 1230, avanzó por el Guadalquivir y Murcia, mientras Aragón, unida a Cataluña desde 1137, conquistó Levante y Baleares. El reino nazarí de Granada fue conquistado por los Reyes Católicos en 1492. Políticamente, los reinos se organizaban en torno a la monarquía, las Cortes y los municipios.

Organización Política de Castilla y Aragón

2.5: En Castilla, unida a León desde 1230 con Fernando III, la autoridad real se fortaleció desde el siglo XIII, apoyada en teorías sobre el origen divino del poder y en leyes como «Las Partidas» de Alfonso X y el «Ordenamiento de Alcalá» de Alfonso XI (1348). Se centralizó la administración con instituciones como el Consejo Real, la Cancillería y la Audiencia (1371). Los municipios pasaron de concejos abiertos a ayuntamientos controlados por regidores y corregidores, representantes del poder real. Tras la peste de 1348 y la guerra civil (1366-69) que llevó a Enrique II de Trastámara al trono, la nobleza fue fortalecida, aunque sus sucesores continuaron reforzando la corona, lo que debilitó lentamente las Cortes. El siglo XV vio una recuperación económica y demográfica, aunque con conflictos, como la guerra civil de 1474-1479 que llevó a Isabel la Católica al trono. En Aragón, una confederación de territorios con leyes propias, el poder real estaba limitado por las Cortes, que tenían competencias legislativas en Cataluña, Valencia y Aragón. El virrey representaba al monarca en su ausencia, y la expansión mediterránea de Aragón (Sicilia, Cerdeña y Nápoles) obligó a los monarcas a hacer concesiones a las Cortes, como el Privilegio General (1283) de Pedro III y el Privilegio de la Unión (1287) de Alfonso III, consolidando el «Pactismo». La Generalitat catalana surgió en 1359 como institución permanente para asegurar el cumplimiento de los acuerdos de las Cortes. Los municipios eran gestionados por consellers y consejos municipales de burgueses. Navarra, situada entre grandes reinos, estuvo bajo influencia francesa en algunos momentos. Al igual que Castilla y Aragón, sufrió la peste y guerras civiles en el siglo XV. Adoptó instituciones como el Consejo Real y las Cortes, con fueros que el rey debía jurar, y una administración similar a la castellana.

Los Reyes Católicos: Unificación y Modernización

3.1: El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469 supuso la unión dinástica de ambas Coronas, aunque cada reino mantuvo sus leyes e instituciones (Concordia de Segovia, 1475). Tras la guerra civil castellana (1474-1479), Isabel consolidó su trono y ambos monarcas impulsaron la unidad peninsular con la conquista de Granada (1482-1492), la anexión de Navarra (1512) y alianzas matrimoniales con Portugal. Promovieron la unidad religiosa con la expulsión de los judíos (1492) y la conversión forzosa de los mudéjares (1502). Para fortalecer la monarquía, reformaron el gobierno con el Consejo Real (1480), la Inquisición (1478) y la Santa Hermandad, además de reducir el poder de la nobleza y las Cortes. También reforzaron el control territorial con virreyes y corregidores, estableciendo un Estado más centralizado. A su muerte, su nieto Carlos I heredó ambos reinos en 1516.

Los Austrias Mayores: Carlos I y Felipe II

3.3: Carlos I y Felipe II, conocidos como los Austrias Mayores, llevaron la dinastía a su apogeo. Carlos I heredó en 1516 las Coronas de Castilla y Aragón, junto con territorios europeos y el derecho al título imperial, que obtuvo en 1519. Su reinado estuvo marcado por conflictos internos, como las Comunidades (1520-1522) y las Germanías (1519-1523), que fortalecieron la monarquía y debilitaron las Cortes. Enfrentó a Francia en cuatro guerras, al Imperio otomano en Viena (1532) y en el Mediterráneo, y a los protestantes de la Liga de Smalkalda. En 1556 abdicó en su hijo Felipe II, quien consolidó la hegemonía española tras la victoria de San Quintín (1557) y la Paz de Cateau-Cambrésis (1559). Fijó la capital en Madrid (1561) y gobernó de forma autoritaria con virreyes y consejos. Reprimió el protestantismo con la Inquisición y enfrentó la rebelión de los moriscos (1568-1570) y el motín de Zaragoza (1591). En el exterior, combatió la revuelta en Flandes (1566), derrotó a los otomanos en Lepanto (1571) y fracasó en la expedición de la Gran Armada contra Inglaterra (1588). En 1581 fue proclamado rey de Portugal, ampliando su imperio.

Los Austrias Menores: Decadencia del Imperio Español

3.4: Durante el siglo XVII, los monarcas Felipe III, Felipe IV y Carlos II, conocidos como los «Austrias menores», gobernaron España, marcados por la decadencia del poder español en Europa. Felipe III (1598-1621), apoyado por su valido, el duque de Lerma, implementó una política pacifista, destacando la «Tregua de los Doce Años» en 1609, pero la expulsión de los moriscos entre 1609 y 1614 empobreció el país. Felipe IV (1621-1665) fue asesorado por el conde-duque de Olivares, quien intentó reformas fiscales y militares, pero fracasó, lo que llevó a la crisis de 1640 y la pérdida de Portugal. Tras la Paz de Westfalia en 1648, España perdió a los rebeldes protestantes de los Países Bajos y, en 1659, el Rosellón y Cerdaña frente a Francia. Carlos II (1665-1700) se enfrentó a una grave crisis política y económica, con el apoyo de varios validos, pero la situación empeoró con revueltas y la pérdida de territorios, incluido Portugal en 1668. Su muerte en 1700 desató la Guerra de Sucesión, que debilitó aún más a España.

Guerra de Sucesión y el Ascenso de los Borbones

3.6: La falta de descendencia de Carlos II desató un conflicto de sucesión entre el archiduque Carlos de los Habsburgo y Felipe de Anjou, elegido finalmente como heredero. La guerra de sucesión comenzó en 1701 debido al apoyo de Luis XIV a Felipe V y las ventajas comerciales para Francia. La Gran Alianza de la Haya, compuesta por los Habsburgo, Reino Unido y las Provincias Unidas, se enfrentó al bando franco-español. La Corona de Aragón apoyó al archiduque, y Castilla a Felipe V. Tras victorias iniciales del archiduque, los Borbones triunfaron en Almansa, Brihuega y Villaviciosa. La muerte de José I en 1711 permitió la firma de la Paz de Utrecht en 1713, ratificada en 1714, que reconoció a Felipe V como rey de España. El Reino Unido ganó Gibraltar y Menorca. España, al fracasar en su política, firmó los “Pactos de Familia” con Francia en 1733, 1743 y 1761, participando en la Guerra de los Siete Años (1756-1763).

Sociedad, Economía y Cultura en los Siglos XVI y XVII

3.5: Entre los siglos XVI y XVII, la sociedad española continuó siendo estamental, con un notable aumento de la nobleza y el clero. La burguesía aspiraba a ennoblecerse mediante la compra de títulos y lograr el estatus de «cristiano viejo». En el siglo XVI, la población peninsular creció hasta los ocho millones, y Carlos I creó en 1520 el título de grandeza de España. Sin embargo, en el XVII, una crisis demográfica redujo la población en un millón, agravada por epidemias, guerras, la expulsión de los moriscos (1609-1614) y dificultades económicas. En el ámbito económico, el siglo XVI fue de desarrollo, con la Mesta y la exportación de metales preciosos de América, pero la inflación y la dependencia de los banqueros extranjeros afectaron a la economía. El siglo XVII, marcado por la recesión económica, vio el colapso de sectores como la agricultura, la ganadería y el comercio. A pesar de intentos de reforma, el endeudamiento y las guerras llevaron a las bancarrotas. Culturalmente, España vivió el Siglo de Oro, destacando el humanismo del XVI y el Barroco del XVII, con figuras como Francisco de Vitoria, Cervantes, Góngora y Velázquez, mientras la Inquisición limitaba el avance de la ciencia.

Reformas Borbónicas en América

3.8: En el siglo XVIII, la dinastía borbónica implementó reformas en América para mejorar la administración colonial y fomentar actividades económicas, como el comercio. En 1778, se aprobó el Reglamento de comercio libre, que abrió puertos al comercio transoceánico. Se redujo el poder del Consejo de Indias, que fue reemplazado por la Secretaría de Marina e India. Se crearon dos virreinatos más: Nueva Granada (Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador) y Río de la Plata (Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile), y se introdujo la división en intendencias. Además, se estableció un ejército permanente para defender el territorio. En 1767, Carlos III expulsó a la Compañía de Jesús. Aunque las reformas impulsaron la economía, también generaron descontento en los criollos, creando tensiones que serían clave en los procesos de independencia del siglo XIX.

La Ilustración y la Sociedad Española del Siglo XVIII

3.9: La dinastía borbónica difundió la Ilustración en diversos ámbitos, pero la economía española del siglo XVIII sufrió por la agricultura poco productiva, con tierras amortizadas de la nobleza y el clero. Las medidas propuestas, como el informe de Jovellanos de 1794, no fueron eficaces. La industria española era débil y no competía con otras naciones europeas; Carlos III intentó fomentarla con la creación de manufacturas reales y la abolición de la deshonra legal a los artesanos en 1783, pero solo en Cataluña se desarrolló la industria algodonera. El comercio se benefició de reformas como el Reglamento de Libre Comercio de 1778, que acabó con el monopolio de la Casa de Contratación. La sociedad seguía siendo estamental, con una nobleza que resistió la modernización, un clero educador, y un pueblo dividido entre una burguesía aspirante y campesinos en condiciones precarias. El Catastro de Ensenada de 1749 refleja la situación demográfica y económica. Culturalmente, la Ilustración impulsó el uso de la razón y el progreso, reflejados en instituciones como la Real Academia de la Lengua y en figuras como Jovellanos, Goya y Feijoo.

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