Del patrioterismo al regeneracionismo
El texto a comentar consiste en una fuente escrita por F. Silveda, publicado en el «tiempo» en Madrid el 16 de Agosto de 1898, el cual trata del paso del patrioterismo al regeneracionismo y por tanto su naturaleza es político social. En segundo lugar se trata de una fuente directa y primaria de carácter informativo y es un documento publico.
Las ideas principales de este articulo tiene que ver con el cambio al regeneracionismo:
– el cambio político, dejando atrás el bipartidismo
– Regeneracionismo
– dejar atrás las quintas (grupos de personas)
– pérdida colonial
– pesimismo
Este texto pertenece al periodo que comprende el cambio
1. Carácterísticas de la vida política
El periodo que va de 1902 a 1923 transcurre en una permanente crisis política que afecta a los fundamentos mismos del sistema de la Restauración. Las causas de esa inestabilidad y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos para superarla fueron muy diversas.
Hay que mencionar, en primer lugar, la personalidad del rey. Alfonso XIII jugó desde el principio un papel activo: se implicó en los cambios de gobierno, participó en la acción política, y se rodéó del sector más conservador del generalato, por cuyas opiniones se dejó influir. Su actitud de apoyo a la Dictadura sería finalmente decisiva para el descrédito final en que cayó la Monarquía.
Una segunda causa fue la división de los partidos de «turno», provocada por la
desaparición de los dirigentes históricos y las luchas entre los nuevos políticos por el control de sus grupos. Además, ni liberales ni conservadores tuvieron líderes carismáticos. Al fraccionamiento parlamentario contribuyó la aparición y el crecimiento de otros partidos políticos. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas incrementaron cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a recurrir a los gobiernos de concentración donde participan varios partidos.
2. Los problemas del país
A lo largo del reinado hubo una serie de grandes problemas que marcaron la vida política. El primero de ellos fue el aumento de las luchas sociales.
En su origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos y el aumento de su capacidad de movilización. Ante las demandas obreras, la acción de los gobiernos fue escasa, y las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores hicieron más agudos los conflictos.
El segundo gran problema fue la reaparición de la cuestión religiosa, al agudizarse las denuncias de sectores progresistas sobre el dominio que la Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de religiosos. Socialistas, republicanos y un sector significativo del Partido liberal reclamaron que se recortara su poder, que se limitara el número de congregaciones. El anticlericalismo se fue extendiendo en buena parte de la opinión pública urbana, y sobre todo entre las clases populares.
En tercer lugar resurgíó el llamado problema militar.
La guerra de 1898 había demostrado la degradación de las Fuerzas Armadas, en las que sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. A un estamento militar herido, que atribuía toda la responsabilidad de la derrota a los políticos y que reivindicaba la vuelta al papel protagonista que el Ejército había desempeñado en el Siglo XIX, se enfrentaban sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que acusaba a los militares de la derrota.
La cristalización de los movimientos nacionalistas vasco y catalán fue percibida desde los partidos de turno como otro gran problema. El Desastre produjo en el País Vasco un incremento del nacionalismo. Pero fue sobre todo en Cataluña donde la pérdida de las colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional. Para los políticos conservadores de Madrid y para los militares, sin embargo, nacionalismo equivalía a separatismo y a riesgo de disgregación de la Patria.
Por último, hay que mencionar el problema de Marruecos.
Desde finales del siglo
XIX el interés por el reino norteafricano había ido aumentando. Tras el Desastre, la posibilidad de reconstruir allí el Imperio suscitó las esperanzas de los colonialistas españoles. Así, España se embarcó en una aventura que le consumiría ingentes cantidades de tropas y recursos, y que, además de la pérdida de vidas y recursos materiales, contribuiría a envenenar el clima político y a agudizar la separación entre el Ejército y la sociedad civil.