AMADEO DE SABOYA
Aprobada la constitución, el paso siguiente era la búsqueda de un rey. Los unionistas proponían al duque de Montpensier, los demócratas y progresistas a Don Fernando de Coburgo. No quedaban muchas opciones y querían a alguien que no sembrase inquietud en las cancillerías europeas.
Amadeo de Saboya, por votación, fue nombrado rey de España el 16 de octubre de 1970.
El principal valedor de Amadeo de Saboya (El general Prim), que siempre se había mostrado como el más capaz de los líderes revolucionarios, con su muerte, la coalición del 69 se deshizo.
Amadeo recibió una educación liberal, pero los problemas políticos a los que se tuvo que enfrentar lo desbordaron de tal modo que su reinado puede considerarse como un fracaso.
El primer Gobierno de la nueva monarquía lo presidió Serrano, los progresistas se dividieron en dos: los moderados, que siguieron a Sagasta y los encabezados por Ruiz Zorrilla formaron el partido radical.
Sagasta, ante la incapacidad del Gobierno, para legislar, paso a ocupar la presidencia del consejo. Convocó unas elecciones a comienzos de 1872. El resultado fue favorable para los conservadores, pero se descubrió un fondo de 2.000.000 de pesetas de objetivos poco claros y se obligo a Sagasta a dimitir.
Se solicitó al rey la suspensión de garantías constitucionales y Amadeo entregó su confianza a Ruiz Zorrilla, el cual convocó elecciones en las que ganaron los radicales. Esta mayoría se tradujo en un gobierno estable y eficaz, a causa de los dos problemas que tenía el país:
·
La primera Guerra de Cuba surgió a raíz de la Revolución española de 1868 y fue consecuencia de la desidia y la falta de atención que los gobiernos liberales habían prestado al más importante reducto del imperio colonial español en América. El llamado grito de Yara fue lanzado el 10 de octubre del 68 por un propietario cubano llamado Carlos Manuel Céspedes con el propósito de establecer una República Cubana independiente. Fue seguido por los líderes independentistas Máximo Gómez y Antonio Maceo, que contaron con el apoyo de los esclavos negros y de los plantadores pobres de la provincia de Oriente, y así el levantamiento caía en manos de una guerrilla compuesta por cerca de 10.000 hombres. El general Dulce intentó llevar a cabo una política conciliadora entre los secesionistas criollos y los leales a España, pero su política fracasó. El general Prim, desde Madrid, mantuvo una actitud flexible y negociadora para acabar con un conflicto que entorpecía el desenvolvimiento del Gobierno revolucionario. Por un lado intentó traspasar la isla a los EE.UU. y por otra mantuvo una actitud abierta con los insurrectos cubanos para tratar de encontrar una solución al problema. Hasta donde estaba dispuesto a llegar es una cuestión sin respuesta debido a su asesinato en diciembre de 1870.
Diez años duró la llamada Guerra Larga, a pesar de la franca ayuda de los norteamericanos, los insurrectos fueron vencidos por el cansancio y las rencillas entre sus líderes. En febrero de 1878 se firma la paz de Zanjón, que no era más que una tregua, pues el problema de fondo causante del conflicto no se resolvió.
·-La llama del carlismo no se había extinguido en algunas regiones del norte de España. Carlos VII inició la Segunda Guerra Carlista para presionar la elección del nuevo monarca. El destronamiento de Isabel II había alentado las esperanzas de quienes creían válidos todavía los planteamientos ultraconservadores del descendiente del hermano de Fernando VII en unos momentos en los que los excesos anticlericales y la libertad religiosa recogida en la Constitución de 1869 habían sembrado la alarma entre los sectores más integristas de la población española.Don Carlos reunió en el cantón suizo de Vaud a la Junta de Vevey (abril 1870) donde se trató de una nueva organización del carlismo y se alentó el estallido de algunos levantamientos. En abril de 1872 don Carlos encargó a Eustaquio Díaz de la Rada que iniciase una serie de levantamientos en las regiones del Norte, Extremadura y Andalucía, y él mismo acudió a Vera de Bidasoa para ponerse al frente de sus fuerzas. El gobierno envió al General Moriones para hacerles frente, y en Orquieta los carlistas fueron derrotados. Los carlistas tuvieron que aceptar en mayo la firma del Convenio de Amorebieta, por el cual se concedía el indulto a los insurrectos que depusiesen las armas, se permitía el retorno de los exiliados.
La abdicación de Amadeo de Saboya y la proclamación de la República dieron nuevo impulso a la insurrección carlista, que triunfó en Beramendi y Alpens, lo que permitió a don Carlos volver a España (julio 1873) para tomar Estella (24 de agosto) y hacer de ella su capital. A comienzos de 1874 el objetivo carlista era la toma de Bilbao, pero Serrano pudo entrar en la ciudad en mayo y reforzar su posición. Las tropas gubernamentales marcharon sobre Estella, pero allí la fuerte resistencia de los carlistas provocó un duro enfrentamiento que dio lugar a la batalla de Abárzua. Las tropas de don Carlos intentaron entonces apoderarse de Pamplona e Irún, pero fracasaron. La campaña se interrumpió por el invierno y por la proclamación de Alfonso XII mediante el pronunciamiento de Sagunto vino a dar un nuevo sesgo a la guerra. Alfonso XII decidió ponerse al frente de sus tropas, y ante esta ofensiva don Carlos cruzó con sus tropas la frontera con Francia (28 de febrero). Así terminaba la guerra que ponía fin a las pretensiones del candidato carlista al trono español.
La crisis del régimen parecía acentuarse cuando se produjo el nombramiento del general Hidalgo de Quintana como capitán general de Vascongadas. Hidalgo, que entonces era sólo capitán, había participado en la rebelión que se había producido en el cuartel de San Gil en Madrid en junio de 1866. Consecuencia de aquellos sucesos fue la muerte de varios oficiales de artillería por parte de los amotinados, y aunque Hidalgo estaba exento de toda culpa, el nombramiento de un militar con aquellos antecedentes liberales para ocupar un puesto de tanta responsabilidad en el centro de la rebelión carlista provocó el rechazo del Cuerpo de Artillería. Su intención de dimitir fue contrarrestada por el nombramiento que el Gobierno le confirió como capitán general de Cataluña. Pero también en esta región los oficiales de artillería respondieron dimitiendo en masa de sus grados y empleo. Ante este desafío, el Gobierno de Ruiz Zorrilla tomó la resolución de disolver el Cuerpo de Artillería. El correspondiente decreto fue presentado a don Amadeo, quien dudó ante la difícil alternativa, pues si lo firmaba se indisponía con los militares, y si no lo hacía, se enemistaba con los únicos políticos que aún le seguían siendo fieles. Tomó la decisión de firmar el decreto y abdicar del trono el 11 de febrero.
El reinado de Amadeo I de Saboya había durado dos años y dos meses. Aquel rey que tenía un desconocimiento de las costumbres, de la mentalidad y sobre todo de la vida política del país, acabó reconociendo que no tenía fuerza de ánimo suficiente para superar la avalancha de problemas que se habían cernido sobre él.
Aprobada la constitución, el paso siguiente era la búsqueda de un rey. Los unionistas proponían al duque de Montpensier, los demócratas y progresistas a Don Fernando de Coburgo. No quedaban muchas opciones y querían a alguien que no sembrase inquietud en las cancillerías europeas.
Amadeo de Saboya, por votación, fue nombrado rey de España el 16 de octubre de 1970.
El principal valedor de Amadeo de Saboya (El general Prim), que siempre se había mostrado como el más capaz de los líderes revolucionarios, con su muerte, la coalición del 69 se deshizo.
Amadeo recibió una educación liberal, pero los problemas políticos a los que se tuvo que enfrentar lo desbordaron de tal modo que su reinado puede considerarse como un fracaso.
El primer Gobierno de la nueva monarquía lo presidió Serrano, los progresistas se dividieron en dos: los moderados, que siguieron a Sagasta y los encabezados por Ruiz Zorrilla formaron el partido radical.
Sagasta, ante la incapacidad del Gobierno, para legislar, paso a ocupar la presidencia del consejo. Convocó unas elecciones a comienzos de 1872. El resultado fue favorable para los conservadores, pero se descubrió un fondo de 2.000.000 de pesetas de objetivos poco claros y se obligo a Sagasta a dimitir.
Se solicitó al rey la suspensión de garantías constitucionales y Amadeo entregó su confianza a Ruiz Zorrilla, el cual convocó elecciones en las que ganaron los radicales. Esta mayoría se tradujo en un gobierno estable y eficaz, a causa de los dos problemas que tenía el país:
·
-La Guerra de Cuba
La primera Guerra de Cuba surgió a raíz de la Revolución española de 1868 y fue consecuencia de la desidia y la falta de atención que los gobiernos liberales habían prestado al más importante reducto del imperio colonial español en América. El llamado grito de Yara fue lanzado el 10 de octubre del 68 por un propietario cubano llamado Carlos Manuel Céspedes con el propósito de establecer una República Cubana independiente. Fue seguido por los líderes independentistas Máximo Gómez y Antonio Maceo, que contaron con el apoyo de los esclavos negros y de los plantadores pobres de la provincia de Oriente, y así el levantamiento caía en manos de una guerrilla compuesta por cerca de 10.000 hombres. El general Dulce intentó llevar a cabo una política conciliadora entre los secesionistas criollos y los leales a España, pero su política fracasó. El general Prim, desde Madrid, mantuvo una actitud flexible y negociadora para acabar con un conflicto que entorpecía el desenvolvimiento del Gobierno revolucionario. Por un lado intentó traspasar la isla a los EE.UU. y por otra mantuvo una actitud abierta con los insurrectos cubanos para tratar de encontrar una solución al problema. Hasta donde estaba dispuesto a llegar es una cuestión sin respuesta debido a su asesinato en diciembre de 1870.
Diez años duró la llamada Guerra Larga, a pesar de la franca ayuda de los norteamericanos, los insurrectos fueron vencidos por el cansancio y las rencillas entre sus líderes. En febrero de 1878 se firma la paz de Zanjón, que no era más que una tregua, pues el problema de fondo causante del conflicto no se resolvió.
·-La llama del carlismo no se había extinguido en algunas regiones del norte de España. Carlos VII inició la Segunda Guerra Carlista para presionar la elección del nuevo monarca. El destronamiento de Isabel II había alentado las esperanzas de quienes creían válidos todavía los planteamientos ultraconservadores del descendiente del hermano de Fernando VII en unos momentos en los que los excesos anticlericales y la libertad religiosa recogida en la Constitución de 1869 habían sembrado la alarma entre los sectores más integristas de la población española.Don Carlos reunió en el cantón suizo de Vaud a la Junta de Vevey (abril 1870) donde se trató de una nueva organización del carlismo y se alentó el estallido de algunos levantamientos. En abril de 1872 don Carlos encargó a Eustaquio Díaz de la Rada que iniciase una serie de levantamientos en las regiones del Norte, Extremadura y Andalucía, y él mismo acudió a Vera de Bidasoa para ponerse al frente de sus fuerzas. El gobierno envió al General Moriones para hacerles frente, y en Orquieta los carlistas fueron derrotados. Los carlistas tuvieron que aceptar en mayo la firma del Convenio de Amorebieta, por el cual se concedía el indulto a los insurrectos que depusiesen las armas, se permitía el retorno de los exiliados.
La abdicación de Amadeo de Saboya y la proclamación de la República dieron nuevo impulso a la insurrección carlista, que triunfó en Beramendi y Alpens, lo que permitió a don Carlos volver a España (julio 1873) para tomar Estella (24 de agosto) y hacer de ella su capital. A comienzos de 1874 el objetivo carlista era la toma de Bilbao, pero Serrano pudo entrar en la ciudad en mayo y reforzar su posición. Las tropas gubernamentales marcharon sobre Estella, pero allí la fuerte resistencia de los carlistas provocó un duro enfrentamiento que dio lugar a la batalla de Abárzua. Las tropas de don Carlos intentaron entonces apoderarse de Pamplona e Irún, pero fracasaron. La campaña se interrumpió por el invierno y por la proclamación de Alfonso XII mediante el pronunciamiento de Sagunto vino a dar un nuevo sesgo a la guerra. Alfonso XII decidió ponerse al frente de sus tropas, y ante esta ofensiva don Carlos cruzó con sus tropas la frontera con Francia (28 de febrero). Así terminaba la guerra que ponía fin a las pretensiones del candidato carlista al trono español.
La crisis del régimen parecía acentuarse cuando se produjo el nombramiento del general Hidalgo de Quintana como capitán general de Vascongadas. Hidalgo, que entonces era sólo capitán, había participado en la rebelión que se había producido en el cuartel de San Gil en Madrid en junio de 1866. Consecuencia de aquellos sucesos fue la muerte de varios oficiales de artillería por parte de los amotinados, y aunque Hidalgo estaba exento de toda culpa, el nombramiento de un militar con aquellos antecedentes liberales para ocupar un puesto de tanta responsabilidad en el centro de la rebelión carlista provocó el rechazo del Cuerpo de Artillería. Su intención de dimitir fue contrarrestada por el nombramiento que el Gobierno le confirió como capitán general de Cataluña. Pero también en esta región los oficiales de artillería respondieron dimitiendo en masa de sus grados y empleo. Ante este desafío, el Gobierno de Ruiz Zorrilla tomó la resolución de disolver el Cuerpo de Artillería. El correspondiente decreto fue presentado a don Amadeo, quien dudó ante la difícil alternativa, pues si lo firmaba se indisponía con los militares, y si no lo hacía, se enemistaba con los únicos políticos que aún le seguían siendo fieles. Tomó la decisión de firmar el decreto y abdicar del trono el 11 de febrero.
El reinado de Amadeo I de Saboya había durado dos años y dos meses. Aquel rey que tenía un desconocimiento de las costumbres, de la mentalidad y sobre todo de la vida política del país, acabó reconociendo que no tenía fuerza de ánimo suficiente para superar la avalancha de problemas que se habían cernido sobre él.