Resumen del Texto de San Agustín:
1er párrafo
: El tema principal es que el hombre es la imagen de Dios. Dios es uno y tres personas al mismo tiempo (Trinidad): Dios es Padre, porque existe; Hijo porque conoce; y Espíritu Santo porque ama su ser y su conocer. En este fragmento San Agustín enuncia las tres verdades de la vida: existimos, conocemos que existimos, amamos que conocemos que existimos.
2º párrafo
No podemos ver estas tres cosas. De las cosas sensibles podemos tener una imagen previa. Estas imágenes las podemos captar mediante el entendimiento, la memoria y la voluntad necesarias para adquirirlas. Sin esto, estaríamos completamente ciertos de que existimos (somos, conocemos y amamos).
3er párrafo
Los escépticos (“No hay una verdad absoluta”) se preguntan qué ocurre si nos estamos engañando al creer en la existencia de una verdad, al creer que existimos. San Agustín justifica frente a los escépticos la verdad indudable, afirmando que pensando eso estamos existiendo, ya que “si me engaño, existo”. Por tanto, si la verdad existe también existe Dios (DIOS=VERDAD) y si existimos, conocemos que existimos.
4º párrafo
San Agustín enuncia la verdad de la tercera proposición: que amo mi ser y mi conocer. Aunque amemos cosas falsas, lo cierto es que amamos, y que todo ser humano prefiere la existencia antes que dejar de vivir y, por supuesto, todos queremos ser felices.
5º párrafo
El tema de este fragmento es que amamos el ser, la existencia, ya que ningún hombre quiere morir; hasta los más miserables prefieren vivir eternamente con alegría en su miseria, a morir prematuramente.
6º párrafo
El amor a la existencia propia del ser humano es también propio de la naturaleza, de todos los animales y las plantas que luchan por mantenerse en la existencia.
7º párrafo
Todas las cosas, incluso los objetos inanimados, aman su existencia y quieren permanecer en su lugar y estado natural.
8º párrafo
El tema principal de este fragmento es el amor del hombre al conocimiento, ya que “cualquiera prefiere lamentarse con mente sana a alegrarse en la locura”, es decir, todo hombre prefiere la verdad, por dura que sea, a la mentira. San Agustín afirma que ese amor por el conocimiento sólo lo posee el hombre, porque aunque los animales puedan tener el conocimiento sensible más desarrollado que él, él es el único capaz de desarrollar un conocimiento racional. Con esto, se refiere a que los sentidos nos informan de los objetos corporales y que los juzgamos a través de la inteligencia humana.
9º párrafo
San Agustín se refiere a la semejanza del conocimiento sensible de los animales con la ciencia humana y reflexiona más detenidamente sobre el por qué se llaman sensibles las demás cosas: no conocen pero parecen querer darse a conocer por la belleza y perfección de las formas que ofrecen a los sentidos corporales, al hombre.
10º párrafo
S. Agustín habla del sentido interior del hombre (el entendimiento) por el que percibimos conceptos como la justicia. Demuestra que existe porque según él, “si me engaño, existo”, demuestra que conocemos porque conocemos que existimos y, por tanto, somos conscientes de que conocemos; y demuestra que amamos porque amamos que existimos y amamos que podemos conocer.
Para buscar este conocimiento de verdad, San Agustín defiende que ha de buscarse no por los sentidos, sino reflexionando hacia el interior de uno mismo, la autoconciencia.
Pero, sobre todo, el argumento decisivo es aquel que se funda en la autoconciencia: “si me engaño, existo”; si conozco que existo, conozco que conozco. Estas son dos verdades que los escépticos no pueden discutir. Esto anticipa en cierto modo el planteamiento de Descartes- “Pienso, luego existo”.Para S. Agustín todo hombre está al menos seguro de su existencia; aunque dude de la existencia de Dios o de los objetos creados, el hecho de que dude demuestra que él existe, porque si no existiera no podría dudar. A la existencia y al conocimiento, S. Agustín añadirá el amor (sus tres verdades), ya que es cierto que amamos el existir el conocer que existimos. Para dar sentido a esto, se puede explicar de la siguiente manera: quien duda de la verdad, está cierto de que duda, es decir, de que vive y de que piensa.Sin embargo, para Agustín la búsqueda de la verdad continúa. Busca la verdad, que es Dios, por lo que hay que seguir buscando en el alma.
Así pues, la búsqueda va desde lo exterior (las cosas materiales) hacia el interior (el alma).
El amor a la existencia y el amor al conocimiento
Según San Agustín, el amor a la existencia está basado en el rehuir de la no existencia. Esto significa que ningún hombre quiere morir: hasta el más miserable elegiría vivir eternamente en su miseria antes que morir prematuramente. En esto se incluyen tanto animales como plantas, seres minerales y seres inertes.Cuando hablamos del amor al conocimiento, hemos de decir que cualquiera prefiere estar con una mente sana antes que la locura. Este amor por el conocimiento solo es poseído por el hombre, ya que es el único capaz de desarrollar un conocimiento racional.Basándonos en la teoría de la iluminación, el amor del hombre al conocimiento es claramente superior a cualquier otro porque el conocimiento es algo que supera a cualquier otra actividad.Esta cercanía y semejanza a Dios se expresa tanto en su tendencia natural a buscar la verdad como a buscar la felicidad.Por eso S. Agustín dice que el hombre ha sido hecho de tal manera que no puede encontrar la felicidad ni en las cosas materiales ni en sí mismo, sino en algo superior a él, y ese algo es Dios. La felicidad consiste, entonces, en el amor a Dios.San Agustín da primacía al amor y a la voluntad junto al conocimiento. El amor es una fuerza ascendente que lleva al alma a su lugar natural, Dios. La felicidad se halla únicamente en Dios. Conocer es amar y amar es conocer.San Agustín, aunque distingue entre fe y razón como fuentes de conocimiento distintas, no trazó nunca fronteras entre ellas, y consideró que ambas tienen como misión el esclarecimiento de la verdad que es una, la verdad cristiana. -La razón ayuda a alcanzar la fe. Cualquier hombre que se enfrenta con el problema de la existencia reconoce que la solución no puede encontrarla en él, sino en algo que le trasciende: Dios. Si no fuésemos racionales, no podríamos creer; por tanto, la inteligencia prepara el camino para la fe. -La fe hace que podamos conocer mejor las cosas creadas, pues dirige e ilumina la inteligencia. La fe, don gratuito de Dios, aporta la verdadera sabiduría, que completa a la razón. -La razón contribuye, mediante la reflexión sobre la verdad revelada, al esclarecimiento, la medida en que ello es posible, y a la profundización de la fe. En definitiva, fe y razón se refuerzan. Juntas descubren la Verdad (Dios) y se adhieren plenamente a él en el amor, alcanzando la felicidad.
TEMAS El hombre como imagen de
Dios San Agustín abandona la idea pitagórica de que el cuerpo es la prisión del alma, ya que considera al hombre como la unidad del cuerpo y alma, adopta el dualismo platónico, en que dice que el hombre es un alma racional que se sirve de cuerpo mortal y terreno. En este sentido, defiende Agustín de Hipona la idea de que el alma es creada por Dios a imagen y semejanza suya. Soy, conozco y amo, pues Dios es uno y, al mismo tiempo tres personas (Trinidad): Padre (ser), Hijo (Verbo, el autoconocimiento que Dios tiene de sí mismo) y Espíritu Santo (amor). Pero, para mantener la idea de que el pecado original afecta a todos los seres humanos, la crea a partir del alma de Adán. Por tanto, todos los seres humanos vienen marcados por la imperfección moral que representa el pecado original. Esto es lo que se como el traducianismo de Tertuliano (las almas se transmiten de padres a hijos). Sin embargo, para el creacionismo Dios crea un alma para cada hombre en el acto mismo de la generación del cuerpo, la Iglesia Católica optó finalmente por esta postura. Los temas fundamentales para San Agustín son el alma y Dios. El Alma Humana es imagen de la Trinidad: Padre, hijo y espíritu santo. Podemos relacionar esta imagen de Trinidad, con cada una de las tres facultades del alma humana: la memoria, el entendimiento y la voluntad. constituyen la vida, la mente y la substancia del alma
. Por la memoria, mediante el cual se hace se hace presente el pasado, imita el alma la eternidad que es denominada Padre; por el entendimiento imita el alma la sabiduría, denominación apropiada del Hijo; y por la voluntad y el amor imita el alma la felicidad, denominada Espíritu Santo. En la Trinidad no existe diferencia jerárquica. (he suprimido las “y” que habéis puesto)La identidad del alma consigo misma es la memoria, imagen de la unidad y eternidad de Dios. El conocimiento del hombre y de Dios se ilumina recíprocamente, y realizan a la perfección el proyecto de filosofar agustiniano: conocer a Dios y a la propia alma, a Dios a través del alma, y al alma, a través de Dios
Sabiduría e Iluminación
La filosofía de Agustín de Hipona consiste en una continua búsqueda hacia lo más interior de sí mismo y hacia lo más elevado de la realidad. En la autoconciencia se encuentra un punto de partida irrebatible: San Agustín dice “Si me engaño, existo. Sin embargo, la búsqueda de la verdad no ha de detenerse en esta primera certeza, Agustín busca la verdad necesaria, inmutable y eterna, la cual no puede ser facilitada por lo objetos sensibles que siempre están cambiando. Sólo Dios es la verdad y para encontrarlo hay que buscar en el interior del alma. Inspirándose en las doctrinas platónicas, San Agustín distingue tres niveles de conocimiento: el conocimiento sensible, el conocimiento racional y la contemplación.El conocimiento sensible tiene su origen en la actividad de los sentidos, en la sensación (común a los animales y al hombre), y tiene por objeto el mundo material. Los objetos pertenecientes a este mundo actúan sobre los sentidos, cuyas modificaciones conoce el alma, haciéndose cargo del mundo que le rodea. Este conocimiento, no es un conocimiento verdadero, sino opinión (doxa); las deficiencias de los sentidos y de los objetos materiales impiden que sea verdadero conocimiento. Aunque San Agustín no considere que esos objetos sensibles fueran lo propio del intelecto humano, se introduce aquí un matiz diferenciador respecto de la concepción platónica: ahora no se desprecia este tipo de conocimiento, pues los objetos corpóreos pueden ser, el punto de partida de la mente hacia Dios, aunque el alma sea un punto de partida más adecuado; la sensación es, para San Agustín, un acto del alma, la cual utiliza los órganos de los sentidos como instrumentos suyos, la sensación es algo realizado por el alma.El conocimiento racional es un conocimiento obtenido por la razón desde sí misma (el alma no lo extrae de las cosas materiales), en una actividad inferior de la misma. Con él conocemos lo universal y necesario pero relativo a lo temporal; es el conocimiento que llamamos “ciencia”. Tiene su origen en la actividad de la razón, facultad de juzgar, y toma como punto de partida al conocimiento sensible: las ideas universales y necesarias no se obtienen a partir de la experiencia sensible, sino que se originan en la razón, siendo el conocimiento sensible mera ocasión para que la razón produzca dichas ideas. La razón juzga lo percibido y da lugar a la ciencia. Este conocimiento es específicamente humano.La contemplación, o conocimiento de la sabiduría, es el conocimiento filosófico, y versa sobre las verdades universales y necesarias de orden ético y religioso, que son verdades eternas e inmutables, no sujetas a lo temporal ni a lo espacial (por él se conoce, por ejemplo, la existencia e inmortalidad del alma, o la existencia de Dios). Consiste en la actividad del entendimiento mediante la cual intuimos las Ideas inmutables, que son, los criterios de juicio que utiliza la razón en su actividad cognoscitiva. En esta contemplación consiste la verdadera sabiduría. El interés principal de San Agustín es el logro del fin sobrenatural del hombre, la beatitud, la felicidad en la posesión y visión de Dios. Estos conocimientos no pueden ser obtenidos a partir de la sensación, y tampoco puede extraerlo el alma de sí misma: la perfección de estos conocimientos está alejada de la imperfección del hombre. Entonces, ¿cómo alcanza el hombre, que es mudable, la contemplación de las Ideas, Las Ideas de Dios, que como Él son inmutables?
No por reminiscencia, como afirmaba Platón, sino gracias a la actividad de Dios, a la Iluminación divina:
Las verdades eternas e inmutables no pueden derivar de la experiencia sensible que es cambiante y temporal, tampoco pueden ser producidas por la mente humana que, igualmente, es cambiante y temporal; sólo la luz divina nos puede procurar ese conocimiento:
La iluminación que Dios concede al alma, a la razón, le permite a ésta captar estos conocimientos
La teoría de la iluminación agustiniana ha sido objeto de múltiples interpretaciones; en cualquiera de los casos se aprecia la relación con la doctrina platónica: Platón había dicho que del mismo modo que el sol ilumina los objetos sensibles para que puedan ser vistos por el ojo, el Bien ilumina las Ideas para que puedan ser comprendidas por la mente; San Agustín entenderá que es Dios el que ilumina las Ideas para que éstas puedan ser comprendidas por el hombre. Esta iluminación es natural, es decir, Dios la ofrece a todo hombre que busca sinceramente la verdad, aunque no haya conocido el mensaje cristiano.
CONTEXTUALIZACIÓN
El pensamiento de San Agustín queda enmarcado en los últimos años del Imperio Romano de Occidente. A partir del siglo III el Imperio comienza su declive. En el año 313, Constantino decide tolerar el cristianismo como una religión más. En el año 380 Teodosio lo declara como religión oficial del Imperio. Existían dos corrientes encontradas dentro de la Iglesia: una que empujaba a los cristianos a defender el orden político; y otra en la que se alegraban al vislumbrar su inmanente desaparición. Estos eran, los aspectos de crisis ante los cuales San Agustín tenía que presentar su defensa de la Ciudad de Dios. San Agustín nació en la ciudad africana de Tagaste, en la provincia romana de Numidia, en el año 354. Recibió una formación al modo latino. Fue muy importante para su formación la lectura del libro hoy perdido de Cicerón, Hortensio. Fue profesor de Retórica en Roma, y más tarde, se trasladó como profesor a Milán y allí entró en contacto con San Ambrosio, que le ayudó a comprender en las Escrituras el sentido espiritual que se escondía bajo el sentido literal. Es probablemente la Eneadas de Plotino la obra que le proporcionará las bases para abordar los problemas teológicos y filosóficos relativos a la verdad y el dogma. En el 386 es cuando se produjo la conversión de San Agustín al cristianismo y el bautismo en manos de San Ambrosio. San Agustín desarrolló una tarea apologética aclarando los principios de fe, combatiendo las herejías y configurando los pilares del pensamiento filosófico cristiano. El objetivo de la filosofía de San Agustín, era alcanzar la verdad y la felicidad, él las encontrará en Jesucristo. Las obras más importantes de San Agustín presentadas por géneros fueron: Autobiográficos, Confesiones; Filosóficos, Acerca del libre albedrío; Dogmáticos, Acerca de la Trinidad; y Apologéticos, La ciudad de Dios. Esta última obra, La ciudad de Dios, representa una de las obras más importantes de filosofía de carácter cristiano de la historia. Fue escrita para responder a la crítica que los romanos no cristianos hacían a los cristianos, a quienes culpaban de la caída del Imperio por haber promovido el abandono del culto a los dioses romanos. San Agustín no captaba esta crítica y pensaba que la caída del Imperio romano se debía a la decadencia moral de Roma y el rechazo de los principios de vida que el cristianismo instauró. La Ciudad de Dios, compuesta de 22 libros, es una síntesis de la historia de la humanidad desde la perspectiva del cristianismo y puede dividirse en dos grandes partes: La primera parte incluye los diez primeros libros, donde se enzarza en un debate directo para refutar las acusaciones de los paganos. La segunda parte (libros XI al XXII), tiene como objeto crear una filosofía cristiana y la defensa de la “Ciudad de Dios”; una de las ideas principales es la de que ninguna persona debe lealtad incondicional a una sociedad terrenal. En La ciudad de Dios, San Agustín describió los rasgos de dos ciudades (he suprimido algunas frases) en la tierra: la “ciudad de Dios” (integrada por quienes siguen los principios del cristianismo) y la “ciudad del mal” (integrada por quienes sólo viven para obtener placer y felicidad egoísta). La obra de San Agustín supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica
Las repercusiones del pensamiento de San Agustín dominará el panorama filosófico cristiano hasta la aparición de la filosofía tomista (Sto. Tomás), ejerciendo un influjo considerable en la práctica totalidad de pensadores cristianos durante siglos. Las tesis básicas de toda esta época cristiano-medieval, defendidas por San Anselmo de Canterbury, Avicena (s. XI), la Orden Franciscana (s. XIII), San Buenaventura y otros, son las siguientes: las relaciones entre razón y fe sirven para esclarecer la verdad cristiana (la fe ilumina la razón); existe la dualidad platónica entre cuerpo y alma, ésta posee un conocimiento directo de sí misma; en el plano ético predomina la primacía de la voluntad sobre el entendimiento; el agustinismo medieval mantiene la teoría de la iluminación para explicar el conocimiento, mediante ella el alma humana conoce las verdades universales, inmutables y eternas.