Salud pública e identidad
Vivimos un momento de inmensos cambios en todos los renglones de la vida social, los mismos que impactan profundamente sobre lo que pensamos y hacemos y sobre los instrumentos que utilizamos para intervenir sobre la naturaleza y sobre la sociedad. La Salud
Pública es una práctica social/disciplina/acción estatal joven que intenta interpretar y actuar sobre los públicos o colectivos humanos con miras a promover su salud, prevenir las enfermedades y apoyar el tratamiento y rehabilitación de sus enfermedades haciendo uso de los conocimientos, saberes, prácticas y tecnologías disponibles. Las transformaciones conceptuales, tecnológicas, económicas, sociales, políticas y culturales que actualmente ocurren en el mundo, están produciendo grandes “desórdenes” al interior de la Salud Pública, razón por la que es muy difícil visualizar sus nuevos límites y características disciplinarias, no se alcanza a entender cómo se van reconfigurando sus potencialidades y limitaciones prácticas y cómo podrá dar respuesta a las nuevas demandas que se generan desde el Estado y la sociedad. Esta situación conflictiva fue calificada por la Organización Panamericana de la Salud, a inicios de la década de los noventa, como la “Crisis de la Salud Pública”3.
Por lo general las salidas a las “crisis” suelen adoptar dos caminos diferentes:
el primero, recomienda hacer más de lo mismo, esto es, aplicar con mayor precisión los mismos métodos y técnicas, bajo el convencimiento que el problema radica en el inadecuado uso de la buena receta
El segundo, propone dudar sobre la supuesta perfección de los métodos y técnicas disponibles para más bien reflexionar sobre posibles cambios en las formas de ver, pensar y hacer.
La última vía parece ser la más adecuada para hilvanar esta conversación. En efecto, comenzaremos recordando algunos rasgos de la constitución de Salud Pública como disciplina positiva encargada de la prevención de los riesgos; luego discutiremos muy brevemente alrededor de los nuevos riesgos que ha generado nuestro propio desarrollo. Visitaremos algunas metáforas fuertes que se han hecho presente en el pensamiento y la práctica de la Salud Pública en América Latina para terminar visualizando posibles cambios que en este momento ocurren en esta práctica social/disciplina/acción estatal.
*La “enfermología pública”
La Medicina Clínica constituyó su mirada, su saber, sus métodos y técnicas alrededor de la enfermedad y la muerte. Foucault, en el “Nacimiento de la Clínica” afirma lo siguiente: “Cuando la muerte se ha convertido en el a priori concreto de la experiencia médica4, es cuando la enfermedad ha podido desprenderse de la contra natura y tomar cuerpo en el cuerpo vivo de los individuos”. Luego, dice lo siguiente:
“Es que el hombre occidental no ha podido constituirse a sus propios ojos como objeto de ciencia, no se ha tomado en el interior de su lenguaje y no se ha dado en él y por él, una existencia discursiva sino en la apertura de su propia supresión: de la experiencia de la sin-razón han nacido todas las psicologías y la posibilidad misma de la psicología; de la integración de la muerte, en el pensamiento médico, ha nacido una medicina que se da como ciencia del individuo.
El “éxito” de la Medicina Clínica que, sin lugar a dudas ha sido bastante notorio, ha dependido del logro de su positividad a través de su engarce con la enfermedad y la muerte. De esta manera, unas buenas partes de los problemas de la “máquina corporal” ligados con desarreglos de su estructura y función por “causas” externas e internas han podido ser explicados, neutralizados o abolidos, con lo cual se ha logrado producir “máquinas corporales” menos enfermas y que tardan más en morir. Por otro lado, el descubrimiento paulatino de las causas que producen desequilibrios en el buen funcionamiento de las partes de la “máquina corporal”: células, tejidos, órganos y sistemas han posibilitado la conformación igualmente paulatina y creciente de “evidencias” que constituyen la base de la medicina científica y ahora también permiten recomendar la forja de una “Medicina Basada en Evidencias… Interesante historia del pensar positivista: Bichat buscaba a principios del siglo XIX las “evidencias” que llevarían a confirmar “en singular coloquio” con el ser humano individualizado su nuevo método de curación, mientras que en este momento es posible hablar de las “evidencias” sobre el ser, al margen de lo específicamente humano en una ciencia que pretende ser humana. Por otro lado, ¿de cuál evidencia hablamos? Es obvio que en este caso, nos estaríamos refiriendo a la evidencia científica. Pero, ¿cuál ciencia? ¿Ciencia concebida como objetividad, como reflejo de las leyes de los procesos?, o ¿ciencia concebida como acción discursiva que distingue ciertos aspectos y no distingue otros? ¿En este caso estaríamos hablando de las evidencias que posibilitan distinguir al ser en cuanta máquina corporal?
De todas maneras ante el “éxito” de la Medicina Clínica sobre la enfermedad individual, también se consideró a principios de este boyante siglo XX, que era posible construir una “Enfermología Social” llamada Salud Pública, supuestamente capaz de dar cuenta de la enfermedad colectiva o pública, como sumatorio de enfermedades personales o particulares. La Salud Pública no debía encargarse del tratamiento del cuerpo enfermo que correspondía a la Medicina Clínica, sino que se responsabilizaría de las “causas” que se encuentran por “fuera” de la “maquina corporal”. En esa medida, la Salud Pública podría “salirse” del cuerpo humano y encontrar las causas en los animales, plan-tas, cosas y relaciones entre individuos que podrían causar las enfermedades. La Salud Pública ocupa, entonces, un espacio distinto de aquel que es ocupado y dominado por la Clínica pero siempre relacionado y supeditado al espacio sagrado de la máquina corporal, definido y legalizado por la Medicina. En otras palabras, los espacios donde se mueven animales, cosas y otros individuos capaces de producir enfermedades son mirados a través del prisma de la Clínica y no solo con sus mismos lentes sino, en muchas ocasiones, con los mismos métodos y técnicas positivas.
Un segundo hecho que debemos destacar como parte de este “trampolín” filosófico es que la “Enfermología Pública” al constituirse como un “discurso científico”, desde un inicio, se mueve en una temporalidad distinta. La Clínica actúa aquí y ahora sobre la “máquina corporal” enferma.