San Agustín y La Ciudad de Dios: Una Visión Dualista de la Historia


San Agustín y La Ciudad de Dios

El Dualismo Agustiniano

En un momento crucial de la historia, entre el mundo antiguo y el medieval, vivió Agustín de Tagaste (354-430), obispo de Hipona, figura fundamental de la filosofía cristiana medieval. Agustín representa la culminación del platonismo cristiano, influenciado por obras como el Fedón y el Timeo de Platón, y las Eneadas de Plotino, a quien conoció a través de Ambrosio, obispo de Milán.

El dualismo platónico, presente en la filosofía de San Agustín, establece la supremacía del alma sobre el cuerpo en el individuo. En el ámbito público, el verdadero pueblo y la política ideal se fundan en la fe (la Ciudad de Dios), en contraste con las sociedades que no lo hacen (la ciudad terrena).

Justicia y Fe

Para San Agustín, una sociedad justa es aquella donde Dios impera. Análogamente, en el individuo, el alma debe prevalecer sobre el cuerpo, y la razón sobre los vicios. El verdadero pueblo, la justicia y la política se basan en la fe y el amor a Dios y al prójimo.

Aunque cristiano, San Agustín, influenciado por el platonismo y neoplatonismo, manifiesta un dualismo que opone razón y virtud del alma a los vicios y deseos corporales. De igual forma, contrapone dos sociedades: la Ciudad de Dios, regida por la fe y el amor, y la ciudad terrena, dominada por el egoísmo y el deseo de poder.

La Ciudad de Dios: Teología de la Historia

En La Ciudad de Dios, su obra más influyente, San Agustín presenta su filosofía de la historia, inseparable de su teología. Motivado por la caída del Imperio Romano, Agustín plantea una concepción cristiana de la historia como el escenario donde Dios se manifiesta y se desarrolla el drama de la salvación.

El Drama Cósmico

Este drama cósmico representa la lucha entre el amor a Dios, que rige en la Ciudad de Dios (formada por quienes buscan a Dios y acatan sus leyes), y el egoísmo, que domina la ciudad terrena (compuesta por quienes se alejan de Dios y siguen las leyes terrenales).

San Agustín adopta una perspectiva moral, distinguiendo dos grupos: quienes se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios (ciudad terrena) y quienes aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos (Ciudad de Dios). Estas ciudades no se identifican con el Estado y la Iglesia, respectivamente, ya que coexisten en todas las sociedades. La separación final ocurrirá en el Juicio Final.

Justicia y Colaboración entre Poderes

Para San Agustín, la justicia y una sociedad basada en derechos e intereses comunes solo son posibles si la política se informa por los principios morales del cristianismo. La clave para la colaboración entre el Estado y la Iglesia reside en la obediencia a las leyes divinas; las leyes positivas deben ajustarse a la voluntad de Dios para ser justas.

El Juicio Final

El drama cósmico de San Agustín se divide en seis periodos. Nos encontramos en el último, que culminará con el Juicio Final, la separación definitiva de las dos ciudades y el triunfo del bien sobre el mal.

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