2. El siglo XX
En el Siglo XX se produce la verdadera transición; la mortalidad continua su vertiginosa caída y la natalidad empieza lentamente a disminuir, al hilo de la consolidación del modelo industrial continua en el Siglo XX. Sin embargo, este crecimiento no ha tenido un ritmo regular y constante, sino que ha pasado por diferentes fases:
De 1900 a 1936, el crecimiento de la población española comenzó a incrementarse respecto al siglo anterior a un ritmo alto, superior al de otros países europeos en esas fechas. Aunque la tasa de natalidad iba bajando poco a poco, debido al incremento en la edad de contraer matrimonio, así como el progresivo descenso de la fecundidad, la mortalidad sufrió una caída brusca debido a las mejoras médicas, higiénicas y alimenticias, que llegaron más tarde que en otros países europeos, permitieron que se mantuviera un ritmo importante de crecimiento demográfico.
Por otra parte, las repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España, como país abastecedor de los países beligerantes, aceleraron el proceso de industrialización, y con ello la urbanización. No obstante, las epidemias no desaparecieron del todo, y en 1918 tuvo lugar la gripe española que causó 200.000 muertes. También la guerra de Marruecos, con 25.000 víctimas españolas (13.000 sólo en el Desastre de Annual) hicieron repuntar momentáneamente la tasa de mortalidad.
En los años veinte se refuerza el crecimiento demográfico gracias a las mejoras económicas que trae la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y al fin de la guerra de Marruecos en 1926. Durante la Segunda República el crecimiento se mantiene gracias al progresivo descenso de la natalidad y a la reducción sobre todo de la mortalidad infantil, debida a las políticas modernizadoras republicanas.
De 1936 a 1955, durante la Guerra Civil y los años de la posguerra destaca el hundimiento de la natalidad y el incremento de la mortalidad, relacionados directamente con la guerra. El conflicto bélico no sólo supuso la pérdida de 500.000 fallecidos (combatientes y civiles víctimas de los bombardeos aéreos, el hambre, etc.) sino que provocó una importante subnatalidad (los que deberían haber nacido y no lo hicieron debido al conflicto), conocidos como la generación hueca. Por último, están los que tuvieron que abandonar el país como consecuencia de la derrota militar (exilio republicano). En total se calcula en un millón los efectivos perdidos como consecuencia de la guerra.
El descenso de la natalidad se mantuvo tras la Guerra Civil debido a una coyuntura económica negativa, resultado de la política autárquica del régimen franquista y el bloqueo internacional al régimen de Franco, identificado con el fascismo de las potencias del Eje. La mortalidad se redujo a pesar del hambre generalizada y la miseria de la mayor parte de la posguerra.
De 1955 a 1975, el crecimiento de la población española mantuvo el ritmo interanual más elevado de su historia. Esto se debió a que la modernización definitiva de la economía española en los años 60 hizo descender las tasas de mortalidad al nivel de los países más avanzados, mientras que la natalidad experimentó un incremento debido a la bonanza económica y a una política de incentivos a la natalidad por parte de la dictadura franquista. Este período se conoce como el “baby boom”, y se produjo en España en la década de los 60, diez años más tarde que en los países más desarrollados de nuestro entorno. La mortalidad siguió descendiendo gracias a la generalización del sistema sanitario de la Seguridad Social: los partos en clínicas , maternidades y centros públicos recortaron drásticamente la mortalidad infantil. También fueron claves en el descenso de la mortalidad la desaparición de la subnutrición y malnutrición de los años de racionamiento del periodo anterior. La dieta mejora reduciendo hidratos de carbono y aumentando el porcentaje de vitaminas y proteínas. Sin embargo, el crecimiento real de la población española se vio reducido porque muchas personas tuvieron que emigrar fuera de España ante la imposibilidad de nuestra economía de generar empleo para una población creciente. La tradicional emigración a Iberoamérica fue sustituida por la emigración a la rica Europa Occidental.
3.3 El régimen demográfico moderno
A partir de 1975, comienza el régimen demográfico moderno; la mortalidad continua en tasas muy bajas y la natalidad tiene un descenso vertiginoso. Este descenso más rápido y tardío que el europeo caracteriza a la transición demográfica española. El régimen demográfico moderno se caracteriza por las tasas de natalidad y fecundidad más bajas del mundo y por un progresivo envejecimiento de la población española, envejecimiento que está siendo paliado por el fenómeno – radicalmente nuevo en la historia de España – de la inmigración.
De 1975 a 1990, el crecimiento natural de la población española se vio frenado de un modo drástico, y al acabar el Siglo XX era prácticamente nulo, ya que la tasa de natalidad descendió de forma brusca en los últimos 20 años del siglo, y casi se igualó a la de mortalidad. Este descenso está relacionado con el fuerte impacto en nuestro país de la crisis económica internacional que se inició en 1974, debido al crecimiento brusco de los precios del petróleo. También se relaciona la caída de la natalidad con la definitiva incorporación de la mujer al mercado laboral y con el cambio de mentalidad de la sociedad española, que cada vez valora más el bienestar individual. En este sentido se generalizará el uso de métodos anticonceptivos y los valores religiosos perderán fuerza en la sociedad española en favor de la secularización (legalización del divorcio, del aborto). Otros factores reductores de la natalidad han sido las políticas llevadas a cabo por los gobiernos democráticos, que han eliminado las ventajas sociales de tener hijos, el crecimiento exponencial del precio de las viviendas, el retraso en la edad del matrimonio, del acceso al mundo laboral, han influido en la reducción drástica de la natalidad a niveles nunca vistos en nuestro país.
En la actualidad, el crecimiento real de la población española a partir de 1990 se debe fundamentalmente a la llegada de población inmigrante a nuestro país, y a los nacimientos que aporta este colectivo. Tras el parón de la crisis del 1973 y 2008, siguen aumentando esas características, ya que estamos ante un modelo económico dominado por los servicios y el turismo, el auge de las nuevas agriculturas y el desarrollo endógeno. El crecimiento se ha ralentizado fruto de la baja natalidad y el fin de las llegadas masivas de inmigrantes a nuestro país, desanimados por la crisis económica actual.