Siglo XVIII Literario Español: Transición y Tendencias


Literatura Española del Siglo XVIII

Del Barroco al Prerromanticismo

En la producción literaria española de este siglo se aprecian distintas tendencias (Posbarroquismo, Neoclasicismo, Prerromanticismo) que, aunque se suceden en el tiempo, confluyen en muchos momentos.

1. El Posbarroquismo

Ocupa gran parte de la primera mitad del siglo, perpetúa los supuestos estéticos del Barroco, pero se queda en una pobre imitación de su riqueza estética y formal, carente de la fuerza creadora de los escritores del XVII. Este barroco, tardío y decadente, se manifiesta en la obra de Torres de Villarroel (Visiones y visitas de don francisco de Quevedo por Madrid). En la lucha contra esta estética, convertida en mero formalismo, en retórica vacía, destacan importantes escritores, como Ignacio Luzán y Benito Feijoo.

2. El Neoclasicismo

Coincidente con el movimiento cultural de la Ilustración, entra en España a partir de la instalación en el trono de la dinastía borbónica. Esta corriente estética, que abarca la mayor parte del siglo, es la más característica de este periodo. Es un estilo que busca la elegancia y que antepone la razón a la imaginación. Sus principios se someten a los preceptos clásicos, sujetos a las reglas aristotélicas. Es una literatura basada en las reglas y que renuncia a la expresión de los sentimientos íntimos, por ello no es de extrañar que tenga escaso nivel. Destacó, sobre todo, la crítica y el ensayo; la literatura de creación, la lírica especialmente, se tenía como actividad menor, en un momento en que la razón humana debía aplicarse a cosas más necesarias para el progreso.

Características del movimiento neoclásico:
  • En el teatro: por la adopción de la regla clásica de las tres unidades (acción, lugar y tiempo); por la proscripción de todo lo imaginativo, fantástico y misterioso; por una separación artificial entre lo trágico y lo cómico; por la finalidad didáctica (enseñar deleitando).
  • En la poesía: se adoptan temas pastoriles, anacreónticos (exaltación delicada de placeres elementales como el amor, la buena mesa, etc.), filosóficos o didácticos. Nada que deje traslucir intimidad.
  • En la prosa: la crítica se convierte en una de las grandes armas de los reformistas ilustrados. Se aplicó a todos los órdenes de la vida social y a la literatura. Se cultiva, sobre todo, el ensayo, de carácter didáctico. Lo propician el racionalismo imperante, la actitud crítica ante la realidad, el interés por el saber y el propósito educativo y moralizador.
Principales autores neoclásicos:
  • Prosa: destacan Fray Benito Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.
  • Padre Feijoo: su obra se caracteriza por el rigor intelectual en el tratamiento de los temas y la claridad expositiva. Se centra en la difusión de la cultura y de la ciencia, así como en acabar con la ignorancia y la superstición. Cultivó un solo género literario: el ensayo: Teatro crítico universal, Cartas eruditas y curiosas.
  • Jovellanos: el escritor más prolijo y emblemático del siglo, pretende la reforma de las costumbres y de las instituciones. Obras: Informe sobre el expediente de la ley agraria, Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones públicas.
  • Cadalso: en Cartas Marruecas critica con pesimismo las costumbres nacionales y analiza las causas de la decadencia de España, lo que le convierte en precedente del espíritu crítico y reformista de escritores como Larra y como los integrantes de la Generación del 98. También escribió Noches lúgubres, elegía en prosa en la que se perciben elementos prerrománticos: el ambiente sepulcral (el cementerio, la noche borrascosa) y la expresión exaltada de los sentimientos.
  • Poesía: no alcanza gran calidad, son poemas correctos, circunscritos a la norma del buen gusto, sin vigor lírico. Unas veces cae en el didactismo moralizante y otras, en la frívola sensualidad, como la poesía anacreóntica (Juan Meléndez Valdés). Lo más destacado son los fabulistas Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte que, con actitud satírica y moralizante, han dejado creaciones tan populares como la fábula de La lechera, La cigarra y la hormiga,…
  • Teatro: adquirió un desarrollo notable y fue uno de los espectáculos que mayor interés despertó entre la población. Junto al teatro barroco, que pervivió durante gran parte del siglo, han quedado algunas obras neoclásicas estimables.
  • Leandro Fernández de Moratín: es el autor dramático más importante de la escuela neoclásica, cuyos postulados siguió con estricta observancia. Sus obras más destacadas son La comedia nueva o el café (en la que critica el teatro de la época), La mojigata (en la que critica a los falsos devotos) y, sobre todo, El sí de las niñas (obra de carácter didáctico sobre la libertad de los jóvenes en la elección del matrimonio); también defiende el derecho de las mujeres a casarse por libre voluntad en El viejo y la niña.
  • Jovellanos: escribió El delincuente honrado (una comedia que se ajusta a las reglas neoclásicas). A pesar de la construcción neoclásica, se perciben ya claros indicios prerrománticos: expresión exaltada de los sentimientos.

3. El Prerromanticismo

Se produce en la segunda mitad del siglo XVIII. Sin abandonar las ideas reformistas de la ilustración, supone una reacción contra la estética neoclásica con la que convivió muchos años. Se opone al neoclasicismo en los siguientes rasgos:

  • Afirma el predominio del sentimiento frente a la razón; los escritores expresan su intimidad, exaltando sus tristezas, sus dolores, sus melancolías.
  • Se muestra receloso ante las “reglas”, aunque muchos prerrománticos las aceptan.
  • Frente a la naturaleza “arreglada” y tranquila de los neoclásicos, prefiere espectáculos chocantes y hasta horrendos (tormentas, escenas nocturnas y sepulcrales, apariciones fantasmagóricas).

El Prerromanticismo se manifiesta ya en algunas obras de Jovellanos (El delincuente honrado) o de Cadalso (Noches lúgubres), pero donde se muestra de manera más evidente es en la poesía de Nicasio Álvarez Cienfuegos, José María Blanco White y Alberto Lista, que fue maestro de Espronceda.

El Romanticismo

Es un movimiento cultural y artístico que surge en Alemania e Inglaterra a fines del XVIII-principios del XIX, y se extendió por Europa rápidamente. No se produce simultáneamente en todas las literaturas europeas, ni tampoco es igual el ritmo de su desarrollo ni la intensidad de su penetración. En España entra tardíamente (hacia 1830) y se prolonga más allá de la primera mitad del siglo con los románticos rezagados: Bécquer y Rosalía de Castro. El Romanticismo no se ciñe al aspecto artístico, supone también un cambio de mentalidad, una nueva forma de ver la vida y el mundo que tiene repercusiones en lo político y en lo social. Los románticos manifiestan una profunda insatisfacción ante los valores de la sociedad en la que les ha tocado vivir.

Características generales:

  • Libertad e individualismo: el romántico exaltó la importancia del individuo y defendió su libertad a todos los niveles (moral, política y artística).
  • Subjetividad y sentimentalismo: se reivindicó la concepción subjetiva de la realidad y la expresión de los sentimientos y emociones.
  • Idealismo y angustia existencial: el deseo de libertad y la búsqueda de grandes ideales choca con la realidad. El romántico expresa su angustia ante ese choque; esto lleva a la exaltación de tipos marginales (mendigo, verdugo, condenado a muerte…) y a la evasión.
  • Historicismo y nacionalismo: hay un interés por la historia del propio país, por la nación, de ahí el ambientar las obras en épocas pasadas: auge del costumbrismo y la novela histórica.
  • Huida de la realidad: la evasión de la realidad lleva a situar las obras en el pasado (Edad Media, Siglo de Oro…) y en lugares exóticos como Oriente. Otras formas de evasión fueron la fantasía, lo terrorífico, lo lúgubre y lo macabro, etc.
  • Naturaleza: se convierte en un reflejo de los sentimientos del yo romántico; de ahí la abundancia de paisajes desagradables: ruinas, cementerios, paisajes nocturnos, tormentas…

Principales autores y obras:

A) El drama romántico:

Se inició con el estreno de La conjuración de Venecia (de Martínez de la Rosa), Macías (Larra) y Don Álvaro o la fuerza del sino (Duque de Rivas). Después le siguieron El trovador (García Gutiérrez), Los amantes de Teruel (Hartzenbusch) y Don Juan Tenorio (Zorrilla).

Características:

División de la obra en jornadas o actos, de uno a siete; mezcla de verso y prosa; ruptura de la regla de las tres unidades; mezcla de lo cómico y lo trágico; el protagonista es un héroe de origen misterioso y con un destino desgraciado; los temas más frecuentes son la fatalidad, el amor apasionado y trágico, la venganza, etc.; presencia de elementos fantásticos e importancia de la naturaleza.

Duque de Rivas:

Don Álvaro o la fuerza del sino: sus temas son la fatalidad (el sino), la venganza y el honor. La acción se desarrolla a lo largo de más de 5 años, en el siglo XVIII y en diferentes espacios (Sevilla, Córdoba, Italia…). Don Álvaro es un mestizo, rechazado por su origen misterioso. Las circunstancias se alían contra él una y otra vez después de perder a su amor. Al final, desesperado y enloquecido, creyéndose un enviado del diablo, se mata.

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