Parménides de Elea fue un importante filósofo griego, uno de los primeros en emplear el pensamiento lógico para acercarse a la verdad,Parménides sugiere que para llegar a ella hay que alejarse de la vía de la opinión de los mortales, los cuales «nada saben y andan errantes».
Para Parménides, existe una identidad entre ser y pensar, porque no hay conocimiento autónomo al margen del ser). El ser es y no es posible que deje de ser. El ser se define como oposición a «no-ser». El único ser verdadero es el Único, el Uno. Pero este uno no es un Dios como el actual, sino más bien un ente material y extenso, semejante a una esfera. Pareménides enumera las determinaciones conceptuales del contenido del Ser:
– La imposibilidad de que nazca a partir de un «no-ser» u otro «Ser», pues esto es irreconciliable con la disyuntiva «Ser/no-Ser».
– Ese ‘nacimiento’ o surgimiento implicaría un antes y un después, que son incompatibles con el Ser, ya que este es, sin evolución, historia ni desarrollo. Desde el punto de vista temporal, el Ser no ha surgido, y es indestructible.
– Espacialmente, el Ser es un todo unitario cerrado sobre sí, o sea, no tiene partes, ni huecos. Es, por tanto, indivisible.
– El ser no carece de nada. Al ser un ente inmóvil, no se modifica; si no, sería posible modificarlo para llegar a la perfección. El Ser es, pues, perfecto.
La conclusión a la que llega Parménides es que el Ser es una esfera perfectamente simétrica, homogénea y cerrada sobre sí misma.
Según Parménides, las apariencias engañan. Para llegar a la verdad, necesitamos la revelación de una ‘diosa’, aunque una diosa no en un sentido mítico. Sus revelaciones son comprensibles racionalmente. Es imprescindible situarse en el marco del saber de la verdad (marco siempre racional y lógico) para entender que las apariencias no son más que eso. El «llegar a ser y perecer, cambiar y variar» todo ello no es más que lo que no es. Y esto es así porque, en efecto, sólo lo que es es Ser, y el Ser se caracteriza, como he comentado, por su inmovilidad.
La
Apología de Sócrateses una obra de Platón que da una versión del discurso que Sócrates pronunció como defensa, ante los tribunales atenienses, en el juicio en el que se lo acusó de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la polis. Aunque su datación exacta es incierta, el texto, por su temática, pertenece al ciclo platónico de las primeras obras llamadas «socráticas», que Platón escribió en su juventud, e incluso se piensa que es su primera obra.[1]
Sócrates comienza diciendo que no sabe si los atenienses (asamblea general) han sido ya persuadidos por los que lo acusan. Este comienzo es crucial para establecer el tema de todo el discurso, pues es frecuente que Platón comience sus diálogos socráticos exponiendo la idea general del texto. En este caso, el diálogo se abre con «¡Ciudadanos atenienses!, Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis acusadores». Este ignoro, de hecho sugiere que la filosofía expuesta en la Apología va a consistir enteramente en una sincera admisión de ignorancia, pues todo su conocimiento procede de su no saber nada: «Solo sé que nada sé».
Sócrates pide al jurado que no le juzgue por sus habilidades oratorias, sino por la verdad que estas convocan. A su vez, asegura que no va a utilizar ornamentos retóricos ni frases cuidadosamente preparadas, sino que va a decir en voz alta lo que se le pase por la cabeza, las mismas palabras que utilizaría en el ágora y en las reuniones, pero a pesar de esto demuestra ser un maestro en retórica, y que no es solo elocuente y persuasivo, sino que sabe jugar con el jurado. El discurso, que ha puesto a los lectores de su lado durante más de dos milenios, no consigue ganarle el juicio. Sócrates fue condenado a muerte, y ha sido admirado por su calma aceptación de ello.
El término griego arché(o arjé) se traduce al castellano como principio
. Este concepto tiene mucha importancia en la filosofía presocrática puesto que una de las más importantes preocupaciones de los primeros filósofos fue la investigación del arché o elemento del que se componen todas las cosas. Como habitualmente se señala, los presocráticos concebían el arché al menos con las siguientes características:
Principio temporal
: realidad situada en el principio de los tiempos, a partir de la cual se generó todo lo existente;Constitutivo último de lo real
: elemento que se encuentra en todas las cosas, por tanto común a todas ellas; es constitutivo “último” porque no se encuentra en la “superficie” de las cosas, en lo visible o experimentable por los sentidos: por ejemplo, podríamos objetar a la tesis de Tales según la cual el agua es el arché que el árbol que veo no es agua, no tiene el aspecto del agua, a lo que Tales argumentaría que, más allá de las apariencias, el agua es el fundamento de su existencia, ya que sin ella el árbol no viviría, por lo que de alguna manera debe estar presente en el árbol para que éste viva;Elemento que determina el ser propio de cada ente
: las características y procesos a los que está sometido todo objeto están determinadas por el principio del cual está compuesto. Así, por ejemplo, si los principios son el aire, el agua, la tierra y el fuego, como indica Empédocles, el ser y comportamiento de un objeto estará determinado por la diferencia en la composición de estos elementos, es decir, el cuerpo A tendrá propiedades distintas al cuerpo B si A está compuesto fundamentalmente de tierra y B de fuego.Demócrito pensaba y postulaba que los átomos son indivisibles, y se distinguen por forma, tamaño, orden y posición. Se cree que la distinción por peso, fue introducida por Epicuro años más tarde o que Demócrito mencionó esta cualidad sin desarrollarla demasiado. Gracias a la forma que tiene cada átomo es que pueden ensamblarse —aunque nunca fusionarse (siempre subsiste una cantidad mínima de vacío entre ellos que permite su diferenciación)— y formar cuerpos, que volverán a separarse, quedando libres los átomos de nuevo hasta que se junten con otros. Los átomos de un cuerpo se separan cuando colisionan con otro conjunto de átomos; los átomos que quedan libres chocan con otros y se ensamblan o siguen desplazándose hasta volver a encontrar otro cuerpo.
Para Demócrito, los átomos estuvieron y estarán siempre en movimiento y son eternos. El movimiento de los átomos en el vacío es un rasgo inherente a ellos, un hecho irreductible a su existencia, infinito, eterno e indestructible.[3
El dualismo parece ser el rasgo más característico de la doctrina pitagórica y podría explicar el origen de la tradición que pone en contacto a Pitágoras con Zoroastro.
Este dualismo no es sino una versión más de la doctrina de los opuestos que aparece en los filósofos jonios. La diferencia es que esta vez cobra la importancia de doctrina escencial y conduce a artificiosas elaboraciones como la lista de los diez pares de opuestos.
SOCIEDAD ATENIENSE:
La sociedad ateniense de la época clásica viene determinada por la división entre hombres libres y esclavos, a pesar del sistema democrático vigente. La población de Atenas estaba compuesta por hombres que tenían tres diferentes condiciones legales.
Los ciudadanos:
En una población de alrededor de 250.000 habitantes, algunos historiadores han calculado en 40.000 el número de ciudadanos, incluidos las esposas y los hijos, que no tenían representación política. Los ciudadanos eran los únicos habitantes que tenían derecho a adquirir una finca y poseer tierras en el Ática. Aunque entre ellos había un grupo importante de hombres ricos, la mayoría eran pequeños y medianos propietarios de tierras.
Los metecos:
Era un grupo muy activo constituido por hombres libres, extranjeros, griegos nacidos en otras polis y no griegos. Se dedicaban al comercio y a las artesanías. Era muy difícil que pudieran acceder a la propiedad de la tierra, y vivían sobre todo cerca de los puertos y en Atenas. Durante el siglo V a.C. su número fue superior a los 70.000, incluidas sus familias. Eran los grandes importadores de alimentos y productos manufacturados y los dueños de los principales talleres. También había metecos dedicados a las profesiones liberales o a actividades intelectuales. Tenían que pagar impuestos, que aunque no eran muy elevados, marcaban su condición de inferioridad respecto de los ciudadanos.
No podían votar ni participar en ninguna de las instituciones del Estado.
Los esclavos:
El grupo más numeroso era el de los esclavos. Se cree que su número superaba los 140.000 en este período. Carecían de todos los derechos políticos: eran propiedad de sus amos. Tampoco participaban de las guerras. Podían comprar su libertad con su trabajo y pasar a la categoría de metecos, aunque esta situación no era común. La mayoría de los esclavos no eran griegos, y habían sido comprados por los ciudadanos.