Contexto Histórico y Literario
Las Vanguardias y la Posguerra
Las Vanguardias, con su afán de escandalizar a la burguesía, marcaron el inicio del siglo XX. Tras la Revolución rusa, el realismo socialista y el arte comprometido tomaron protagonismo, buscando concienciar a las masas. En esta primera mitad del siglo, destaca el Teatro Épico de Bertolt Brecht. También cabe mencionar a los existencialistas Jean-Paul Sartre y Albert Camus; el teatro del absurdo de Samuel Beckett y Eugène Ionesco; los americanos Eugene O’Neill, Tennessee Williams y Arthur Miller; y la experimentación del Living Theatre, Open Theatre, Grotowski y Peter Brook.
En España, la censura franquista afectó cualquier material impreso de carácter socialista, comunista o libertario, incluyendo la edición y montaje de obras. Autores como Buero Vallejo fueron condenados a muerte, aunque posteriormente indultados. La censura también se extendió a contenidos morales, prohibiendo el género de la revista, que se transformó en «comedias musicales» para evadir la prohibición.
Años 40: Entretenimiento, Propaganda y Alta Comedia
El teatro de entretenimiento se impuso con obras como Eloísa está debajo de un almendro de Jardiel Poncela. Benavente, aunque no figuraba nominalmente por su apoyo a la República, vio representadas sus obras. También destacó Antonio Quintero. Paralelamente, el régimen impulsó el teatro propagandístico a través del Teatro Nacional de Falange y el teatro histórico, con autores como José María Pemán (autor de la letra del himno nacional), Giménez Arnau y Luca de Tena. En la alta comedia, Benavente perdió la maestría de sus primeras obras (Los intereses creados, La malquerida, El nido ajeno), adoptando un estilo más comercial, con frases agudas e ingeniosas. La comedia de salón, por su parte, criticaba comportamientos individuales desviados de la norma social, abordando temas como infidelidades, desavenencias conyugales y problemas generacionales. En la comedia de fantasía, con tramas inverosímiles, destaca Los árboles mueren de pie de Alejandro Casona. Otros autores relevantes fueron Edgar Neville, Agustín de Foxá, José Antonio Millán, Jaime Salom y José María Armiñán, junto con Alfonso Paso, Calvo Sotelo y Luca de Tena.
Dentro del teatro de humor, destacan:
- Enrique Jardiel Poncela: Con un humor irracional e inverosímil, escribió obras como Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936) y Eloísa está debajo de un almendro (1940), además de Los habitantes de la casa deshabitada y Los ladrones somos gente honrada.
- Miguel Mihura: Su humor irracional, con un trasfondo existencial, se plasma en Tres sombreros de copa (1932/1952), que explora temas como la libertad, la inseguridad, el peligro y la felicidad. Posteriormente, adoptó un estilo más convencional en obras como Maribel y la extraña familia, Ninette y un señor de Murcia y Melocotón en almíbar.
Años 50: El Realismo Social
Con la influencia del realismo socialista, se inicia una nueva etapa. En la primera ola, destacan:
- Antonio Buero Vallejo: Con su propuesta de un teatro «lo más arriesgado posible, no temerario», desarrolló un realismo simbólico en obras como Historia de una escalera (que retrata una sociedad deprimida, anclada en el inmovilismo social), Hoy es fiesta, En la ardiente oscuridad y El concierto de San Ovidio.
- Alfonso Sastre: Considerado autor de un «teatro momentáneamente imposibilitado», escribió obras como Escuadra hacia la muerte (prohibida tras la tercera representación), Prólogo patético (también prohibida), Muerte en el barrio y La taberna fantástica.
- Alfonso Paso: Inconformista en sus inicios (Barrio del Este, Una bomba llamada Abelardo, La corbata, La oficina), posteriormente se inclinó hacia un «posibilismo escénico» con un mayor éxito comercial, alternando la crítica moral burguesa con temas obreros.
En la segunda ola, destacan autores como Lauro Olmo (La camisa, Asamblea general), José Martín Recuerda (Las salvajes de Puente San Gil, Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca), Rodríguez Méndez, Alfredo Mañas, Carlos Muñiz, González Vergel, Rodríguez Buded, López Aranda, José Antonio Castro y Antonio Gala (Los verdes campos del Edén, Los buenos días perdidos, Anillos para una dama).
Años 70: Experimentación y Nuevos Autores
Esta década vio surgir a autores como Domingo Miras (La Saturna, De San Pascual a San Gil y Martín Iniesta), José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro, ¡Viva el duque nuestro dueño!, La verdadera y singular historia de la princesa y el dragón), Francisco Nieva (con su Teatro de farsa y calamidad y Teatro furioso), Jesús Campos y Luis Riaza.
Se caracteriza por:
- La generación simbolista y la experimentación, con influencias del Living Theatre y el Bread and Puppet.
- El teatro pánico de Fernando Arrabal, con su estilo absurdo, cruel e irónico, y la concepción del arte como acto vivido (Pic-nic, Cementerio de automóviles, Los dos verdugos).
- El teatro colectivo, basado en la improvisación y el método Stanislavski, con grupos como Tábano, Els Joglars, La Cuadra y La Fura dels Baus.
Desde la Transición
Tras la Transición, se pueden distinguir tres grupos de autores:
- Primer grupo: José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), José Luis Alonso de Santos, Fermín Cabal, y Alonso Vallejo.
- Segundo grupo (años 80): Paloma Pedrero, Ignacio del Moral, Ernesto Caballero, Alfonso Zurro y Miguel Murillo.
- Tercer grupo (años 90): Yolanda Pallín, Ignacio García May, Juan Mayorga, Margarita Sánchez y Laila Ripoll.
Finalmente, el vanguardismo formal tuvo representantes como Álvaro del Amo, Rodrigo García y Alfonso Armada.