Teatro Social
Durante los años 50, el teatro social experimentó una nueva generación de dramaturgos. En 1945, se publicó un manifiesto del grupo “Arte Nuevo” redactado por jóvenes universitarios. Sin embargo, estos artistas eran generalmente ignorados por los teatros profesionales, excepto Buero Vallejo que defendía un “Teatro posible”, temerario pero no arriesgado. Entre estos dramaturgos destacaban Alfonso Sastre con su obra «Escuadra hacia la muerte», Lauro Olmo con «La camisa», y Antonio Gala con «Los verdes campos del Edén».
Generación del 36
La Generación del 36, compuesta por individuos nacidos entre 1910 y 1920, se caracterizó por su formación universitaria en un periodo marcado por la Dictadura blanda y la Segunda República. Esta generación abogó por la rehumanización del arte y el retorno al realismo, explorando conflictos personales, existenciales y sociales en sus obras. La Guerra Civil española dividió a la sociedad entre vencedores y vencidos. Algunos de los miembros destacados de esta generación incluyen a Carmen Laforet, autora de «Nada»; Camilo José Cela, conocido por «La familia de Pascual Duarte»; y Miguel Hernández, famoso por su poesía, como «Viento del pueblo».
La Generación del 36 se manifestó de manera dramática. El teatro social, ubicado entre el teatro burgués y el teatro de denuncia, encontró en figuras como Buero Vallejo una opción intermedia, “arriesgada pero no temeraria”. El teatro de Buero se caracterizó por un lenguaje simbolista, la representación de personajes frustrados y un ambiente sórdido y desagradable. Buero utilizaba épocas históricas como telón de fondo para criticar el presente, adoptando un enfoque crítico y reflexivo sobre la sociedad contemporánea.
Dramas de raíz costumbrista y realista con contenido social:
Estas obras presentan un tono costumbrista y de sainete, reflejando la vida de la clase social baja y las desilusiones que enfrentan. Ejemplos notables incluyen «Historia de una escalera» (1949) y «Hoy es una fiesta» (1955).
Tendencias Teatrales
Teatro de Posguerra
Durante el período de posguerra en España, el panorama teatral se caracterizó por una profunda desolación, influenciada por diversos factores. La audiencia, mayormente conformada por individuos con gustos vulgares, se encontraba sometida a una férrea censura impuesta por el régimen. La moral católica imponía restricciones. Los géneros teatrales como la comedia, en su mayoría intrascendente, era muy conservadora y se dirigía a la burguesía pensante. Por otro lado, el drama histórico y religioso se utilizaba para exaltar la ideología del régimen.
En cuanto a sus rasgos estilísticos, el teatro de posguerra tendía hacia un estilo decimonónico, heredero del teatro de Benavente. Esto conllevaba a una escasa profundización psicológica de los personajes.
En el exilio se publicaron obras como «El adefesio» de Rafael Alberti, «San Juan» de Max Aub y por último Alejandro Casona publicó «La dama del Alba». Hubo varios intentos de renovación, llevados a cabo por autores como Enrique Jardiel Poncela, quien empleaba lo inverosímil y disparatado, su obra «Eloísa está debajo del almendro». Miguel Mihura destaca por su uso de lo irracional, junto a su obra «Tres sombreros de copa» y por último A. Buero Vallejo quien tuvo un profundo impacto con «Historia de una escalera» en 1949.
Teatro de Vanguardia
Durante los años 60 en Francia, el teatro de Vanguardia experimentó una notable renovación escénica, especialmente con la aparición del teatro existencialista y del absurdo. Entre los destacados autores de esta corriente se encuentra Fernando Arrabal, quien en París fundó «El Teatro Pánico» junto a Roland Topor y Alejandro Jodorowsky. Este era un movimiento que aúna lo irracional y el absurdo. Su obra más destacada, «El cementerio de automóviles».
Entre los destacados autores de esta corriente se encuentra Fernando Nieva, cuyas obras presentan personajes enfrentados a las restricciones impuestas por la moral y la religión. Su teatro transgresor, influenciado por corrientes como el teatro furioso (que incluye el esperpento, surrealismo y teatro barroco), se manifiesta de manera notable en obras como «La carroza del plomo candente».
Teatro del Último Cuarto del S.XX e Inicios del S.XXI
En el último cuarto del siglo XX e inicios del siglo XXI, el teatro en España experimentó una serie de transformaciones. Durante los últimos años de la dictadura franquista, surgieron grupos teatrales como La Furia de Gaus, Dagoll Dagom, Los Goliardos y Els Comediants. Con la transición hacia la democracia en España, se inició un período de progresiva apertura en el ámbito teatral, dejó de ser ideológico y de denuncia. En los años 80, durante el movimiento cultural conocido como La Movida, el país se volvió colorista evitando en gran medida abordar temas relacionados con la posguerra. Ana Diosdado expresó este sentimiento con «los 80 son nuestros». El año 1992 estuvo marcado por la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos. Sin embargo, a principios del siglo XXI, el país se vio afectado por una crisis económica, la corrupción política y crecientes tensiones sociales, culminó con el surgimiento del 15M. Este contexto de agitación social revivió temas y preocupaciones del pasado, y el teatro ideológico volvió a adquirir relevancia.
Tendencias y Rasgos del Teatro de Buero
Tragedias de Época con Enfoque Histórico:
Buero Vallejo también se adentra en tragedias que exploran personajes y episodios históricos, con la finalidad de criticar la España franquista. Con obras como «El Concierto de San Ovidio», «Las Meninas» (1960), «El sueño de la razón» y «La detonación» (1977).
Piezas de Tono Simbólico y Poético:
Algunas de las obras de Buero Vallejo adoptan un tono más simbólico y poético, explorando temas profundos. Entre estas se destacan «En la ardiente oscuridad» (1946), «El tragaluz» (1967) y «Jueces en la noche» (1979).