Teoria y critica del positivismo, racionalismo e idealismo ortega y gasset apuntes


José Ortega y Gasset (1883-1955): Raciovitalismo y perspectivismo Contextualización


Entre las corrientes que se irán desarrollando a comienzos del siglo XX cabe citar las siguientes:


1. Positivismo: aunque hay precedentes de esta teoría, Comte funda el positivismo (aplicándolo especialmente en la sociología) en la segunda mitad del XIX. Para los positivistas no existe más realidad que “lo positivo”, aquello que puedo constatar por medio de la observación. 2. Fenomenología: su representante principal es Husserl, y se encuadra en el estudio de la conciencia del ser humano, recuperando temas del racionalismo y de teoría del conocimiento. 3. Existencialismo: Heidegger y Sartre desarrollan, en dos líneas distintas, un análisis de la existencia concreta y particular de los individuos. Dentro de esta “analítica de la existencia”, surgirán también otras corrientes como el personalismo de Mounier. 4. Filosofía analítica: el final del siglo XIX marca lo que en filosofía se ha llamado “giro lingüístico”, que convierte al lenguaje en un tema central de la filosofía. Uno de los objetivos fundamentales será crear un “lenguaje lógicamente perfecto”. 5. Hermenéutica: investiga fundamentalmente los modos de interpretación y comprensión de textos y obras de arte, a la vez que se critica la visión positivista del mundo, y el prejuicio que identifica ciencia con “verdad” o que admite la metodología científica como la única verdadera. Asociado a la hermenéutica está también el historicismo, para el que las verdades cobran sentido en su contexto histórico. 6. Marxismo: la teoría de Marx continuará siendo actualizada y reinterpretada. no se puede encuadrar a Ortega en ninguna de ellas. Su filosofía es, en cierto modo, una reacción frente al vitalismo desorbitado de Nietzsche, pero también una crítica del idealismo cartesiano o hegeliano. La relación de Ortega con todas estas corrientes es polémica: Por ello se le considera un pensador ecléctico, pero se ha cometido cierta injusticia, al no reconocer la tremenda originalidad de algunas de sus ideas, que eran incorporadas después, de un modo sistemático, a algunas de las teorías


que hemos mencionado. Nunca se reconocerá lo suficiente la influencia que la filosofía de Ortega ha ejercido en su tiempo, especialmente sobre el existencialismo, la hermenéutica o la misma fenomenología. La filosofía de Ortega renuncia a la obligación de rendir pleitesía a una teoría homogénea, y va bordeando algunas de las corrientes mencionadas, mostrando una capacidad pasmosa para encontrar síntesis de teorías y conceptos aparentemente contrapuestos, ofreciendo metáforas y expresiones de una lucidez extraordinaria.

Veamos ahora algunos de los temas más importantes de su filosofía


La necesidad de la Filosofía

La filosofía es para Ortega una actividad necesaria, ineludible. Recuerda en cierto modo a esa “tendencia inevitable” hacia la metafísica de la que hablaba Kant, después de negarla en la Crítica de la razón pura. La filosofía comienza allí donde termina la ciencia, y por eso no puede sustituirse por ésta. El objeto de la filosofía es muy distinto al del resto de ciencias: la filosofía se encarga del todo, del dato universal del universo, y, en esta medida, no tiene un objeto, particular, propio y definido. Por eso dice Ortega, en armonía con Aristóteles, que la filosofía es la “ciencia buscada”, la ciencia que debe justificar y preguntarse por su propio objeto. Hay dos características definitorias de la filosofía: su radicalidad y su ultimidad. Radicalidad significa precisamente ir a la raíz de la realidad, partiendo siempre de una libertad absoluta, de una ausencia de prejuicios que posibilite un pensamiento propio. Y la ultimidad nos remite a que las preguntas de la filosofía pretenden dar una respuesta completa a la realidad interrogada, de modo que no sea necesario seguir planteando preguntas.La vida humana no puede prescindir de la filosofía. Preguntarse es ya comenzar a filosofar, y renunciar a plantearse cuestiones es renunciar a ser humano.

La superación del Idealismo y del realismo

Ortega trata de hacerse consciente del presente histórico y filosófico en el que está viviendo, e intenta resolver la tarea más importante de la filosofía en ese momento. esta tarea no es otra que la


superación del Idealismo y del Positivismo. Ambas son teorías contrapuestas que se han venido repitiendo a lo largo de la historia de la filosofía. El realismo ingenuo parte de la existencia de lo dado. Asume de un modo acrítico que lo que se le presenta a la vista es tal y como aparece, y piensa que el universo está ya ahí. Este realismo se va repitiendo en diversos pensadores. Para esta corriente, que Ortega conocía muy bien, tan sólo existe lo dado, lo inmediato, lo útil, lo medible: en definitiva, lo positivo.

Así la realidad “objetiva” se convertiría en el objeto fundamental de la filosofía, con lo que se cometería un olvido imperdonable

Dejaríamos al sujeto de lado, como si éste no interviniera en ningún sentido en el proceso de conocimiento, en la relación que se establece entre el sujeto y el objeto

. Por eso, el realismo dejó paso al Idealismo

Este Idealismo es la teoría que ha dominado toda la modernidad, y que es la responsable de alejar al ser humano de la realidad. El Idealismo subjetiviza el mundo, lo convierte en un contenido más de mi conciencia, de mi pensamiento. Supera al positivismo y al realismo ingenuo, pero produce una situación artificial en la que el sujeto se encuentra encerrado dentro de sí, incapaz de aceptar datos que parecen evidentes por el sentido común. El Idealismo nos enseña a desconfiar de las cosas, a preguntar, pero va demasiado lejos en este afán interrogador. El yo no puede ser el objeto fundamental de la filosofía, no puede ser ese todo radical que andábamos buscando. Ni sólo la realidad, ni el sujeto solo pueden ser el dato radical del que se encargue la filosofía. Ambas posibilidades quedan mancas ante nuestra experiencia cotidiana del conocimiento, en la que el individuo tiene mucho que decir, pero la realidad impone también una serie de condiciones. Por ello Ortega busca un nuevo objeto que concilie y supere al realismo y al Idealismo: la vida como dato radical de toda filosofía.

La vida como realidad radical

En consecuencia, ni el mundo exterior (realismo) ni la conciencia (Idealismo) pueden ser el objeto buscado por la filosofía. Para Ortega, dicho objeto no puede ser otro que la vida.


La vida se convierte en el “dato radical del universo”, sobre el que la filosofía debe reflexionar. En la vida confluyen el sujeto y el objeto, el mundo y la conciencia, de modo que Ortega se sitúa “in media res”, a mitad de camino entre el mundo y la conciencia, y huye de cualquier tipo de abstracción. Además, la vida tiene siempre una estructura problemática, y el hombre se convierte así en el fundamental de sus problemas. Para Ortega, “el hombre es el problema de la vida”, ya que el hombre se encuentra sin saber cómo ni por qué en medio de su propia vida. Esta problematicidad de la vida, nos obliga a vivir siempre acompañados de la conciencia de ese problema. Desde el “¿qué haré mañana?” hasta el “¿cuál es el sentido de la vida?”, el hombre no puede evitar esta conciencia de la problematicidad de la vida. La vida es esencialmente individual: “lo vital es lo concreto, lo incomparable, lo único. La vida es lo individual.” Pero esto no impide que tenga también una dimensión comunitaria. Hablar del hombre al margen de la sociedad es tan abstracto como hablar de la sociedad al margen del hombre. La vida nos empuja a compartir nuestro tiempo.

Ortega entiende la vida humana como un quehacer, como un proyecto. La vida es un acontecer lanzado hacia delante, siempre futurizo. Haciendo cosas, el hombre tiene que decidir lo que quiere hacer, lo que quiere ser

Conectando con ideas existencialistas (sobre todo de Heidegger), el hombre es algo abierto, algo siempre por hacer. El hombre tiene que inventarse a sí mismo, tiene que crear su propia vida, que no le viene dada de un modo último y definitivo, sino que le es entregada nueva, aún por estrenar. El hombre no es hecho, sino que es un quehacer. En la realización de este proyecto, el hombre debe contar consigo mismo, pero también con su mundo. Por eso dice Ortega su famosa frase “Yo soy yo y mi circunstancia”.

El mundo que me rodea me afecta a mí, a mis pensamientos y a mis decisiones tanto como mis propios deseos, intenciones o proyectos

Aquí interactúan una vez más el yo y la realidad, los conceptos fundamentales del realismo


Y del Idealismo que Ortega pretende superar



La razón vital

En este quehacer filosófico en el que consistió la vida de Ortega, se hace necesario también ofrecer una visión del conocimiento humano. Si a la hora de interpretar la realidad los dos polos que se nos presentaban eran el Idealismo y el realismo, en el terreno del conocimiento habrá que enfrentarse también a otra oposición: el racionalismo (como Descartes) frente al vitalismo (Nietzsche). La razón se opone a la vida y parece difícil encontrar un término medio. Pues esta es precisamente la tarea que se propone el filósofo español, que critica ambas teorías

: 1. El racionalismo es demasiado abstracto, y por ello es incapaz de captar precisamente aquello que Ortega considera “dato radical del universo”: la vida. La razón construye conceptos, ideas permanentes y estáticas

2. Tampoco el vitalismo aporta una solución más valiosa, porque se olvida de la dimensión futuriza del hombre. Si todos somos un proyecto, no podemos vivir a expensas de un caprichoso presente que dirija nuestros pasos. Ese es el tipo de vida del animal, que no toma decisiones que incluyan un horizonte temporal muy superior al que configura su presente. La libertad del hombre le obliga a anticiparse a su tiempo

. Por eso propone Ortega una vía intermedia: ni la razón, ni la vida, sino la razón vital, pues la razón no puede concebirse al margen de la vida, ni la vida humana al margen de la razón


Renunciar a la vida o renunciar a la razón son dos modos de renunciar a ser hombre

Tan irracional es alejarse de la vida, como vivir esclavizado por sus dictados.

El raciovitalismo se convierte así en la propuesta orteguiana

La vida humana tiene esa dimensión de proyecto, que nos obliga a convertir la realidad, en un problema que tenemos que resolver. Si “la vida es futurición, es lo que aún no es”, tenemos que combinar en su justa medida vida y razón, y esto es exactamente lo que Ortega defiende. Además, la razón vital va acompañada por una ineludible dimensión histórica, porque el hombre se encuentra ya en medio de la historia. La vida humana es esencialmente histórica: heredera de un pasado concreto y


lanzada a un futuro por hacer. El hombre no puede salirse de la historia, y la razón, por tanto, debe ser un instrumento más dentro de la misma. Si la naturaleza puede entenderse como el fluir de la vida, la historia es el lugar específico del fluir de los asuntos humanos, de modo que la vida humana es siempre un “proceso”, algo abierto e inacabado.
El hombre es una realidad que se hace a sí misma, y que está siempre haciéndose. Cada decisión, cada acción no sólo resuelve el problema de nuestro presente, sino que también nos va definiendo, va configurando nuestra forma de ser.

El perspectivismo

Una de las consecuencias de esta razón vital es el perspectivismo, con el que Ortega aspira a sintetizar el escepticismo y el racionalismo.
Para los escépticos, no existe ninguna verdad absoluta o eterna, no hay verdades universales, sino que toda verdad será relativa siempre a un contexto (histórico, social, cultural…), del que depende. Por el contrario, la tradición racionalista sí que admite la existencia de verdades absolutas, eternas y universales. Una vez más, Ortega pretende ir más allá de ambas teorías, y encontrar un punto intermedio, que no es otro que el perspectivismo.
Según éste, el sujeto no puede salir de su punto de vista particular, de su perspectiva.
Pero no debe considerarse por ello, que se da la razón a los escépticos. Frente a esto, Ortega defiende que el punto de vista individual puede también ser objetivo y verdadero: “El punto de vista individual me parece el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en su verdad.” El racionalismo espera demasiado del sujeto cognoscente, que no puede abandonar su punto de vista, su circunstancia, su perspectiva. Pero el escepticismo se olvida de que este punto de vista puede también constituirse como verdad

. La verdad de la realidad es el punto de vista, la particularidad


Así crítica también la visión racionalista de una verdad absoluta, única, universal y necesaria

Nadie puede convertir su propio punto de vista en algo absoluto que los demás deban aceptar. Frente al escepticismo se afirma la verdad de la perspectiva. Frente al racionalismo se afirma la perspectiva de toda verdad.

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