TEORÍAS DE LA POLIS: Platón y Aristóteles.
Democracia es el término oficial que designa al Estado en Atenas durante el s. V a. C. La palabra democracia designa el gobierno del pueblo. Pero, al oponerla continuamente los políticos a los términos tiranía (o monarquía)y oligarquía, fue definida en relación a éstos, más que en sí misma. La democracia supone la igualdad política de todos los ciudadanos. Un Estado democrático es aquel donde la ley es la misma para todos y donde es igual también la participación en los asuntos públicos y en el poder. La soberanía reside en el pueblo y ser ciudadano es ya una función.
Un concepto clave dentro de este horizonte político es el de libertad. La libertad es lo que distingue a un griego de un bárbaro. Para ellos ser libre es no ser esclavo. Los atenienses conquistaron sucesivamente su libertad civil, su libertad jurídica y su libertad política, definida por un griego como el derecho de obedecer sólo a la ley dentro de la igualdad. La libertad es un estatuto de doble aspecto: independencia respecto a toda sujeción personal y obediencia a las disposiciones generales de la polis. Posteriormente, todos los políticos han intentado determinar el justo equilibrio entre el orden y la libertad.La soberanía de la ley, igual para todos, es un descubrimiento común de todas las ciudades-estado griegas. En las asambleas del pueblo-rey, un único soberano vigila las democracias: la ley. Las disputas o controversias sobre el carácter divino, natural o convencional de la misma minarán esta idea, trayendo un cierto relativismo que acabará con este sistema político.
La primera gran obra política de nuestra civilización «La República» de Platón, pretende salir al paso de estas tesis relativistas. A Platón no le satisface ninguno de los regímenes existentes, ni siquiera la democracia que, injustamente, había condenado a Sócrates y había derivado en pura
demagogia. Los políticos se limitaban a recoger y reflejar los deseos de la masa (lo que hoy se conoce como populismo).La primera intención de Platón va a ser constituir en ciencia la moral y la política, las cuales coinciden en su motor común, el Bien, que no es diferente de la Verdad. Su intención es salvar la moral y la política del relativismo e intentar encontrar las leyes ideales.El problema central de La República es el de la Justicia, individual o colectiva. Los arsenales y las fortificaciones no constituyen para Platón la grandeza de una polis, sino la Justicia que impera en ella. Para Aristóteles, el hombre es un animal político; se distingue de los demás animales por su pertenencia a una polis. Esta, fruto de la civilización, es el término de un desarrollo de las asociaciones humanas cuyos estadios han sido: la familia, la tribu, la aldea, la ciudad-estado. La polis es la Constitución. La Constitución crea al Estado. Esta polis es la que garantiza la seguridad y el desarrollo pleno de los ciudadanos. Aristóteles es defensor de la polis en doble sentido: la defiende en el plano filosófico como una forma natural de la vida humana, frente a los pensadores cínicos, que veían en la vida política un obstáculo para la «vida natural». Y, en segundo lugar, aunque sabe que es sólo un modo, entre otros, de la vida social tiende a subrayar el valor particular de ese sistema político.
TEORÍAS DEL PACTO SOCIAL: Hobbes y Rousseau.
La teoría política de Hobbes es una teoría racionalista de corte materialista y atea. Aunque defiende la causa del poder absoluto, no lo hace en nombre del derecho divino de los reyes, sino en nombre del interés de los individuos, de la conservación de los mismos y de la paz.Parte de una concepción pesimista del ser humano. El estado de naturaleza del hombre es, para él, un estado de guerra y de anarquía. Los hombres son iguales por naturaleza; de esta igualdad brota la desconfianza, y de la desconfianza procede la guerra de todos contra todos. Hobbes se opone con esta visión a los teóricos del derecho natural y a todos aquellos que defienden la inclinación natural del hombre a la sociabilidad.La sociedad política no es, pues, un hecho natural, sino que surge de un «pacto social», de un contrato entre los individuos que deciden darse un soberano que los gobierne y que es el único que puede ejercer de manera legal la violencia para reprimir todo atentado que vaya contra este pacto y contra las leyes que brotan de él. Desde esta perspectiva, el contrato lejos de limitar la soberanía, la funda.Rousseau parte de una concepción en parte opuesta a la de Hobbes. El estado de naturaleza del hombre, no es ni una guerra de todos contra todos, ni una vida sociable, sino un estado de dispersión y de aislamiento. A diferencia de Hobbes, señala que el hombre es bueno en este estado de naturaleza. Pero donde es más feliz es en la sociedad naciente, es decir, en un estadio intermedio entre el estado de naturaleza y la sociedad ya establecida, tal y como la conocemos. Es esta sociedad la que hace desgraciado al hombre; en ella reina la injusticia social y el hombre carece de verdadera libertad, pues cada individuo está sometido por las constricciones de la sociedad, que está por encima de él.De ahí que Rousseau vea la necesidad de un nuevo modelo político que será fruto de un Contrato Social. El contrato social garantizará la igualdad y la libertad de los individuos. Para que esto sea así, la soberanía debe recaer en el pueblo, en la voluntad general, que es la voluntad de la comunidad de los individuos libremente asociados. Sólo desde esta consideración se puede comprender que el hombre, para Rousseau, realice su libertad obedeciendo a las leyes. Rousseau puede ser considerado como el padre de la democracia moderna, que se sustenta en la soberanía popular y el sufragio universal. Además, para él, en este nuevo modelo de sociedad la educación es un elemento indispensable, una educación que haga no sólo ciudadanos, sino hombres en el más pleno sentido de esta palabra.
TEORÍAS INDIVIDUALISTAS: El liberalismo y capitalismo.La expresión política de las teorías que defienden la supremacía de los intereses del individuo por encima de los intereses sociales se conoce como liberalismo; del mismo modo, la expresión económica de esta concepción se manifiesta en el capitalismo. Nosotros, nos vamos a centrar en estudiar el liberalismo que es la filosofía de fondo que subyace al capitalismo.La historia de las ideas políticas en el s. XIX está dominada por el progreso del liberalismo. El liberalismo es inicialmente una filosofía del progreso irreversible, una idea que irá decayendo a lo largo de este siglo. Además el liberalismo es uno de los elementos originarios de la filosofía burguesa, estrechamente vinculado a los intereses de esta clase que emergió con fuerza a finales del siglo XVIII.En el s. XVIII el liberalismo aparecía como la garantía de las libertades, como doctrina de la libertad. Pero en la misma medida en que el liberalismo aparece como la filosofía de la clase burguesa, no asegura más que la libertad de la burguesía; por ello los movimientos revolucionarios tratarán de establecer una concepción de la libertad que no sea la del liberalismo.El liberalismo económico del siglo XIX descansa sobre dos principios: riqueza y propiedad privada; se opone al dirigismo, esto es a la intervención del Estado, que se debe limitar a administrar Justicia (por supuesto no la entiende como justicia social), aunque acepte los «favores» que a través de las leyes favorecen sus intereses. Su modelo político es la democracia parlamentaria y representativa.
TEORÍAS SOCIALES: Marxismo y anarquismo.La idea central que Marx legó al siglo XX se puede expresar así: el crecimiento espontáneo, supuestamente “libre”, de las fuerzas del mercado capitalista desemboca en concentración de capitales; la concentración de capitales desemboca en el oligopolio y en el monopolio; y el monopolio acaba siendo negación no sólo de la libertad de mercado sino también de todas las otras libertades. Lo que se llama “mercado libre” lleva en su seno la serpiente de la contradicción: una nueva forma de barbarie.
Marx, como los anarquistas, era consciente que la primera crítica que debía hacerse era la de la religión, puesto que esta era la ideología dominante, que favorecía la situación de miseria y alienación en la que vivía la mayor parte de la población. Marx parte del reconocimiento de que el hombre hace la religión y no la religión al hombre. La religión es al mismo tiempo autoconciencia y autosometimiento del hombre en una fase en la cual el hombre no se ha encontrado todavía a sí mismo. La religión es conciencia invertida del mundo producida por el hombre en una sociedad y un Estado que son precisamente el mundo al revés. La religión aparece como teoría general del mundo invertido, lo que ha dado entusiasmo y consuelo popularmente a los hombres. Por eso la religión expresa al mismo tiempo la miseria realmente existente y la protesta contra esa miseria, es el suspiro de la criatura abrumada y a la vez el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación sin espíritu. En ese contexto ambivalente aparece la frase de Marx tantas veces citada: «la religión es el opio del pueblo.” Para Marx la religión es la expresión de un mundo invertido y miserable, la crítica de la religión, la lucha contra la religión, es ya lucha contra este mundo, y expresa, pues, la exigencia de la verdadera necesidad del hombre: superación de las ilusiones en una situación que necesita ilusiones, crítica de este valle de lágrimas. A lo que aspira la crítica es a configurar un hombre sin ilusiones que ha alcanzado ya la mayoría de edad de la razón.Otro de los puntos claves de Marx es que pretendía aproximar a los trabajadores a la ciencia, no dejar ésta en manos de los representantes del capital, para que pudieran comprender la situación en que vivían y las causas que provocaban su miseria y alienación. El análisis de la cultura burguesa, de la política y de la economía capitalista va en este sentido. “Nunca jamás la ignorancia ayudó a nadie”, expresaba Marx con rotundidad.Al analizar los sistemas políticos vigentes en su época se dio cuenta de que democracia y revolución son inseparables. Hay que partir del hecho de que en el siglo XIX las democracias, entonces realmente existentes, presentaban algo más que un déficit en la cuestión social. Esto llevó a Marx a una conclusión que le alejaba definitivamente del liberalismo político del momento, a saber: que, en el futuro, sólo la participación directa del proletariado en los asuntos políticos, y ésta por vía revolucionaria (en ninguna parte los derechos son otorgados a los de abajo sino que se conquistan), podía garantizar realmente la democracia.La consecución del estado comunista, que es el objetivo último de la concepción política marxista, suponía un movimiento político y social: una vieja tradición en favor de la emancipación humana con una forma moderna y también un partido en sentido amplio: el sector de los trabajadores que quiere ser más consciente y más resuelto en la lucha de clases. Comunismo era, además, para Marx, hablando filosóficamente, libertad concreta. O sea, no sólo conciencia de la libertad frente a la constricción política o externa, sino también libertad en un sentido positivo, a saber: superación de las alienaciones, hombre nuevo, nueva cultura, nuevo modo de vivir, nueva red de relaciones sociales.El momento intermedio hasta llegar a esta sociedad sin clases, que supone también la desaparición del Estado, es la dictadura del proletariado, de la que Marx empezó a hablar en 1849. Esta no es una forma de Estado, ni un régimen político que se oponga a la democracia, sino la postulación de una situación transitoria en un proceso revolucionario inspirada en el modelo jacobino francés.Es interesante reseñar por último tres aspectos de la cultura o civilización burguesa a los que Marx ha prestado atención.El primero se refiere a la imbricación existente en ella entre aspiración tecnocientífica y alienación. El hombre a medida que domina la naturaleza, el hombre domina también a otros hombres y se envilece.Después, Marx ha relacionado esta ambivalencia del progreso tecnocientífico característico de la civilización burguesa con la persistencia de dos actitudes complementarias que se reiteran a lo largo de todo un período histórico: la resignación positivista ante lo dado, ante lo que hay, la añoranza romántica del pasado (un pasado idealizado ante la deshumanización del presente). La conclusión de Marx es radical: ésta es una civilización que mira al pasado o se queda en el presente, que no quiere verse a sí misma como un tránsito, que no mira el futuro.Por último, al analizar, ya en “El Capital”, la industrialización del campo y el proceso de introducción de la química en la agricultura Marx ha precisado un aspecto nuevo, y muy relevante, en la consideración de todo sistema económico productivista, en el caso de la agricultura, las fuerzas productivas no sólo se convierten en destructivas en el sentido de ser liquidadoras de trabajo y devastadoras del trabajador, como en el caso de la industria, sino también depredadoras de la naturaleza.En los últimos años del s. XIX y primeras décadas del XX el anarquismo alcanzó un éxito considerable en los medios populares y en ciertos círculos intelectuales de Francia, España, Italia y Rusia.La filosofía anarquista se podría resumir bastante bien en los siguientes lemas: «Ni Dios, ni patria, ni amo» y «Anarquía es orden sin autoridad».Efectivamente el anarquismo parte de una crítica radical a la religión, como el marxismo, que le lleva a un antiteísmo absoluto. Ni siquiera hay que demostrar que Dios no existe o que no es más que un «reflejo» del hombre: hay que sublevarse pues el hombre no puede reconocer ninguna subordinación de su ser. «Si Dios existiera realmente habría que hacerle desaparecer» (Bakunin).La segunda consecuencia, de tipo político, es el rechazo de toda legislación, toda autoridad. La razón es la misma que la del ateísmo: el hombre es bueno, inteligente y libre; ahora bien «todo Estado, como toda teología, supone al hombre esencialmente perverso y malvado» (Bakunin) e intenta subyugarlo. Esto no supone una exaltación del individuo (individualismo), el anarquismo tiene ante todo una aspiración popular que llevaría a una especie de fraternidad entre todos los hombres.En el plano económico los anarquistas se han pronunciado siempre contra la propiedad privada. Lo que condenan en ella es que es la fuente de todas las desigualdades y el germen de toda autoridad; de ahí que apuesten por una colectivización de la misma, que no supone, como en el caso del marxismo, una organización económica autoritaria y global planificada.Para los anarquistas la ilusión más peligrosa consiste en que cabe «dejar sitio» al Estado y encontrar un modelo que limite su maldad. Para ellos, esto supondría admitir la necesidad del Poder como corrección a la naturaleza egoísta del hombre. De ahí que rechacen el régimen de democracia del pueblo o socialista e incluso los «Gobiernos revolucionarios».
TEORÍAS TOTALITARIAS: El fascismo, y el nacionalsocialismo.
El fascismo no es una doctrina; y el nacionalsocialismo lo es aún menos. «Nuestra doctrina es el hecho», declaraba Mussolini. En estas teorías la acción prima sobre la palabra, el fascismo no necesita un dogma, sino una disciplina: «creer, obedecer, combatir». El punto de referencia es la Nación, que se confunde con el Estado Totalitario, que está por encima de cualquier interés particular. «Todo para el Estado, todo por el Estado». En él no hay separación de poderes, el Estado es un todo, un bloque indivisible y omnipotente. En esta concepción la economía esta subordinada a los intereses políticos estatales.Los principios o las instituciones importan menos que la adhesión al sistema, por ello Hitler afirmaba que todos los programas políticos eran inútiles. Lo único importante es la adhesión a la Nación y al líder carismático que la representa, se llame Führer, Duce o Caudillo.Paradójicamente, el fascismo y el nacionalsocialismo nacieron de la situación de miseria y de la crisis, del paro y del hambre, que se daban en Alemania e Italia. En su origen aparecen como movimientos de desesperanza y de rebeldía contra el liberalismo y los viejos mitos del progreso. Para los fascistas la democracia política había degenerado a causa de la industrialización y de un excesivo intelectualismo. A partir de aquí pretendían realizar «el verdadero socialismo» nacional, que defendía la sustitución de la lucha de clases por una etérea «solidaridad nacional», que mantenía el poder de la oligarquía y del gran capital.Tanto uno como otro, no son sino dictaduras conservadoras que se apoyan en la figura de un jefe carismático que arrastra a las masas desalentadas hacia un supuesto Estado ideal frente al caos universal reinante. Este Estado se confunde con el mito de la grandeza de la Nación: un nuevo Imperio Romano, en el caso de Italia; la refundación del Sacro Imperio Romano Germano, en el caso de Alemania; o la vuelta a los valores del Imperio Español, en el caso de nuestra nación.El fascismo y el nacionalsocialismo tienen una concepción antiigualitaria de la sociedad y, por ello mismo, son hostiles a los principios de la democracia y del sufragio universal. En el fascismo italiano esto se manifiesta en la superioridad de los gobernantes y en el nazismo en la superioridad de la raza aria y en la misión del pueblo alemán.A modo de conclusión, siguiendo a Emilio Gentile podríamos definir el fascismo como:“Un fenómeno político moderno, nacionalista y revolucionario, antiliberal y antimarxista, organizado en un partido milicia, con una concepción totalitaria de la política y del Estado, con una ideología activista y antiteórica, con fundamento mítico, viril y antihedonista, sacralizada como religión laica que afirma la primacía absoluta de la Nación a la que entiende como una comunidad orgánica étnicamente homogénea y jerárquicamente organizada en un Estado corporativo con una vocación belicista a favor de una política de grandeza, de poder y de conquista encaminada a la creación de un nuevo orden y de una nueva civilización”.
EL PODER Y SUS FORMAS DE COERCIÓN.En la experiencia cotidiana nos encontramos con que existen determinados individuos, que en determinadas situaciones, deciden, ordenan y mandan sobre otros que obedecen o cumplen lo mandado por los primeros. Estas situaciones, que podemos remontar en la historia del hombre hasta sus orígenes, es lo que se conoce como el ejercicio del poder.
El poder es la capacidad o actitud que tienen ciertos individuos o grupos sociales para dirigir a otros individuos o grupos. La forma de concebir este poder ha variado en la historia, desde los momentos en que se consideraba al individuo que lo ejercía como investido de una cierta aura divina (faraones o reyes absolutistas) hasta la concepción del poder como algo que emana de un contrato social (Hobbes y Rousseau) o de la voluntad general (soberanía popular).El poder, en sí mismo, exige obediencia y, en algunos casos, sumisión hacia los gobernante. Por ello es necesario un contrapeso, para evitar que el poder pueda ser ejercido de manera autoritaria y absolutista.En este sentido, las posibilidades de desobediencia dependen de la forma en que el poder pretenda imponerse, de su forma de ejercerlo, que puede ser legítima o ilegítima moral y socialmente. No es lo mismo el poder de una tiranía que violenta los derechos básicos de los ciudadanos y la dignidad de la persona humana, contra el que será justo rebelarse; que el poder que brota de un estado democrático que representa la voluntad general y que mantiene ciertos niveles donde puede haber una disidencia frente a las tesis de la mayoría.Las formas a través de las cuales se ejerce el poder y en las que se apoya el poder suelen ser las siguientes:
–La fuerza física. Es la violencia que unos individuos pueden ejercer sobre otros. Es posiblemente la forma más antigua y sólo es legítima cuando la fuerza física la ejercen determinados individuos, en nombre de un estado democrático y de sus leyes para impedir la violencia indiscriminada de unos sobre otros.-La coacción social. La ejercen las distintas instituciones, normas, costumbres que constituyen una sociedad y «educan» al individuo, lo que conocíamos como socialización es la expresión de este poder difuso que ejerce toda sociedad sobre los individuos. Si la sociedad es cerrada el poder será absoluto, si la sociedad es abierta los individuos tienen ciertos márgenes para la discrepancia.-La económica. Es la presión que ejercen determinados individuos o grupos sobre otros, en función de las desiguales condiciones económicas de los mismos, pudiendo determinar los que poseen el capital, las condiciones laborales, sistemas de producción y de distribución de los bienes de consumo, etc.-La coacción psicológica. Esta forma de ejercer el poder se utiliza, desde las relaciones sociales más próximas (familia, escuela, grupo de amigos) pasando por el mercado de consumo hasta la política. Suele ejercerse de manera sutil, de modo que se pueda conseguir una obediencia por parte de los individuos, sin que éstos aprecien que se está ejerciendo una imposición sobre ellos. Los fenómenos de manipulación de masas descansarían en este tipo de ejercicio del poder, es lo que se conoce como propaganda.
EL PODER POLÍTICO.
No toda forma de poder es política, el poder político es el que emana de una sociedad estructuralmente organizada que se rige a través de unas leyes y disposiciones que determinan y rigen el comportamiento de los individuos. El Estado, sea a la manera de las polis-estado de la Grecia clásica o el estado nacional moderno, e incluso los posibles supraestados que se puedan dar en el futuro (Estados Unidos de Europa), es una de las formas de poder político. La concepción del Estado soberano moderno se remonta al Renacimiento y se refuerza con los nacionalismos del s. XIX. Esta concepción del Estado soberano se caracteriza porque los derechos de los individuos se supeditan a una denominada voluntad superior a cualquier otro tipo de poder que es lo que se conoce como: soberanía. La soberanía en los estados absolutistas recaía en el rey, mientras que en los estados democráticos reside en el pueblo.La soberanía en un estado democrático se manifiesta en aquella institución a la que se subordinan todas las demás instituciones: el Parlamento, como máximo órgano de expresión popular. En las antiguas monarquías absolutistas el rey era el único soberano. En España, aun teniendo un régimen monárquico, la soberanía nacional, como marca la Constitución, «reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado»(Título preliminar, art. 1). El pueblo es, pues, el único soberano.
EL ORIGEN DEL PODER POLÍTICO. –El poder emana de los dioses. En las primeras formas de gobierno el poder ejercido por los reyes, faraones, emperadores o caudillos, se consideraba que provenía de los dioses o de Dios («por la gracia de Dios»). De ahí que su autoridad fuese considerada suprema y se ejerciese de un modo absolutista y despótico. En esta concepción el representante de la divinidad en la tierra sólo tenía que darle cuentas a ella.-El poder se basa en la propia naturaleza de los hombres. Fue en Grecia donde se dio por primera vez esta concepción, según la cual los hombres descubren la naturaleza social del ser humano e intentan fundamentar de manera racional las relaciones sociales y el ejercicio de la autoridad que pasará a estar depositado en la Asamblea y en las leyes que emanan de ella. El hombre es concebido fundamentalmente como ciudadano, el ciudadano es el «hombre libre» sujeto a unos derechos y deberes cívicos, frente a los esclavos y metecos (extranjeros) que carecen de los derechos civiles.-El poder brota de un acuerdo racional entre los hombres: el pacto social. A partir de la Edad Moderna y como consecuencia de la ruptura con la concepción teocrática de los Estados, comienza a articularse una nueva forma de entender el poder que llevará en el s. XVIII a los primeros Estados democráticos. Según estas teorías son los propios hombres que se han unido para busca un beneficio común los que son el origen de todas las formas de poder. Esta concepción ha llegado hasta nuestros días con las llamadas teoría neocontractualistas que subrayan la vigencia de este pacto fundacional en la creación de los Estados modernos, en los cuales las normas que brotan del ejercicio de la razón buscan el primado de la justicia, la igualdad de derechos y la libertad del individuo compatible con la libertad de todos.
LA LEGITIMACIÓN DEL PODER.El sociólogo alemán Max Weber menciona en su obra «El político y el científico» que existen tres tipos de justificaciones internas, de fundamentos de legitimar el poder, la dominación de unos hombres sobre otros: -La legitimidad tradicional. En ésta la legitimación del poder proviene de la tradición y de las costumbres. En ellas se integran viejas normas, prejuicios, soluciones prácticas, sabiduría popular, etc. Es la legitimidad que se daba en las antiguas sociedades patriarcales y las monarquías de viejo cuño.-La legitimidad carismática. La legitimidad provenía en ésta de la autoridad de la gracia personal y entrega, lo que se conoce como «carisma» de una persona. Es la capacidad para crear e impulsar ideales colectivos, en virtud de las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que el individuo carismático posee. Es la autoridad de los grandes profetas, jefes guerreros y líderes políticos con quienes los pueblos se sienten identificados y a los que siguen de una manera ciega.-La legitimidad legal-racional. Es una legitimidad basada en la «legalidad», en la creencia en la validez de los preceptos legales y en la «competencia» objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas. El ejemplo más significativo son los actuales Estados de derecho, regidos por una Constitución y otras leyes que determinan las competencias de los distintos poderes y de los «servidores del Estado»Esta última es la propia de las sociedades democráticas modernas, aunque en su seno existan todavía instituciones que reciben su legitimidad de la tradición y aunque sigan existiendo líderes carismáticos que arrastran a los pueblos.
EL CONCEPTO DE UTOPÍA.Etimológicamente, utopía es un neologismo derivado de dos términos griegos: u-tópos que literalmente significaría: «ningún-lugar», «ninguna-parte» y, por ello, hace referencia a lo que no se da en el espacio.«Utopía» fue el término que en 1516 utilizó Tomás Moro, por primera vez, para dar título a una obra suya, donde se describía una sociedad ideal. Toda utopía, como la que describe Tomás Moro, en una supuesta isla, responde al deseo de los hombres de crear una sociedad perfecta, donde no existan las desigualdades e injusticias sociales que acompañan siempre a toda sociedad. Las utopía se han proyectado unas veces en un supuesto pasado ideal o «edad de oro» tal como la que describe Cervantes, por boca de D. Quijote, o hacia un futuro todavía inexistente como la famosa «sociedad sin clases» de Marx.Tomás Moro no es el primero, ni el último, que imagina una sociedad perfecta, la historia de estas utopías -aunque no se las llamase así- se remonta a «La República» de Platón, y tendrá su continuidad en obras como la «Ciudad del sol» de Tommaso Campanella o las antiutopías de «Un mundo feliz» de A. Huxley o «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury.
a) CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO UTÓPICO.1) IMAGINACIÓN Y RACIONALIDAD.
Las utopías son siempre fruto de la imaginación, pero no sólo de ella. A la vez son también fruto de la racionalidad más estricta. Obedecen a un intento de racionalizar el mundo, de desterrar comportamientos sociales que son más bien tienen su origen en la irracionalidad humana, para alcanzar un modelo de sociedad donde todos los hombres puedan convivir de manera pacífica y justa. Las obras utópicas están hechas con la intención de convencer a sus lectores u oyentes de los beneficios de los modelos de sociedad que describen, teniendo presente siempre las dificultades reales y los límites de toda realización humana.
2) INSATISFACCIÓN Y EMANCIPACIÓN.La sociedad perfecta que presentan las utopías tiene como trasfondo último una profunda insatisfacción ante la sociedad realmente existente en que vive el autor de las mismas. La reacción de estos autores ante un mundo radicalmente desigual, injusto, violento e insolidario, es la búsqueda de un nuevo horizonte que posibilitase unas nuevas relaciones sociales y un nuevo modelo de instituciones sociales. El utópico parte de la confianza en las posibilidades del hombre para construir por sí mismo un mundo mucho mejor.
3) CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD.Proponer un mundo alternativo al mundo real implica, siempre, un conocimiento adecuado de las condiciones sociales del mundo presente. Un conocimiento que permite al utópico seleccionar los aspectos que deben ser corregidos y los que, en cambio, se pueden conservar. Porque lo que se pretende, a fin de cuentas, no es inventar un mundo distinto, sino idear un mundo mejor, donde se de solución a todos los problemas reales existentes en éste. Por ello mismo, en las utopías no se encuentran soluciones fantásticas, sino propuestas diseñadas racionalmente que pretenden solventar los problemas de las sociedades existentes. Las soluciones que se presentan en las sociedades utópicas se consideran como posibles de realizar.
4) IDEALISMO Y CARÁCTER REVOLUCIONARIO.El pensamiento utópico podemos calificarlo de idealista en dos sentidos: por una parte, porque en él prima «lo ideal» más que lo convencional y, por otra parte, porque su fuerza está en «las ideas» más que en las acciones que siempre se subordinan a aquéllas. Sin embargo, el idealismo utópico no es un idealismo vacío, una simple enumeración de principios abstractos ajenos a la realidad, sino que se propone transformar realmente la sociedad existente a partir de las alternativas ideales que propone. En este sentido todo pensamiento utópico tiene un carácter revolucionario. El proyecto de sociedad ideal es radical y reniega de los cambios sociales paulatinos, es decir, de las meras reformas.
b) FUNCIONES DEL PENSAMIENTO UTÓPICO.
1) FUNCIÓN CRíTICA.Quizás la más característica de las funciones del pensamiento utópico sea la función crítica. El utopismo parte de la no aceptación de que el mundo sea inevitablemente como es y dedica todas sus fuerzas al análisis racional de esa realidad, buscando las causas que provocan las situaciones de desigualdad e injusticia social y reflexionando sobre las posibilidades de la construcción de un nuevo modelo de sociedad.El utopismo niega todo inmovilismo histórico, toda fatalidad, todo determinismo social, toda aceptación ingenua de la realidad y propone, como alternativa, la creación de un mundo mejor, estableciendo las condiciones mínimas indispensables para que ello pueda ocurrir.
2) FUNCIÓN LIBERADORA.Esta función es una consecuencia de la anterior y supone:-En primer lugar, la liberación del hombre de los sufrimientos e injusticias que padece en una sociedad mal organizada. En este sentido nos incita a la acción y nos hace asumir nuestras responsabilidades en la tarea de transformar la sociedad para mejorarla.-En segundo lugar, conlleva la liberación del hombre de todos los tópicos y prejuicios de su época, es decir, nos incita a superar lo conocido y proyectar un ideal de sociedad posible. -En tercer y último lugar, el hombre deja de ser un sujeto meramente pasivo, determinado por los imperativos sociales y se transforma en un sujeto activo, protagonista de su propia historia en la lucha por la construcción de aquello que todavía no existe.
3) FUNCIÓN EXPERIMENTADORA.Toda utopía es esencialmente una reflexión descriptiva acerca de una realidad y prescriptiva de unas normas o leyes que lleven a la consecución de una sociedad mejor. Así pues, debe entenderse como una elaboración intelectual que desde el análisis de los problemas de una determinada sociedad, anticipa las posibles soluciones, lo que supone claramente una función de experimentación intelectual.En algunos casos, casi excepcionales, estos diseños intelectuales de una sociedad ideal han intentado experimentarse en la práctica en distintas épocas de la historia humana (intentos de Platón en Siracusa, las Reducciones del Paraguay, la Comuna de París, los primeros momentos de la Revolución Rusa, los primeros momentos de las revoluciones cubana y nicaragüense, etc.), pero bien, por el surgimiento de problemas y contradicciones internas a los propios proyectos utópicos o bien, por las presiones desde los viejos modelos sociales que se resisten a desaparecer, estos proyectos utópicos han fracasado, aunque se mantengan vivos como expresiones de los deseos humanos de mejorar las condiciones de una sociedad plenamente insatisfactoria.