Tercera Guerra Carlista y Crisis del 98: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias para España


Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

La Tercera Guerra Carlista (1872-1876) se inició tras el destronamiento de Isabel II, durante el Sexenio Revolucionario. El carlismo, beneficiado por el clima de libertad introducido por la Revolución de la Gloriosa, había revivido como fuerza política. Sin embargo, la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña fuerza política opuesta a la nueva monarquía, con posiciones enormemente conservadoras.

El pretendiente era Carlos VII, y el conflicto culminó con la derrota definitiva del carlismo durante los primeros años del reinado de Alfonso XII. Los generales Martínez Campos y Fernando Primo de Rivera derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra y País Vasco. A partir de este momento, los carlistas se dividieron y abandonaron las armas definitivamente.

Algunos acabaron reconociendo a Alfonso XII y se integraron en el sistema. Otros, seguidores de Nocedal, mantuvieron su ideología tradicional y antiliberal, creando un partido (el partido carlista) que, con cambios ideológicos importantes, ha llegado hasta nuestros días. Otros se integraron en partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña.

Política Española Respecto al Problema de Cuba

Aunque la Paz de Zanjón (1878) puso fin a la “Guerra de los Diez Años”, no resolvió el problema cubano.

Factores Clave

  • José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892, con el apoyo de la población negra y mulata y de parte de la burguesía criolla, debido al incumplimiento de las promesas de Cánovas de dar mayor autonomía política y administrativa a la isla y conceder la amnistía a los rebeldes.
  • Los exportadores cubanos de azúcar vendían sus productos mayoritariamente a EEUU, inclinándose hacia los intereses norteamericanos.
  • EEUU estaba interesado en que Cuba consiguiera la independencia de España para controlar el Caribe y el estrecho de Panamá.

Desarrollo de la Guerra Hispano-Cubana (1895)

La nueva guerra hispano-cubana se inició en 1895 con el llamado “Grito de Baire”. Se desarrolló en dos fases:

  1. El general español Martínez Campos intentó la pacificación, pero la población civil cubana apoyó a las guerrillas, permitiéndoles resistir.
  2. El general Weyler impidió cualquier contacto entre la población civil y la guerrilla, concentrando a la primera en determinadas áreas, pero los guerrilleros resistieron en la selva, contando con el apoyo de EEUU.

En España, no solo socialistas, anarquistas y federalistas se oponían a la guerra. La mayor parte de la población estaba indignada con las injusticias del sistema de quintas. En 1897, Cánovas fue asesinado y Sagasta subió al poder, concediendo la autonomía a Cuba, pero esta ahora exigía la independencia.

El nuevo presidente de EEUU, McKinley, estaba a favor de la guerra. Los estadounidenses atribuyeron a los españoles la explosión del crucero Maine, utilizando esto como pretexto para declarar la guerra. EEUU derrotó primero a España en Filipinas en mayo de 1898, y en julio del mismo año en Santiago de Cuba. En diciembre del mismo año se firmó la Paz de París: España concedió a Cuba la independencia (quedando bajo el dominio norteamericano) y EEUU se anexionó Filipinas y la isla de Guam.

Consecuencias para España de la Crisis del 98

La derrota frente a los Estados Unidos en 1898 no produjo un cambio de gobierno ni hizo peligrar la monarquía, pero surgió el «regeneracionismo»: un replanteamiento general llevado a cabo por los intelectuales y políticos que buscaban la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural.

El llamado “Desastre del 98” fue más un estado de ánimo, una crisis moral e ideológica que una realidad política o económica. El sistema político siguió funcionando de la misma forma. Las repercusiones económicas resultaron menores de lo temido: el Estado ya no debía costear ni ejército ni administración en las islas antillanas, lo cual solo beneficiaba a las élites españolistas. Era poco lo que aportaban las colonias a la economía española. Incluso se notó un aumento de las inversiones por la repatriación de los capitales, conocidos como “capitales de los indianos”.

En lo ideológico, la consecuencia se concretó en un estado de ánimo de derrotismo, pesimismo y victimismo que se adueñó de las élites intelectuales españolas (por ejemplo, la Generación del 98, Joaquín Costa). Además, la prensa extranjera se empeñó en presentar a España como un país en decadencia, con una economía atrasada y un sistema político corrupto; lo cual, además, era cierto.

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