Ética y Política en Tomás de Aquino
Tomás de Aquino coincide con Aristóteles en que nuestro fin es la felicidad, aunque distingue dos tipos: una natural e imperfecta, alcanzable mediante el esfuerzo en esta vida, y otra sobrenatural y perfecta, que requiere la gracia de Dios y solo es posible tras la muerte. El ser humano comparte con todos los seres la inclinación natural al bien; con los animales, la conservación de la vida (alimentación, reproducción); y con sus congéneres, la inclinación a conocer la verdad y a vivir en sociedad. Lo específico del ser humano, y lo que le da su carácter moral, es que actúa conociendo el fin que persigue y poniendo los medios necesarios para alcanzarlo.
Tomás de Aquino identifica la ley moral («haz el bien y evita el mal«) con la ley natural, evidente y universal. Siguiendo a Aristóteles, considera al ser humano un ser social. Para resolver los problemas de los cristianos como miembros de la Iglesia y del Estado, distingue tres tipos de leyes:
- Ley eterna: el plan de la sabiduría divina que rige los actos y movimientos de todo lo creado, manifestándose en las inclinaciones naturales.
- Ley natural: en los humanos, las inclinaciones comunes con los animales (conservar la vida) y las exclusivamente humanas (conocer la verdad y vivir en sociedad) constituyen la ley natural, que es parte de la ley eterna.
- Leyes positivas: pueden ser humanas y divinas. Las leyes humanas positivas deben ser justas y racionales, teniendo fuerza de ley solo si se ajustan a la ley natural.
Dado que el fin último del cristiano es la salvación eterna y los reyes reciben la autoridad de Dios, deben estar subordinados al poder espiritual del Papa.
Descartes, el Renacimiento y la Revolución Científica
Características Generales
El Renacimiento (siglos XV y XVI) promueve el antropocentrismo de la cultura clásica. La ciencia adquiere un sentido utilitario, aunque sus fundamentos no están claros.
La cosmovisión aristotélica situaba la Tierra en el centro del universo, distinguiendo el mundo supralunar (astros perfectos de éter en órbitas circulares) del sublunar (tierra, agua, aire, fuego). Esta visión fue cuestionada por no coincidir con la observación: Copérnico formuló el heliocentrismo; Kepler, órbitas elípticas; y Galileo observó manchas solares, satélites de Júpiter y montañas lunares.
Estas ideas chocaban con Aristóteles y la Biblia, llevando a la Iglesia Católica a desaprobar el heliocentrismo. La lógica deductiva aristotélica (Organon) resultaba inútil para la nueva ciencia, ya que sus silogismos no descubrían nada nuevo.
Galileo avanzó en la medición y experimentación en física matemática. La nueva forma de pensar influyó en la política: Maquiavelo, en El Príncipe, aconsejó gobernar basado en la eficacia práctica, no en la moral. En contraste, la Utopía de Tomás Moro imaginó una sociedad ideal con tolerancia religiosa.
De la Ciencia a la Filosofía: La Fundamentación
El Método y sus Reglas
Descartes propuso un universo mecánico, similar a un reloj, movido por Dios y continuando por inercia. Sugirió una historia geológica de la Tierra diferente a la bíblica. Consideró a los animales como máquinas (res extensa), sin alma, tratando el corazón como una bomba hidráulica.
Estas ideas se fundamentan en su filosofía, extendiendo sus aportes científicos a matemáticas, física, anatomía y geología. Rechazando la lógica aristotélica, propuso un método deductivo inspirado en matemáticas:
- Evidencia: no admitir nada dudoso.
- Análisis: dividir los problemas en elementos simples.
- Síntesis: reconstruir el problema tras verificar la verdad de los elementos simples.
- Enumeración: revisar el proceso para asegurar que no se olvida nada.
El método consiste en dividir los problemas en partes pequeñas hasta que sean fáciles de comprender. Este enfoque desplaza el interés del objeto al sujeto, marcando el origen de la Modernidad y la prioridad del sujeto.