Trabajos sobre el materialismo


El desarrollo de la Guerra Civil causó graves estragos en la vida de los españoles, que se deben analizar tanto desde el punto de vista demográfico y económico como social y moral, puesto que la guerra supuso una verdadera fractura moral del país, dejando a varias generaciones marcadas por el sufrimiento de la propia guerra y la represión de la larga posguerra. El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre récordó y celebró su origen bélico. La persecución y represión de los vencidos fue un rasgo clave del franquismo. Desterrado el tópico del millón de muertos, los cálculos más aceptados estiman en torno a 500.000 los muertos en la guerra.
De ellos unos 160.000 murieron en combate y unos 150.000 en la retaguardia, víctimas de la represión (unos 100.000 represaliados en la zona nacional  y unos 50.000 en la republicana). El resto, hasta esos 500.000, murieron como consecuencia del hambre, la desnutrición y la enfermedad. Después de la guerra se estima que unos 50.000 republicanos fueron condenados a muerte y ejecutados. E igual de significativo a efectos demográficos fue el exiliode republicanos, que se cree en torno a otras 500.000 personas, de los cuales algo más de un tercio eran soldados y guerrilleros y el resto población civil, fundamentalmente vascos y catalanes que cruzaron a Francia. Ya durante el conflicto los llamados “niños de la guerra” habían salido de los puertos asturianos, cántabros y valencianos con destino a la URSS, para salvarlos de los bombardeos. Pero la gran salida se produjo a finales del invierno de 1939, en unas condiciones durísimas. Así pues, la Guerra Civil supuso una de las grandes crisis demográficas de la historia de España, en la que además hay que valorar aspectos difíciles de cuantificar, que están relacionados con los no nacidos, porque sus posibles padres murieron, o fueron separados por la guerra o las cárceles, y la pérdida de población joven en edad de trabajar y procrear. La guerra fue una verdadera catástrofe económica
. Un dato revela su magnitud: la renta nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta 25 años más tarde.
A continuación, los elementos que lo explican: El tejido industrial fue en buena parte destruido y la falta de materias primas y de energía para la industria llevaron a España de vuelta al campo. Un país que se iba industrializando poco a poco, ahora se ruraliza. Pero tampoco en el campo las cosas fueron fáciles: durante la guerra se perdieron más de un millón de caballos y mulos, esenciales para la agricultura y el transporte local. En conjunto, la cabaña ganadera se redujo entre un tercio y la mitad; y la producción agrícola descendíó al menos un 25%, debido a la falta de hombres jóvenes, de semillas, de abonos y de animales de tiro. Las comunicaciones y medios de transporte, objetivos estratégicos durante la guerra, resultaron muy dañados. Sirva como ejemplo que en torno a la mitad de los trenes (locomotoras, vagones) fueron destruidos. También la destrucción de puentes fue sistemática. Unas 500.000 viviendas fueron total o parcialmente destruidas. Las reservas de oro del Banco de España fueron utilizadas por el Gobierno de la República para pagar la ayuda soviética. Además Franco contrajo durante la guerra una deuda con Alemania e Italia de casi mil millones de dólares. En definitiva, la Hacienda Pública estaba arruinada, endeudada y sin reservas financieras. Terminada la guerra, no llegó la paz. De hecho, el bando vencedor ––que cada año celebraba el Día de la Victoria–– impuso una rendición incondicionalal bando derrotado; y comenzó entonces una intensa persecución y una feroz represión de los enemigos políticos. Esta represión fue organizada por el Gobierno de Franco, con el apoyo social de la Iglesia, uno de los poderes victoriosos, que impondrá un orden moral a la sociedad española, el que interesaba al nuevo régimen. La dureza de la represión se apreció en la violencia ejercida en las cárceles y fuera de ellas a los vencidos: humillaciones, vejaciones, rapto de niños de mujeres encarceladas, que fueron entregados a familias afectas al régimen, y juicios sumarísimos que llevaron al paredón a unas 50.000 personas, calificados de traidores a la patria (y genéricamente de “rojos”). Los represaliados perdieron sus trabajos y sus familias fueron marcadas y marginadas. También tenemos que hablar de la depuración y expulsión de los funcionarios públicos que se mantuvieron fieles a la República. Y de esta forma, miles de españoles formados y cualificados tuvieron que irse de España, si pudieron, o resignarse a ganarse la vida en trabajos duros y mal remunerados. Y en definitiva, el final de la guerra devolvíó la hegemonía económica y social a los grupos que siempre la habían tenido: los terratenientes, los empresarios, los banqueros y la Iglesia. En la misma proporción se redujeron los derechos de los trabajadores y de las mujeres y aumentaron las desigualdades sociales.

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