Guerra de sucesión española:
Carlos II muere, Carlos de Austria Felipe de Borbón. Testamento. Aragón, Cataluña y Valencia
Así comienza (1701-1715). Se trata de un problema dinástico de cambio de estado y administración. Hay 2 modelos: Austria(pactista) y borbón.
Con matices, Castilla apoya a Felipe de borbón y Aragón a Austria(Saboyá, Austria, Holanda e Inglaterra). Afirma paz de Utrecht (1713) se instaura la monarquía borbónica en Felipe V
Paz de Utrecht:
1713-1714 fin de la guerra de sucesión.
sistema de relaciones internacionales.
España perdíó sus posesiones europeas. Flandes pasa a manos de los Austrias, Italia. Enclaves de Gibraltar y Menorca
Decretos de Nueva Planta:
Felipe V tare el modelo de monarquía. Objetivo reduce la complejidad de los reinos, leyes e instituciones. Estas reformas de plasman en los DNP el cual expresa las ideas de reforma del gobierno y admin de Aragón. Sustituye pactismo x absolutismo. Se eliminaron consejos. Suprimen fronteras, castellano como lengua oficial. único sistema oficial de impuestos. País Vasco y Navarra 1876
Política industrial de la monarquía:
entre las novedades introducidas por los borbones para reformar el viejo sistema de organización comercial con América , establecido por los Austrias, cabe a destacar:
-La supresión del sistema de flotas
-La creación de compañías comerciales dotadas de ciertos privilegios para el monopolio comercial con determinados productos o para la explotación comercial de determinados territorios
– La posterior adopción de una política de liberalización del comercio que dio fin al monopolio gaditano, autorizándose desde 1765 el comercio con América a varios puertos españoles, liberalización ratificada en1778 con el Decreto de Libre comercio con América
Ilistración:
fue una corriente filosófica que se desarrolla en Francia, a partir del S.XVII. Se basaba en la crítica al absolutismo y a los privilegios de la nobleza y clero, la defensa de la razón, la verdad, el progreso y felicidad
Despegue económico de Cataluña S.XVIII
Con los Decretos de Nueva Planta (Aragón y Valencia en 1707, Cataluña en 1716), se produjo la abolición de las instituciones y libertades civiles catalanas y se extendieron a los diversos territorios de la Corona de Aragón buena parte de las instituciones castellanas. Sin embargo, el derecho civil catalán (al igual que el Aragónés) fue respetado por el monarca. Todos los territorios de la Corona de Aragón pasaban a tener una nueva estructura territorial y administrativa a imagen de la de Castilla; se instauraba el catastro y otros impuestos por los que la monarquía conseguía por fin sus objetivos de control económico.
A pesar de la difícil situación interna, Cataluña lograría a lo largo del siglo XVIII una notable recuperación económica, centrada en un crecimiento demográfico importante, un aumento considerable de la producción agrícola y una reactivación comercial (especialmente gracias al comercio con América, abierto solo a partir de 1778), transformaciones éstas que posibilitarían después la industrialización, un primer proceso de la cual se daría en el Siglo XVIII, especialmente centrado alrededor del algodón y otras ramas textiles.
Es cierto que desde 1680 ya había signos de recuperación, pero el nuevo régimen borbónico va a contribuir a la recuperación y posterior expansión. El Principado catalán se sitúa a la cabeza industrial de España con la fabricación de los estampados de algodón llamados “indianas”, con los que se comerciarán con América. Con esto quedó patente lo beneficios que fue para la economía catalana la libertad de comercio con América decretada en 1778.
CRISIS DEL 17
En el contexto de la Primera Guerra Mundial, la crisis española de 1917, en la que confluyen aspectos sociales, políticos y militares, supone un hito decisivo en la descomposición del sistema de la Restauración. Varios conflictos estallan en el verano de 1917. Los proyectos de reforma en el ejército, relativos a los ascensos y a los salarios, generan un conflicto que desemboca en la formación de Juntas de Defensa y debilita al gobierno, hasta que finalmente se promulga una Ley del Ejército que sube salarios y regula los ascensos, convirtiendo de nuevo a los militares en soporte de la monarquía. La descomposición de los partidos dinásticos se expresa en la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona, en la que republicanos y socialistas pretendieron, sin éxito, una reforma constitucional; representaba la rebelión de las clases y grupos progresistas contra la oligarquía más conservadora, que controlaba el poder.
Por último, el descontento social ante la falta de respuesta a las peticiones obreras lleva a la huelga general promovida por UGT y CNT, sobre todo en los centros industriales (Madrid, Barcelona, País Vasco, Asturias) que acaba en muertes y detenciones, con una durísima represión. Todo ello aceleró el proceso de descomposición de los partidos dinásticos y, en suma, la crisis del sistema de la Restauración.
Tras la emancipación de las colonias de la América continental a principios del Siglo XIX, el Imperio colonial español quedaba reducido a unos pocos territorios entre los que destacaba la isla de Cuba. En el Siglo XIX la economía cubana se basaba en la agricultura de exportación de azúcar y tabaco que se sustentaba en mano de obra esclava y beneficiaba a una reducida oligarquía. Pero al mismo tiempo estaba aquejada de algunos importantes problemas: por una parte estaba sometida a una política arancelaria perjudicial para sus intereses, y en segundo término padecía un sometimiento político por el que las decisiones se tomaban en la metrópoli. En el último tercio del Siglo XIX se produce la fase decisiva de la independencia de Cuba, espoleada por los movimientos internos, la presión norteamericana y la falta de reacción de los gobiernos españoles. Las primeras sublevaciones populares a favor de la abolición de la esclavitud y una mayor autonomía política (grito de Yara) se acentúan y conducen a la Guerra de los Diez Años; pero cuando ésta acaba (Paz de Zanjón, 1878) las promesas de autogobierno no se concretan en nada y reproducen el conflicto en la Guerra Chiquita. El inmovilismo de los gobiernos españoles acentuó el malestar de la burguésía criolla e hizo crecer el movimiento independentista. José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano en 1892, y llegan ya tarde los proyectos de ley de autonomía para Cuba de 1895. En el mismo año se inicia un nuevo movimiento insurreccional (grito de Baire) al que el gobierno responde con una dura represión, en la que se llega a las ejecuciones de rebeldes y a las concentraciones de campesinos; todo esto generaliza el malestar. La fase definitiva de la independencia se produce en los años en torno al cambio de siglo. El gobierno español pone en marcha una estrategia de conciliación tendente a conceder una amplia autonomía, pero el interés de Estados Unidos en la economía cubana, que se había traducido en el apoyo a los rebeldes, desemboca en la declaración de guerra a España tras el hundimiento del acorazado Maine, la rápida derrota de los ejércitos españoles y la firma del Tratado de París, en 1898, por el cual España se comprometía a abandonar Cuba, y también Puerto Rico y Filipinas, que pasaban a ser protectorado norteamericano.
Grupos ideológicos y los apoyos sociales del franquismo en su etapa inicial
El régimen político que salíó de la Guerra Civil española de 1936-39 fue una dictadura encabezada por el general Franco, que gobernó hasta su muerte en 1975. Su primera etapa se caracteriza por una larga posguerra de represión política, penuria económica y aislamiento internacional tras la Segunda Guerra Mundial, que sirven de marco a la configuración del nuevo régimen. Las bases sociales del régimen franquista siguieron siendo las que apoyaron la sublevación militar: por un lado, los grandes terratenientes, empresarios industriales y oligarquías financieras; con ellos, una parte significativa de la pequeña burguésía de provincias y del campesinado propietario del centro del país. Dichas bases sociales se expresaban a través de diversos cauces institucionales. El Ejército, que había salido triunfador de la guerra y que mantuvo una importante influencia en los gobiernos de la dictadura, marca con un fuerte militarismo la sociedad española de la época. La Iglesia católica, que había legitimado el levantamiento militar, continuó apoyando a un régimen que le proporcionaba alta financiación y control de la educación y las costumbres. Finalmente, Falange Española Tradicionalista y de las JONS proporcionaba el sustento ideológico de sus programas de reforma social y el apoyo de sus organizaciones de masas, desarrollando el nacionalsindicalismo. Con todo ello se definía un régimen totalitario, de fuerte centralismo y carácter nacionalcatólico.
Tras la crisis del 98, y en el marco del imperialismo dominante en toda Europa, España intenta formar parte del nuevo orden mundial y centra su acción colonial en el norte de África, pasando Marruecos a constituir el centro de la política exterior en el primer tercio del Siglo XX, siempre subordinada en su actuación a los intereses de las grandes potencias europeas. En los primeros años del Siglo XX España logra, con el apoyo de Francia y Reino Unido, la zona norte de Marruecos, con centro en el Rif, habitada por cabilas o tribus de bereberes hostiles a la presencia extranjera. Diversas campañas militares propiciaron levas forzosas y movilizaciones de reservistas, que fueron muy impopulares. En 1912, un nuevo tratado con Francia sienta las bases del Protectorado Franco-español en Marruecos. Los pactos con los jefes indígenas y la interrupción de las operaciones militares durante la Primera Guerra Mundial mantienen el protectorado tranquilo, pero al término de la guerra y con la reanudación por Francia de su política colonial, el gobierno español trata de hacer completa y efectiva la ocupación del territorio que le había correspondido en el acuerdo Franco-español de 1912. El precipitado avance del general Silvestre en la zona de Alhucemas provoca una rebelión generalizada de rifeños, encabezados por Abd el-Krim, que derrotaron a las tropas españolas en Annual (1921), con cuantiosas pérdidas humanas (más de doce mil muertos). Las consecuencias políticas de ese nuevo “desastre” fueron graves. El problema de las responsabilidades fue una de las principales cuestiones de enfrentamiento político y motivo del descontento del ejército y de su creciente hostilidad al sistema. En 1925, Francia y España acuerdan una nueva ofensiva militar conjunta; el desembarco español en Alhucemas fue un rotundo éxito y un año después, Abd el-Krim se entrega a los franceses, quedando poco después sometido todo el Protectorado.
Revisionismo político
A principios del Siglo XX el sistema político de la Restauración seguía vigente. Sus fundamentos eran una monarquía liberal -pero no democrática- que descansaba en la Constitución de 1876. Este sistema había funcionado con bastante estabilidad gracias al pacto entre los dos grandes partidos dinásticos (Conservador y Liberal) para alternarse pacíficamente en el gobierno. Pero a finales del Siglo XIX, una corriente ideológica, el regeneracionismo, denunció los vicios del sistema, dominado por una oligarquía, y realizó una serie de propuestas para la modernización política, social y económica de España. Cuando Alfonso XIII accedíó al trono en 1902, los partidos dinásticos habían optado por líderes regeneracionistas: Maura en el Conservador y Canalejas en el Liberal. En el llamado “gobierno largo” de Maura (1907 – 1909), este puso en marcha su “revolución desde arriba”. Se trataba de hacer hondas reformas del sistema liberal-parlamentario, pero sin alterar las bases del régimen. Su programa más importante fue el proyecto de ley de administración local, que contemplaba una mayor autonomía para las corporaciones locales y la posibilidad de crear mancomunidades locales y provinciales. Su programa incluyó otras disposiciones, como una política de intervención estatal y de protección y fomento de la industria nacional; y medidas sociales, como la creación del Instituto Nacional de Previsión, la ley de descanso dominical y la legalización de la huelga. Por su parte, Canalejas, emprendíó el intento más importante de regeneración del sistema para lograr su progresiva democratización y ampliar sus bases sociales. Intentó la secularización del Estado (“Ley del Candado” 1910) y la intervención en materia social (reducción de la jornada laboral; ley de accidentes de trabajo; prohibición del trabajo femenino nocturno; supresión del impuesto de consumos por otro progresivo de las rentas urbanas; desaparición de la redención en metálico del reclutamiento, etc). No obstante, los programas expuestos, los partidos dinásticos continuaron dominando el espectro político español, recurriendo al caciquismo para perpetuarse e impedir el acceso de otros partidos a la escena política española. Asimismo, ambos partidos -conservador y liberal- empezaron su descomposición interna y sus escisiones, que culminarán a partir de 1917 con la formación de breves gobiernos de concentración, hasta su desaparición en 1923 con el golpe militar de Primo de Rivera
Los partidos excluidos del sistema habían tenido muy poco peso desde el comienzo de la Restauración, pero en los inicios del Siglo XX su fuerza y sus apoyos comenzaron a aumentar.
Los republicanos
En las primeras décadas del Siglo XX la oposición más importante era el republicanismo. Representaba la aspiración de los intelectuales y de sectores de las clases medias a una democratización política, que identificaban con el régimen republicano. Conocíó una renovación ideológica con la inclusión de las doctrinas del nuevo liberalismo democrático, más sensible a las reformas sociales, para intentar mejorar la vida de las clases medias y obreras. El impulso regenerador y unificador llegó en 1903 con la formación de la Uníón Republicana, cosechando un notable éxito electoral en las grandes ciudades. Las divergencias en este partido terminaron por dividir de nuevo al republicanismo; en 1908 se escindíó el sector radical liderado por Lerroux, que formó el partido radical.
Los nacionalistas
El nacionalismo catalán. El catalán era el nacionalismo de mayor relevancia en las primeras décadas del Siglo XX. Estuvo dominado por la Lliga Regionalista, fundada en 1901. Esta formación política consideraba que se debía compatibilizar la regeneración política y la modernización económica con su reivindicación de la autonomía de Cataluña. Este era el partido de la burguésía catalana y no contó con el apoyo de la clase obrera, ya que que no atendía a las reformas sociales. Practicó una política pactista colaborando en ocasiones con los partidos del turno (Conservadores y Liberales)
El nacionalismo vasco
Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, fundador y líder del PNV (Partido Nacionalista Vasco), se inició un duro y largo enfrentamiento entre el sector independentista y defensor de las ideas aranistas, y otro más moderado, liberal y posibilista que optaba por la autonomía vasca dentro de España (sector que acabó triunfando).
Con la nueva estrategia del sector autonomista, el nacionalismo vasco, se extendíó desde Vizcaya al resto de las provincias vascas, se aproximó a la burguésía industrial, amplió sus bases sociales y se consolidó como la fuerza mayoritaria en el País Vasco.