La Tragedia Griega: Perspectivas de Aristóteles y Nietzsche
Las obras trágicas presentan a un protagonista que tiene que hacer frente a unas circunstancias que lo conducen a un final fatal. Aristóteles y Nietzsche son figuras clave en el estudio de la tragedia como género literario.
Aristóteles y la Poética
Para Aristóteles, toda tragedia se compone de tres partes fundamentales: inicio, nudo y desenlace. La trama es el elemento más importante de la obra, destacando cómo se entrelazan y suceden los acontecimientos, incluso por encima de los diálogos o la escenografía. La necesidad lógica es crucial en la trama, mostrando cómo los eventos se derivan unos de otros en una unidad inseparable.
Lo que diferencia la ficción de la realidad histórica es precisamente esta lógica y necesidad de la trama ficticia. En la realidad, el azar juega un papel importante; los hechos históricos son contingentes. La verosimilitud de la obra no reside tanto en el realismo de los personajes como en la coherencia interna de la trama.
Aristóteles también destaca el efecto catárquico de la tragedia en el espectador. La catarsis consiste en la purificación de los instintos y emociones intensas que se experimentan durante la representación. Inicialmente, la compasión y la piedad llevan al espectador a identificarse con el héroe trágico, pero posteriormente se produce un efecto placentero al tomar distancia y comprender que su propio sufrimiento no es comparable al del héroe.
Nietzsche: Lo Apolíneo y lo Dionisíaco
Para Nietzsche, la tragedia griega representa la síntesis y oposición de dos principios fundamentales: lo apolíneo y lo dionisíaco. Aunque inicialmente opuestos, estos principios se fusionan en un nivel superior que Nietzsche denomina “Apolo hablando con voz de Dionisos”.
Lo apolíneo se asocia con la razón, la ciencia y la deducción. En la tragedia, se manifiesta en elementos como la escenografía. Lo dionisíaco, por otro lado, representa la voluntad humana, las emociones desenfrenadas y el deseo. Se expresaba en la tragedia a través del coro, cuya música intensificaba las emociones del público.
Nietzsche argumenta que existió un momento en la Grecia Clásica donde Apolo habló con voz de Dionisos, representando una voluntad de vida expresada en el arte que se ha perdido en la actualidad. Esta pérdida se originó con la imposición de un orden racional al mundo, que priorizó lo apolíneo sobre lo dionisíaco, lo científico sobre lo trágico. Nietzsche atribuye a Sócrates, Platón y el cristianismo el inicio de esta racionalización de la vida, que culminó en una moralización y la creación de valores trascendentes, una tendencia que, según él, ha permeado la cultura occidental hasta nuestros días.
La Belleza y el Decurso de la Historia en la Dialéctica de Hegel
Hegel sostiene que el ser humano, a través del arte, expresa sus anhelos e inquietudes a lo largo de la historia. Distingue tres periodos en la evolución del arte:
1. Arte Simbólico
Las primeras expresiones artísticas, como los dólmenes y las pirámides de Egipto, son enigmáticas. Esto se debe a que el conocimiento del espíritu, esa infinitud que el hombre puede alcanzar, no se considera inherente al ser humano, sino al mundo y la naturaleza. En esta etapa, el significado de lo infinito aún supera la capacidad de comprensión del individuo.
2. Arte Clásico
En el periodo de la Grecia clásica, el ser humano ya no percibe lo infinito y la espiritualidad como un enigma. Esa infinitud se integra en el propio ser humano, sintetizando lo material y lo espiritual. La divinidad se representa a través de la figura humana.
3. Arte Romántico
Con el cristianismo, la expresión de lo espiritual en lo material ya no tiene al ser humano como modelo. Dios, un ser trascendente y omnipotente, no puede ser representado a través de la figura humana. La forma de ese espíritu absoluto se vuelve arbitraria; lo espiritual prevalece sobre lo material. La existencia de un Dios espiritual, entendido como absoluto, trasciende todo lo material.