Romanización
La organización política y administrativa de Hispania durante la ocupación romana fue un proceso gradual que implicó la adaptación y transformación de las estructuras locales. Hispania, tras la Segunda Guerra Púnica en 206 a.C., fue convertida en provincia romana y en 197 a.C. se dividió en Hispania Citerior y Ulterior. En el 27 a.C., bajo Augusto, se dividió en tres provincias: Tarraconense, Lusitania y Bética, esta última la más romanizada.
El territorio se subdividió en conventos jurídicos, y se introdujo una red urbana que integraba tanto ciudades preexistentes como nuevas colonias. Las comunicaciones fueron mejoradas mediante vías como la Vía Augusta y la Vía de la Plata, esenciales para el comercio y control del territorio. El ejército, además de su función militar, promovió la romanización, y los veteranos eran recompensados con tierras y ciudadanía.
La estructura social estaba dominada por los «honestiores», una élite política y económica, y los «humiliores», formados por plebeyos, artesanos y esclavos, base de la economía. El modelo económico era colonial y esclavista, con exportación de materias primas a Roma y la introducción de innovaciones agrícolas.
Roma también impuso su cultura, especialmente el latín, derecho y religión, con el cristianismo ganando terreno en el siglo IV. En arquitectura, destacan teatros, anfiteatros y obras de ingeniería como acueductos. Entre las figuras literarias destacan Séneca y Marcial.
Al-Ándalus
Al-Ándalus comenzó en el 711 con la conquista musulmana de la Península Ibérica. Tras un periodo inicial de gobierno bajo los valíes dependientes del Califato Omeya de Damasco, en el 756, Abderramán I estableció el Emirato independiente de Córdoba. En el 929, Abderramán III proclamó el Califato de Córdoba, alcanzando su máximo esplendor político, cultural y militar.
A partir del 1031, el Califato se desintegró en múltiples reinos de taifas, debilitados y divididos, lo que facilitó el avance cristiano. En los siglos XI y XII, los almorávides y almohades unificaron temporalmente Al-Ándalus, pero fueron derrotados por los reinos cristianos. Finalmente, el Reino Nazarí de Granada, último reducto musulmán, sobrevivió hasta su conquista en 1492 por los Reyes Católicos.
Reinos Cristianos
Orígenes (Siglos VIII-X)
El origen de los reinos cristianos comienza con pequeñas escaramuzas entre cristianos y musulmanes, como la batalla de Covadonga (722). Los pueblos de la montaña se expandieron hacia el valle del Duero, y surgieron reinos como el astur-leonés, Castilla, Navarra, Aragón y los condados catalanes, cada uno con su propia evolución y luchas internas.
Siglos XI-XIII
La desintegración del Califato de Córdoba favoreció la expansión cristiana, con el cobro de tributos (parias) a los reinos taifas. Castilla y León se unificaron con Fernando I y Alfonso VI, quien conquistó Toledo en 1085. Navarra y Aragón también crecieron, destacando Sancho III el Mayor y Alfonso I el Batallador. La Corona de Aragón, formada por Aragón y Cataluña, se expandió hacia el Mediterráneo.
La repoblación de tierras musulmanas conquistadas se llevó a cabo mediante diferentes métodos: concesiones a nobles y órdenes militares, repartimientos y la creación de concejos. Económicamente, los reinos cristianos desarrollaron la agricultura, ganadería y comercio, siendo la lana un producto clave de exportación.
La sociedad era feudal, con la nobleza y el clero en posiciones privilegiadas, mientras que el campesinado sufría duras condiciones. Las ciudades comenzaron a tener mayor importancia política y económica, controladas por las oligarquías urbanas.
Profundización en los Orígenes de los Reinos Cristianos (Siglos VIII-X)
La historiografía tradicional ha exaltado la batalla de Covadonga (722), considerándola crucial, aunque en realidad fue solo una de muchas escaramuzas entre los pueblos montañeses y los destacamentos musulmanes que cobraban tributos. El crecimiento poblacional impulsó a estos pueblos a expandirse hacia las llanuras de la Cuenca del Duero y el Alto Ebro. En el Pirineo, las tribus tenían estructuras similares pero con un desarrollo más lento debido a su ubicación entre musulmanes al sur y francos al norte. Estas tribus buscaban apoyo en uno u otro poder para lograr su independencia, lo que condujo a la formación del Reino de Navarra y los condados aragoneses.
Reino Astur-Leonés
A principios del siglo VIII aparece la figura de don Pelayo (visigodo huido y refugiado en las montañas) como jefe-aglutinador de fuerzas de una nueva formación política. El ascenso de Pelayo, vinculado a la creación de comitivas armadas por la acumulación de botín está ligado a la escaramuza de Covadonga, factor legitimador del poder al considerarse los herederos del reino visigodo.
El Siglo XI
La desintegración del califato andalusí dio lugar a los Reinos Taifas, en conflicto y dependientes de los reinos cristianos, a los que pagaban parias para evitar ataques y obtener apoyo. Esto permitió a los reinos cristianos, como Navarra, León y Castilla, fortalecerse y pacificarse internamente, favoreciendo la expansión económica y cultural. Sancho III el Mayor de Navarra consolidó su poder, cobrando parias y expandiendo el reino, aunque tras su muerte, este se dividió, enfrentándose a las ambiciones de Castilla y Aragón. En León y Castilla, Fernando I unificó temporalmente estos reinos, pero la estabilidad llegó con Alfonso VI, quien conquistó Toledo en 1085 y se proclamó emperador. Destaca la figura del Cid, un militar que se rebeló contra Alfonso VI y gobernó en Valencia hasta su caída ante los almorávides.
Colonización y Repoblación
- Zona asturleonesa y Pirineo Occidental: Aquí la repoblación fue iniciada por comunidades de aldeas, en muchos casos por iniciativa privada. Más tarde, la repoblación oficial integró a estos pioneros en el sistema político. El rey, propietario teórico de las tierras repobladas, las cedía a quienes las habitaban, cultivaban y defendían, otorgándoles derechos y fueros específicos.
- Valle del Duero y Sistema Central: Se organizaron en grandes circunscripciones con una villa o ciudad principal y un «alfoz» con aldeas circundantes.
Al-Ándalus: Evolución Política
Al-Ándalus fue el nombre dado a la península ibérica bajo dominio musulmán desde el 711 hasta 1492. Tras la crisis de la monarquía visigoda, los musulmanes, liderados por Tarik y Musa, conquistaron rápidamente gran parte del territorio. Para 716, gran parte de la península estaba bajo control musulmán, y Al-Ándalus se convirtió en una provincia del Califato de Damasco, dirigida por un gobernador (walí), con Córdoba como capital.
En 756, Abd al-Rahman I, el último superviviente de la dinastía Omeya, estableció un emirato independiente en Córdoba, aunque mantuvo una lealtad espiritual al califa de Bagdad. Durante su reinado, se sentaron las bases de un estado centralizado con Córdoba como núcleo político y cultural. Con el tiempo, Al-Ándalus se organizó en circunscripciones denominadas «coras,» con las zonas fronterizas fortificadas para defenderse de los reinos cristianos del norte.
En el 929, Abd al-Rahman III proclamó el Califato de Córdoba, que significó una independencia completa y un periodo de apogeo. Bajo su mandato y el de Al-Hakam II, Al-Ándalus alcanzó un gran desarrollo cultural, económico y militar, estableciendo relaciones diplomáticas con otros estados como Bizancio. Sin embargo, después de la muerte de Al-Mansur en 1002, el califato se fragmentó debido a conflictos internos y a la creciente presión de los reinos cristianos.
Para 1031, la fragmentación de Al-Ándalus derivó en los reinos de Taifas,
pequeños estados que se mantuvieron en constante conflicto entre sí y pagaron tributos a los reinos cristianos para asegurar su supervivencia. En 1085, tras la caída de Toledo ante Alfonso VI, los taifas pidieron ayuda a los almorávides, una dinastía del norte de África, quienes lograron reunificar Al-Ándalus, aunque sólo temporalmente.En el siglo XII, otra dinastía africana, los almohades, consolidaron su dominio y revitalizaron la cultura en Al-Ándalus, con Sevilla como centro. Sin embargo, la derrota en la Batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 marcó el declive de su poder, permitiendo a los cristianos avanzar hacia el sur. La caída definitiva ocurrió en 1492, cuando los Reyes Católicos tomaron Granada, el último bastión musulmán en la península. Al-Ándalus dejó un importante legado cultural, incluyendo avances en agricultura, arquitectura, y conocimientos científicos que influyeron profundamente en la cultura española y europea.
ROMANIZACIÓN.La conquista de Hispania fue lenta, lo que permitió la conservación de estructuras indígenas. Con el tiempo, se introdujo una organización político-administrativa romana. Hispania se convirtió en una provincia romana en 206 a.C. y fue dividida en dos provincias en 197 a.C.: Hispania Citerior y Hispania Ulterior. Augusto reformó la administración en 27 a.C., estableciendo provincias senatoriales y provinciales. Hispania fue dividida en tres provincias: Tarraconense (imperial), Lusitana (imperial) y Bética (senatorial).Con el tiempo, se introdujeron más divisiones bajo las reformas de Diocleciano y Constantino, creando una «diócesis» compuesta por seis provincias. La administración provincial se organizó en conventos jurídicos, gobernados por un pretor y asesorados por una asamblea.Urbanización: La vida urbana se expandió mediante la creación de ciudades romanas, incluyendo colonias, ciudades estipendiarias, federadas e inmunes. La red de comunicación romana facilitó el control y el comercio, destacando vías como la Vía Augusta y la Vía de la Plata.Ejército y Ciudadanía: El ejército romano fue fundamental para la romanización, integrando a hispanos y concediendo derechos de ciudadanía a soldados jubilados. En 74 d.C., el «Edicto de latinidad» permitió que todas las ciudades de Hispania se convirtieran en municipios de derecho latino.Estructura Social: La población de Hispania, entre 3 y 5 millones en el siglo II d.C., presentaba diversidad cultural. La sociedad se dividió en dos grupos principales: los honestiores (clase privilegiada) y los humiliores (plebeyos y esclavos). La familia era patriarcal, y la mujer tenía funciones principalmente domésticas. Economía: La economía era de tipo colonial, enfocada en la extracción de recursos y la producción agrícola basada en la esclavitud. Hispania exportaba cereales, vino y aceite a Roma, mientras que también se extraían minerales valiosos. Cultura y Arte: Los romanos impusieron su lengua, derecho, religión y arquitectura. El latín se convirtió en el idioma oficial, mientras que el derecho romano estableció un marco jurídico en la península. La religión romana fue ampliamente aceptada y, hacia el siglo IV, el cristianismo se consolidó. Conclusión: A finales del siglo III, el Imperio Romano enfrentó crisis internas. La sociedad se volvió más rural, con el surgimiento de villas autosuficientes. La entrada de pueblos bárbaros en el siglo V marcó el fin de la administración romana en Hispania. A pesar de la explotación, el legado romano ha perdurado en aspectos fundamentales de la cultura española actual.