La Ciudad Industrial del Siglo XIX: Auge y Desafíos
La sociedad industrial del siglo XIX tuvo su centro vital en las ciudades. La concentración de mano de obra para las fábricas y la necesidad de agrupar los servicios, los transportes y los materiales básicos para la producción originaron el crecimiento de grandes núcleos industriales. Asimismo, la mecanización de las tareas agrícolas y la concentración de la propiedad dejaron a muchos campesinos sin tierra y sin trabajo, obligándoles a emigrar a las ciudades en búsqueda de un empleo en las fábricas.
Las ciudades se ampliaron y modernizaron. El centro urbano se modificó; se derribaron las antiguas murallas y se trazaron calles y avenidas amplias en las que se levantaron nuevos edificios de varios pisos. Además, el subsuelo se perforó para instalar el alcantarillado y las conducciones de agua y, posteriormente, de gas y electricidad. Se crearon nuevos barrios residenciales para las clases altas, en los que se construyeron casas lujosas y espacios ajardinados. Pero también surgieron suburbios obreros que no reunían las condiciones necesarias de salubridad e higiene. Numerosas calles no estaban asfaltadas y carecían de alcantarillado, y en las viviendas habitaban muchas personas en un espacio muy reducido. No es de extrañar que, en estas condiciones, las epidemias de tifus y de cólera se extendiesen con gran rapidez.
La ciudad industrial se dotó de nuevos medios de transporte como el ferrocarril y, más tarde, el tranvía, el metro y los automóviles. Se crearon zonas de comercios y oficinas, servicios públicos y edificaciones destinadas al ocio.
Ideologías y Movimientos Sociales
Marxismo, Anarquismo e Internacionalismo
En la nueva sociedad industrial, una serie de pensadores denunciaron las desigualdades creadas por el capitalismo y propusieron nuevos modelos de organización social.
Marxismo y Socialismo
A mediados del siglo XIX, Karl Marx y Friedrich Engels denunciaron la explotación de la clase trabajadora y defendieron la necesidad de una revolución obrera para destruir el capitalismo. A través de la revolución, el proletariado conquistaría el poder político y crearía un Estado obrero que socializaría la propiedad. El fin de la propiedad privada llevaría a la progresiva desaparición de las clases sociales y del Estado, para así poder alcanzar el ideal de sociedad comunista, es decir, la sociedad sin clases.
La Clase Obrera y sus Luchas
Los obreros: Los trabajadores de las fábricas formaban el proletariado industrial y urbano. Constituían la mano de obra necesaria para las fábricas, donde se empleaban a cambio de un salario. Eran el grupo más numeroso y desfavorecido en la nueva sociedad. Al principio no existía ninguna legislación que fijase las condiciones laborales de los trabajadores. Por ello, los horarios, los salarios y las festividades eran establecidos arbitrariamente por los empresarios. En consecuencia, sus condiciones de vida y de trabajo resultaban muy duras: la jornada laboral duraba de 12 a 14 horas diarias y la remuneraciones eran insuficientes para mantener a una familia. Eso obligaba a trabajar a mujeres y niños, que percibían un sueldo inferior al de los hombres. Además, los talleres carecían de condiciones higiénicas, lo cual incrementaba las enfermedades entre los obreros.
Las Primeras Asociaciones Obreras
La primera reacción de los obreros, en los inicios de la industrialización, fue su oposición al maquinismo, por considerarlo responsable de los bajos salarios y del paro. Su protesta se dirigió hacia la destrucción de máquinas y el incendio de establecimientos industriales (ludismo). Esta forma de resistencia se extendió por Europa en las primeras décadas del siglo XIX.
Paralelamente, algunos sectores de trabajadores empezaron a darse cuenta de que formaban parte de una misma clase social, con problemas comunes y objetivos propios. Para defender sus intereses, crearon organizaciones de trabajadores, como las primeras Sociedades de Socorro Mutuos, que nacieron en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII. Su objetivo consistía en actuar como sociedades de resistencia para ayudar económicamente a sus miembros en caso de enfermedad o paro.
Las sociedades obreras fueron, al principio, ilegalizadas por los gobiernos liberales. Pero en 1825 se derogaron en Gran Bretaña las leyes que las prohibían y se fundaron los primeros sindicatos, que reunían a obreros de un mismo ramo. En 1834 se fundó la Great Trade Union, un sindicato que agrupaba a obreros de distintos oficios. El objetivo de los sindicatos era mejorar las condiciones de trabajo de los obreros. Sus primeras reivindicaciones fueron la defensa del derecho de asociación, la reducción de la jornada laboral, las mejoras salariales y la regulación del trabajo infantil.