Transformaciones en la España del Siglo XVIII: Reformas Borbónicas e Ilustración


La España del Siglo XVIII: Reformas Borbónicas e Ilustración

Tras la muerte de Carlos II sin descendencia, se desencadenó la Guerra de Sucesión Española, un conflicto que también se extendió por Europa. Las potencias se dividieron entre el apoyo al archiduque Carlos de Habsburgo y a Felipe de Anjou, nombrado heredero y último Austria. La guerra, iniciada en 1701 y finalizada en 1715 con los Tratados de Utrecht y Rastadt, marcó el comienzo de la dinastía borbónica en España con Felipe V. Los aliados buscaban evitar esta situación para mantener el equilibrio europeo.

En España, los reinos orientales, a excepción de Valencia, respaldaron al archiduque Carlos, mientras que Castilla se alineó con el centralismo borbónico francés representado por Felipe V. Como resultado de la guerra, Inglaterra se consolidó como potencia naval, apoderándose de Gibraltar y Menorca, obteniendo el derecho a comerciar con América y el «asiento de negros». España, por su parte, perdió Flandes, Saboya y territorios italianos.

El Absolutismo Borbónico y las Reformas Administrativas

El modelo absolutista francés de los Borbones se materializó en los Decretos de Nueva Planta, aplicados en Valencia, Aragón, Mallorca y Cataluña. Estos decretos suprimieron sus fueros y privilegios, centralizando y unificando la administración al estilo castellano. Se eliminó la lengua y el derecho catalán, así como las cortes catalanas y aragonesas y su sistema fiscal. Otras reformas importantes incluyeron la creación de un ejército permanente y una armada para defender las rutas hacia América. Para sanear la hacienda, se implementó un sistema mercantilista con intervención estatal en la economía, destacando el proyecto del Marqués de Ensenada, que buscaba crear un único impuesto en Castilla (Catastro de 1754), la construcción de obras públicas como el Canal de Castilla y la creación de manufacturas reales.

Relaciones con la Iglesia y el Motín de Esquilache

Con la iglesia se firmó el Concordato de 1753, que sometió el poder eclesiástico al rey (regalismo), quien nombraba a los obispos e ingresaba las rentas eclesiásticas. Destaca la expulsión de los jesuitas tras el Motín de Esquilache durante el reinado de Carlos III. Las causas del motín fueron las reformas económicas que perjudicaban a la iglesia, la oposición intelectual de la Compañía de la Ilustración, la crisis de subsistencia por la subida de precios del trigo y la reforma de la moda impuesta por Esquilache. Los jesuitas, que controlaban la educación secundaria y universitaria y solo obedecían al papado, fueron acusados de incitar al pueblo contra el despotismo ilustrado representado por ministros como Campomanes y Floridablanca.

Reformas Agrarias y Económicas de Carlos III

Carlos III impulsó reformas agrarias para aumentar la producción y liberalizar el mercado, eliminando fronteras internas, creando un sector de propietarios medios rurales que apoyasen al gobierno y elevando los ingresos del estado mediante el impuesto sobre la renta agraria. Estas medidas se debieron a la escasa producción por técnicas anticuadas y la institución del mayorazgo, que no incentivaba la mejora agrícola. Se establecieron medidas desamortizadoras sobre la propiedad de la tierra.

Carlos III también promovió las manufacturas españolas mediante la creación de reales fábricas y el fomento de la artesanía, así como la construcción naval para revitalizar el comercio americano. Las colonias se convirtieron en centros exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados, buscando eliminar la competencia británica, acabar con la industria en las Indias y suprimir el monopolio de los puertos de Sevilla y Cádiz, autorizando el comercio a nueve puertos más. Esto favoreció a las industrias textil basadas en lana y seda, que abastecían al mercado interior gracias a la mejora de los transportes y la supresión de aduanas.

La Ilustración y el Despotismo Ilustrado

Todas estas reformas se basaban en la Ilustración, cuyas ideas centrales eran el empleo de la razón, la crítica para mejorar la sociedad y buscar la felicidad humana. Se fomentaba la economía nacional, el desarrollo científico y la educación para mejorar la cultura y el conocimiento de las «ciencias útiles» y prácticas, buscando eliminar el sistema socioeconómico del Antiguo Régimen. La Ilustración y el Despotismo Ilustrado impulsaron la independencia de las colonias americanas en el siglo XIX. Carlos III, como ejemplo de déspota ilustrado, buscaba mejorar el bienestar de sus súbditos, pero mantenía un sistema absolutista y antidemocrático. Para difundir estas ideas, se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País para fomentar la economía. Entre los cauces de difusión no oficiales, destacó la prensa periódica en Madrid.

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