Vida y obra de Rosalía de Castro


AMERICO CASTRO Y CLAUDIO SANCHEZ ALBORNOZ: DOS CONCEPCIONES HISTORIOGRÁFICAS HISPANAS

AMERICO CASTRO Y CLAUDIO SANCHEZ ALBORNOZ:
DOS CONCEPCIONES HISTORIOGRAFICAS HISPANAS


Desde el comienzo de su libro fundamental, Américo Castro rechaza la búsqueda de una realidad fabulosa, mítica, dentro de los modos de historiar España (La realidad histórica de España, p. Sin embargo, entiende que esa manera, representada fundamentalmente por Sánchez Albornoz, García Mórente, Menéndez Pelayo, a veces Ortega y Gasset, refleja una situación característica del español frente a su propia historia, donde, desde un presente conflictivo, se avista un pasado pleno de acciones de rango. Para Castro, por supuesto, “la vida humana es más que tierra” (La realidad, p.4), ya que, desde su posición historiográfica, lo que importa es “la vida en el pasado historiable” (La realidad, p.15). Así, en el fondo primero de su posición historiográfica, para Castro “historiar significa, en verdad, hacerse el encontradizo con valores revivibles” (Santiago de España). Estos valores, cuando son historiables, permiten decir que allí hay un sector de la realidad que denominamos histórico, en que un pueblo se sedimenta.
De hecho, es posible tomar la historia de los pueblos que habitaron la Península Ibérica antes que el pueblo español, y escribirla. Pero no se puede llamar a eso la historia del pueblo español. Si no las posee, es simplemente lo que aconteció en el pasado, y es enfocable como lo narrable.
Con respecto al criterio histórico que se posee, Castro tiene una posición según la cual “Todo lo que el pasado lega, recibe el sentido que le presta la estructura presente de la vida de un pueblo” (La realidad, p.84). Pero frente a esta influencia que marca la visión del historiador, Castro pone un segundo modo de conexión, no limitante, en este caso: “Porque los hechos humanos, si uno no participa de la vida de quienes los habitaron, son cáscaras vacías de sentido” (De la edad, p.15): Es decir, es imprescindible un cierto margen de comunicación, de identificación con la realidad que se va a historiar. Y de aquí mismo es posible extraer otra fundamental dimensión caracterizadora del pensamiento de Castro: sus posiciones vitalistas. Sintetizando: contra la mitología histórica, Castro levanta el concepto de lo historiable; contra la búsqueda de la esencia de un pueblo, el concepto de vida histórica. Castro se plantea terminantemente contra la historiografía tradicional. La conciencia de ser aparece como una determinante fundamental en el desarrollo de un pueblo (La realidad p.17). Lo que fija un pueblo como historiable es la posesión de una realidad histórica; el paso, por decirlo así, de la realidad cotidiana a una estructura vital historiable, que desde ya posee valor normativo y fuerza innovadora (La realidad, p.19).
TESIS Y APORTES FUNDAMENTALES
El aporte fundamental de Castro se da en dos campos diferentes, uno el de la explicitación de la realidad histórica de España, y otro, en el campo de la metodología historiográfica. Desde la primera publicación de Castro, en adelante, ha aportado en el primer campo que aludimos, el del análisis histórico. Así, lo central para Castro es “la especial clase de civilización construida por los españoles, gracias precisamente, a haberse constituido España como una convivencia y un desgarro de tres clases, de tres castas de gentes: cristianos, moros, judíos. Según he hecho ver (lo cito como demostración ejemplar de lo que digo), lo que hizo posible obras grandiosas como la Celestina y el Quijote, y por ende la novela y el drama europeos, fue una cierta visión del hombre en la cual se entretejían, como en un ideal y precioso tapiz, las concepciones islámica, cristiana y judaica del hombre” (De la edad, p.13). Esta idea de Castro, tiene como especial punto de apoyo conceptual estar configurada desde una perspectiva social, desde una concepción de que la historia está constituida por fuerzas colectivas, las cuales, entre otras cosas, generan visiones de la existencia, concepciones de mundo que son substanciales en la historia de la cultura, y por ende, en los aportes generales que un pueblo puede hacer a la historia de la humanidad.
En una situación como la que Castro pone de relevancia, donde en un mismo espacio geográfico conviven tres modos de situarse en la existencia, lo sustancial es la conciencia de la diferenciación y de la identidad. Estas tres castas de creyentes, en sus interinfluencias y transformaciones, posibilitan el origen del pueblo español, en un desarrollo de esfuerzo y de construcción histórica (La realidad, p.28).
Castro no se refiere al ser español, ni habla de una fecha determinada de origen histórico del pueblo español. Y más aún, Maravall aquí ha tergiversado a Castro en el sentido que refiere todo a la influencia judeoislámica. Castro dice que hay entrecruzamiento de las tres concepciones, no que haya primacía de unas sobre otras.
Y que todo ese proceso diacrónico que se inicia con la llegada invasora de los árabes a la Península Ibérica, en 711, marca una etapa de convivencia que es fundamental para el pueblo español, hasta que el poderío de un grupo sobre los dos restantes, vencimiento de los cristianos sobre moros y judíos, permite que los españoles como pueblo se instauren en una campaña más amplia de construcción histórica.
EL ESPAÑOL ANTE SU HISTORIA
Américo Castro califica la historia de España como una historia de inseguridades y firmezas. Dice seguridad en el sentido de poseer una “conciencia de tener que estar siendo de un modo, y de tener que estarse comportando de otro” (La realidad, p.74). Y esta inseguridad de pueblo, situada en relación a la inseguridad radical de la vida humana, desde la perspectiva vitalista de Castro, tiene como una de sus manifestaciones contemporáneas un modo de historiar falso que consiste en eliminar y ocultar esa misma inseguridad.
A la inversa del pensamiento de Sánchez Albornoz, la visión que Américo Castro tiene de la historia de España, es una mirada interpretativa, coherentizadora, integral. Sánchez Albornoz acumula datos, enumeraciones, minuciosamente. La tesis de la morada vital, por ejemplo, constituye un modo de historiar, situado frente a la idea de Sánchez Albornoz, acerca de la yuxtaposición entre individuo, pueblo y azar.
Por ejemplo, una aseveración como que “los españoles tuvieron conciencia vivísima de que su existir era un hacerse y un deshacerse” (La realidad, p.58) es comprendida en relación a la Celestina, El Quijote y Goya (La realidad, pp.78-79), pero además, se relaciona con una segunda afirmación, según la cual los españoles viven desviviéndose (La realidad, p.86), que tiene como sentido una ansia de “escapar de si misma” (La realidad, p.80), el estar rechazando constantemente acontecimientos de su vida histórica. Don Quijote y don Juan son presentados como ejemplos de este desvivirse (La realidad, p. El “vivir desviviéndose” y el sentimiento de inseguridad poseen raíces seculares (La realidad, p.96). Para Castro está actitud ya es detectada en el Poema de Fernán González, hacia 1250. Y en esta época “inseguridad para los cristianos significaba, entre otras cosas, no poder prescindir de los judíos, ni luego de los conversos, quienes expusieron su visión de la España desde el alto miradero que a si mismos se asignaron (La realidad, p.95). Este es el punto donde la tesis central de Castro, con respecto al entrelazamiento de tres castas que originó a los españoles, se une a este sentimiento de inseguridad sobre el presente.
Dice así mismo Castro: “Se halla, por consiguiente, pleno de sentido el que Fernando de la Torre, el primer español que intentó pensar sobre su patria algo serio, partiese de la tierra – de su realidad, de su emoción y de su magia” (La realidad, p.95). Los judíos conversos, como dice Castro, se hacen portavoces del “debería ser” de la vida española (La realidad, p.81). Es decir, ya señalaba ciertas limitaciones de los hombres de Castilla: “Son orgullosos y haraganes, y no tanto ingeniosos ni trabajadores” (La realidad, p.88).
Sólo así podremos contemplar la historia como una realización de valores y no como el feo reverso de un tapiz. Aunque en este párrafo, Castro se refiere a realidades históricamente tan inciertas, como destino y esencia, interesa señalar que siempre este historiador presenta su atención no sólo a lo acontecido sino que también a “lo que el español ha sentido ser”, a la sensibildad que los españoles tuvieron frente a su propia circunstancia.
CARACTER DE LA MORADA VITAL
Para Américo Castro el sujeto de la historia no es un individuo: “El historiador ha de hacer visible el movimiento y ritmo ascendentes del sujeto colectivo de la historia, su conciencia de estarse haciendo en y con su historia” (La realidad, p. 107)- Mas bien dice Castro, “esa dimensión histórica, historiable, es lo que ahora me interesa. Un pueblo se la crea al ir enfrentándose con las circunstancias que su propio hacer le depara” (La realidad, p. Es decir en la práctica y desarrollo de un pueblo, en este caso el español, se va originando a si mismo. Este origen significa una difusión de valores ( La realidad, p.109), y desde ese momento “la vida historiable consiste en un curso o proceso interior, dentro del cual las motivaciones exteriores adquieren forma y realidad; es decir, se convierten en hechos y acontecimientos dotados de sentido” (La realidad, p.109). Esto es lo que Castro llama, en primer término, “morada vital”, y que define así: “Puede designar el hecho de vivir ante un cierto horizonte de posibilidades y obstáculos (íntimos y exteriores)” (La realidad, p.109). Por otro lado, Castro llama “vividura” a las condiciones de conciencia subjetiva con respecto a la morada vital. Vividura se refiere “al modo como los hombres manejan su vida dentro de esta morada, toman conciencia de vivir en ella” (La realidad, p.109-110). Dentro de la morada, y siendo que cada pueblo histórico posee una morada vital, existen actividades vitales ordenadas “según un sistema de capacidades y preferencias. Lo cual significa que ahora nos importa primariamente no el qué y el cuánto de las actividades vitales, sino el peculiar modo de funcionar de éstas” (La realidad, p.110). Cuando Castro dice esto, está fundando dos aspectos de la morada vital, a saber, su carácter funcional y su carácter estructural. Demás está decir que esta perspectiva desde la cual Castro mira la historia de España, es ajena al campo de la psicología de los pueblos: “Evito los términos “carácter” y “rasgos psicológicos”, porque apuntan hacia algo ya dado, inmóvil. Me interesa la vida como movimiento, curso y dirección, como algo variable” (La realidad, p.110). Algunas de las características primordiales de la noción de morada vital que maneja Castro son las siguientes:
1.- El carácter abierto de la morada: “las moradas de mi símil no están cerradas ni reclusas, respecto de las de los vecinos” (La realidad, p.111).
2.- El carácter libre y determinado del habitante: “la libertad del morador dependerá de las posibilidades y de los límites de su mansión, sea como fuere lo traído a ella” (La realidad, p.111).
3.- El carácter cambiante de las moradas: “acontece que la “morada” interior y orientadora de un grupo desaparezca y sea sustituida por otra (La realidad, p.111).
4.- El carácter dinámico de las moradas: Esto acontece mediante “una serie de mutaciones graduales de expresión, establecidas a través de una misma morada vital, renovada en su “mobiliario”, pero no en la disposición formal de su vida” (La realidad, p.111).
5.- Las opciones y respuestas como definitorias de la morada vital: “en la morada vital, por consiguiente, aparecen estabilizados y estructurados hábitos de preferir, iniciados a favor de nuevas situaciones sociales; las originadas por la conquista musulman lo fueron en grado sumo” (La realidad, p.112). Este origen del pueblo español, dice Castro, y no del “homo hispanus” (o de la españolidad), como dice Sánchez Albornoz, se concreta cuando señala que “los futuros reinos españoles nacían desunidos, se combatían unos a otros con gran saña; pero esas luchas, a la vez que rasgaban, tejían contexturas” (La realidad, p.113).
6.- La creación de valores historiables: “la morada vital se hace presente en realidad cuando la vida de un pueblo se hace notar por sus realizaciones valiosas en el tiempo y en el espacio. La morada vital es digna de mención análisis, se hace en verdad existente, al manifestarse como una vía que conduce al logro de altos valores historiables” (La realidad, p.113).
VIVIDURA Y VIDA HISTORICA
La percepción de la historia que Castro posee no es estaticista, como en el caso de Sánchez Albornoz. no una psicología, sino un modo de conducirse, cuya dimensión de valor es indisoluble de su realidad conceptual. No es sólo un es, sino también un estarse haciendo, cuya importancia me hace considerarlo como una morada vital y como una vividura” (La realidad, p.114). Esta praxis de un pueblo no apunta a lo ya hecho, sino a lo que se desarrolla, que no es un “carácter nacional”, un esquema abstracto e inmóvil” (La realidad, p.115). Corolario de esta visión dinámica es el carácter irrepetible del hecho histórico: “Lo que a un pueblo le acontece (valorarse, desvalorarse, arrastrarse, inerte…) es algo singular e irrepetible” (La realidad, p.116).
Este carácter irrepetible se origina en la perspectiva vitalista que ha hemos mencionado: “La vida humana no es una cosa ni una sustancia agotable en una definición; es pura actividad…” (La realidad, p.116). lo que llamo la vividura” (La realidad, p. La vividura configura la vida histórica: “una actividad funcional cuya razón de existir consiste en la misma inmanencia de su continuo tender hacia un futuro, partiendo de un presente inclusivo de su pasado” (La realidad, P.116). Nótese que lo fundamental de esta definición que Castro proporciona es la integración sintetizadora de los tres tiempos históricos que tienen vigencia en la vida de un pueblo. Y esa integración cuando es total es un modo de vividura, un posición de la conciencia de un pueblo con respecto a sí mismo. Castro ha dicho que aquello para el observador es, siempre, morada de vida, para el hombre que la vive, es una vividura. (La realidad, p.120). En este sentido, lo que el hombre del pasado historiable debe hacer claro en sus análisis. En otras palabras, “la historia se entiende si la contemplamos en el proceso de estarse creando desde dentro de su peculiar modo de comportarse, y no desde fuera” (La realidad, p. que son actividades totales” (La realidad, p.118). Castro fija una y otra vez los límites de su objetivo: “Mi propósito es explicar en que sentido estoy empleando la expresión “morada de vida”, la que se hace presente cuando las circunstancias dadas funcionan como instrumentales en vista de un nuevo y alto designio, en primer término, el crearse un pueblo una nueva conciencia de su dimensión colectiva, nueva respecto de la antes expresadas por quienes lo precedieron en aquel espacio geográfico – una conciencia expresada en obras” (La realidad, p.131).
Y así como para Américo Castro la influencia fundamental que define el inicio de la historia del pueblo español está fundado en la correlación de los españoles enfrentados a los musulmanes y a los judíos, para Sánchez Albornoz hay la presencia de otro pueblo que él intenta señalar como definitiva para el homo hispanus : es Roma. 43), y agrega que en este desarrollo el pueblo español habría pasado por un estado sentimental de comprenderse como diferente a otros pueblos adyacentes y luego a un estado más solido, mas conceptualizado, por decirlo así, a medida que su propia configuración iba creciendo, hasta formar «una comunidad humana solidaria» (Enigma, volumen II, p. SER Y ESENCIA: EL ESTATICISMO
Esta cita demuestra hasta que punto la obra de Sánchez Albornoz es la historia de una esencia, de algo permanente e idéntico a sí mismo, pero que se historifica en el transcurso del acontecer, y en éste adquiere conciencia de si mismo» (La visión, p. 265). 
Américo Castro piensa a la inversa en esta misma encrucijada a la cual se refiere Sánchez Albornoz. El pueblo histórico surge de esa oposición y fusión con otros pueblos, según Castro. En el encuentro y diferenciación de cristianos, judíos y árabes el pueblo español surge históricamente. Por lo menos este es uno de los modos sustanciales. En cambio, en el esquema de Albornoz, tenemos las características de los españoles formadas en 1000 años, desde antes de Cristo, y luego éstas provocan una reacción contra el pueblo musulmán. Dinámicamente, como la historia es, son pueblos musulmán y judío los que provocan la fuerza que conformará aquello que algunos suelen llamar españolidad.
Y he de aquí que estas características que suelen identificarse con la esencia en el pensamiento de Sánchez Albornoz, salvan la esencia, salvar el ser, es decir, el conjunto de la realidad toda de España. Y salvan la realidad «en muchos trances difíciles», en donde se descubre una subjetivización de la materia histórica, así como otras veces se sorprenden análisis psicologistas o biologistas en la obra de Sánchez Albornoz (`el temperamento español`, `nació a la vida histórica`, etc).
Las tesis de Sánchez Albornoz frente a la historia se encuentran ubicadas en el Capítulo I «El hombre y la historia», del primer volumen de España, un enigma histórico. Recién en la tercera unidad del Capítulo I, «El juego de fuerzas en la Historia», Sánchez Albornoz logra perfilar su comprensión de la historia, la cual consiste en el engarce entre pueblo, héroe y azar.
En este punto volvemos a encontrar la expresión a la cual siempre se refiere, cuando quiere aludir a este carácter de pueblo: «herencia temperamental», donde tanto su psicologismo y su biologismo son puestos en evidencia. Esto mismo se vuelve a poner en relevancia en expresiones como instintos, sistema de impulsos, apetencias, que figuran en otros momentos del párrafo citado. El subjetivismo del pensamiento de Sánchez Albornoz hace que la historia sea el enlace entre este azar así planteado, es decir, como misterio omnivigente, más la concepción de una élite dirigente, donde los rasgos individuales, casi los del héroe o los del genio (aunque él no lo quiera así), son los definitorios, más una concepción estática y esencialista de pueblo; todo lo cual puede resumirse como una fluctuación entre españolidad e individualidad por parte del misterio.
Con respecto al ingrediente colectivo de esta concepción, se dice lo siguiente : «La cópula entre la tierra y la historia, repetida a lo largo de milenios… Sin detenerse demasiado en la palabra misterioso, ni en la comprensión histórica biologizante a partir de ver a los pueblos como especies, simplemente se advierte cómo la influencia geográfica será sentida como determinante por el autor. CRITICA A LA NOCIÓN DEL PUEBLO
Esta herencia temperamental es algo que también define como «estilo de vida». Pero todo lo que este autor entiende aquí puede caracterizar a un pueblo sólo en una forma superficial. Para él esta es una categoría elemental, inderivada, motora. El tercer elemento que configura la historia, según Sánchez Albornoz, es el conductor. LA TIERRA Y LA HISTORIA
Aquí están mentadas, en la misma historia de España, estas tres fuerzas que a juicio de este historiador, constituyen la realidad histórica. Se percibe nuevamente el mismo lenguaje donde figura, primero, la figura del historiador, de una creencia suya que está puesta como juicio afirmativo. Se reitera la expresión herencia temperamental, mezcla de esencia, carácter nacional y españolidad, lugares comunes de la historia tradicional que por múltiples razones Castro y otros historiadores han intentado superar. Para él, el paisaje mismo de España tiene una influencia tal que contribuye a la formación de raza, la cual también el ve como fruto de una milenaria cadena de reacciones complejísimas de la tierra y de la historia sobre los grupos sometidos a su perdurable influjo (Enigma, volumen I, pp. Para este historiador es fundamental el proceso que se va realizando sobre la tierra de la Península Ibérica, que él define como «encrucijada de culturas» (Enigma, volumen I, p. «Américo Castro prescinde por ello, con error, de todos los miles de años que preceden a la hora difícil de la invasión árabe de España; miles de años en que se labró el cauce de vida del pueblo que, por ser como era, y por hallarse donde de hallaba, se irguió y luchó para seguir existiendo a todo trance» (Enigma, volumen I, p. ENCRUCIJADA FINAL
Desde la posición de Sánchez Albornoz, según la cual «la historia no sólo es una herencia irrenunciable, es un cosmos que escapa incluso a la misma omnipotencia del Altísimo» (Enigma, volumen II, p. 675) a la posición de Castro que dice que «no existe todavía en letra imprenta una ciencia del hombre formulada en términos unívocos y válidos para todos» (La realidad, p. Pero es cierto que pese a todo esto, estudia con detalle los probl




DOS CONCEPCIONES HISTORIOGRAFICAS HISPANAS


Desde el comienzo de su libro fundamental, Américo Castro rechaza la búsqueda de una realidad fabulosa, mítica, dentro de los modos de historiar España (La realidad histórica de España, p. Para Castro, por supuesto, “la vida humana es más que tierra” (La realidad, p.4), ya que, desde su posición historiográfica, lo que importa es “la vida en el pasado historiable” (La realidad, p.15). Estos valores, cuando son historiables, permiten decir que allí hay un sector de la realidad que denominamos histórico, en que un pueblo se sedimenta.
De hecho, es posible tomar la historia de los pueblos que habitaron la Península Ibérica antes que el pueblo español, y escribirla. Pero no se puede llamar a eso la historia del pueblo español. Sintetizando: contra la mitología histórica, Castro levanta el concepto de lo historiable; contra la búsqueda de la esencia de un pueblo, el concepto de vida histórica. Castro se plantea terminantemente contra la historiografía tradicional. La conciencia de ser aparece como una determinante fundamental en el desarrollo de un pueblo (La realidad p.17). Lo que fija un pueblo como historiable es la posesión de una realidad histórica; el paso, por decirlo así, de la realidad cotidiana a una estructura vital historiable, que desde ya posee valor normativo y fuerza innovadora (La realidad, p.19).
TESIS Y APORTES FUNDAMENTALES
Al historiador . Esta idea de Castro, tiene como especial punto de apoyo conceptual estar configurada desde una perspectiva social, desde una concepción de que la historia está constituida por fuerzas colectivas, las cuales, entre otras cosas, generan visiones de la existencia, concepciones de mundo que son substanciales en la historia de la cultura, y por ende, en los aportes generales que un pueblo puede hacer a la historia de la humanidad.
Castro no se refiere al ser español, ni habla de una fecha determinada de origen histórico del pueblo español.

EL ESPAÑOL ANTE SU HISTORIA
Américo Castro califica la historia de España como una historia de inseguridades y firmezas. Y esta inseguridad de pueblo, situada en relación a la inseguridad radical de la vida humana, desde la perspectiva vitalista de Castro, tiene como una de sus manifestaciones contemporáneas un modo de historiar falso que consiste en eliminar y ocultar esa misma inseguridad.
Sánchez Albornoz acumula datos, enumeraciones, minuciosamente. La tesis de la morada vital, por ejemplo, constituye un modo de historiar, situado frente a la idea de Sánchez Albornoz, acerca de la yuxtaposición entre individuo, pueblo y azar.
Don Quijote y don Juan son presentados como ejemplos de este desvivirse (La realidad, p. Los judíos conversos, como dice Castro, se hacen portavoces del “debería ser” de la vida española (La realidad, p.81). Sólo así podremos contemplar la historia como una realización de valores y no como el feo reverso de un tapiz.

CARACTER DE LA MORADA VITAL
Para Américo Castro el sujeto de la historia no es un individuo: “El historiador ha de hacer visible el movimiento y ritmo ascendentes del sujeto colectivo de la historia, su conciencia de estarse haciendo en y con su historia” (La realidad, p. Un pueblo se la crea al ir enfrentándose con las circunstancias que su propio hacer le depara” (La realidad, p. Este origen significa una difusión de valores ( La realidad, p.109), y desde ese momento “la vida historiable consiste en un curso o proceso interior, dentro del cual las motivaciones exteriores adquieren forma y realidad; es decir, se convierten en hechos y acontecimientos dotados de sentido” (La realidad, p.109). Por otro lado, Castro llama “vividura” a las condiciones de conciencia subjetiva con respecto a la morada vital. Vividura se refiere “al modo como los hombres manejan su vida dentro de esta morada, toman conciencia de vivir en ella” (La realidad, p.109-110). Dentro de la morada, y siendo que cada pueblo histórico posee una morada vital, existen actividades vitales ordenadas “según un sistema de capacidades y preferencias. Demás está decir que esta perspectiva desde la cual Castro mira la historia de España, es ajena al campo de la psicología de los pueblos: “Evito los términos “carácter” y “rasgos psicológicos”, porque apuntan hacia algo ya dado, inmóvil. Me interesa la vida como movimiento, curso y dirección, como algo variable” (La realidad, p.110). Algunas de las características primordiales de la noción de morada vital que maneja Castro son las siguientes:
Este origen del pueblo español, dice Castro, y no del “homo hispanus” (o de la españolidad), como dice Sánchez Albornoz, se concreta cuando señala que “los futuros reinos españoles nacían desunidos, se combatían unos a otros con gran saña; pero esas luchas, a la vez que rasgaban, tejían contexturas” (La realidad, p.113).
La creación de valores historiables: “la morada vital se hace presente en realidad cuando la vida de un pueblo se hace notar por sus realizaciones valiosas en el tiempo y en el espacio. La morada vital es digna de mención análisis, se hace en verdad existente, al manifestarse como una vía que conduce al logro de altos valores historiables” (La realidad, p.113).
VIVIDURA Y VIDA HISTORICA
La percepción de la historia que Castro posee no es estaticista, como en el caso de Sánchez Albornoz. no una psicología, sino un modo de conducirse, cuya dimensión de valor es indisoluble de su realidad conceptual. No es sólo un es, sino también un estarse haciendo, cuya importancia me hace considerarlo como una morada vital y como una vividura” (La realidad, p.114). lo que llamo la vividura” (La realidad, p. Castro ha dicho que aquello para el observador es, siempre, morada de vida, para el hombre que la vive, es una vividura. (La realidad, p.120). En otras palabras, “la historia se entiende si la contemplamos en el proceso de estarse creando desde dentro de su peculiar modo de comportarse, y no desde fuera” (La realidad, p. que son actividades totales” (La realidad, p.118). Y así como para Américo Castro la influencia fundamental que define el inicio de la historia del pueblo español está fundado en la correlación de los españoles enfrentados a los musulmanes y a los judíos, para Sánchez Albornoz hay la presencia de otro pueblo que él intenta señalar como definitiva para el homo hispanus : es Roma.

SER Y ESENCIA: EL ESTATICISMO 
Américo Castro piensa a la inversa en esta misma encrucijada a la cual se refiere Sánchez Albornoz. El pueblo histórico surge de esa oposición y fusión con otros pueblos, según Castro. Dinámicamente, como la historia es, son pueblos musulmán y judío los que provocan la fuerza que conformará aquello que algunos suelen llamar españolidad.
CRITICA A LA NOCIÓN DEL PUEBLO
Esta herencia temperamental es algo que también define como «estilo de vida». Pero todo lo que este autor entiende aquí puede caracterizar a un pueblo sólo en una forma superficial. El tercer elemento que configura la historia, según Sánchez Albornoz, es el conductor.

LA TIERRA Y LA HISTORIA
Aquí están mentadas, en la misma historia de España, estas tres fuerzas que a juicio de este historiador, constituyen la realidad histórica. Para él, el paisaje mismo de España tiene una influencia tal que contribuye a la formación de raza, la cual también el ve como fruto de una milenaria cadena de reacciones complejísimas de la tierra y de la historia sobre los grupos sometidos a su perdurable influjo (Enigma, volumen I, pp. ENCRUCIJADA FINAL
Pero es cierto que pese a todo esto, estudia con detalle los problemas ec


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